La Audiencia Provincial de Madrid ha reclamado al juez Peinado todo el material que tenga hasta la fecha sobre el caso Begoña Gómez. Yuyu, lagarto, lagarto. Por lo visto, los magistrados no se fían y quieren analizar cada una de las diligencias practicadas por su señoría desde que comenzó este culebrón instigado por la extrema derecha española contra la primera dama. Solo después de haber mirado con lupa cada documento se pronunciarán sobre si es conveniente que Peinado siga con esto o es mejor que dicte el archivo del sumario más polémico de los últimos años, en cuyo caso se habrá consumado el ridículo más espantoso de la historia judicial de este país.
No es normal que un tribunal del rango de una Audiencia Provincial se ande con tantos miramientos con un caso ni se la coja con tanto papel de fumar. Es evidente que algo le huele mal en Dinamarca a estos jueces, en cuya mano está el futuro de Begoña Gómez, de Pedro Sánchez y de todo el país. Que vayan a revisar hasta el último folio de la causa, que acumula ya miles de páginas, solo puede tener una explicación: los magistrados no se fían de algunas de las cosas que ha hecho últimamente el juez instructor. De lo contrario, no se tomarían tantas molestias, darían luz verde a Peinado y a otra cosa, como suelen hacer casi siempre. No cabe duda de que han visto actuaciones de dudosa legalidad, diligencias que pueden rozar la inconstitucionalidad, resoluciones sospechosas. Y no quieren pillarse los dedos también ellos. ¿Que qué cosas han visto que no les cuadra o les produce intranquilidad? Querellas ultraderechistas basadas en conjeturas que ni redactadas por niños de parvulario; informes de la Guardia Civil descartando el delito en la conducta de la esposa de Sánchez que el juez se ha saltado a la torera; derechos pisoteados y actitudes prospectivas propias de esos regímenes policiales totalitarios donde se coge a un ciudadano por la pechera, se le conduce al cuartelillo y ya se le pillará en algún renuncio. Salvando las distancias, así trabajaba la secreta en tiempos del tardofranquismo. Se agarraba a un rojo melenudo por la calle, se le metía en la lechera y con las mismas para el TOP, donde se le entrullaba por cualquier menudencia. Y si no había pruebas concluyentes, se buscaban, o peor, se fabricaban.
Parafraseando al replicante aquel de Blade Runner, Antonio Camacho, abogado de Begoña Gómez, bien podría decir aquello de “he visto cosas que no creeríais”, refiriéndose a todo lo que ha pasado este verano loco en el Juzgado de Instrucción Número 41 de los de Madrid. Y claro, los magistrados de la Audiencia no quieren columpiarse con la instrucción kamikaze, propia de un guion de los hermanos Marx, que ha salido de allí. Tanto es así que algunos periódicos de Madrid –incluso los de la caverna mediática, y aún más abajo, los de la cloaca del Estado–, ya dan por hecho, con tristeza, frustración y laconismo, que la causa va a ser finalmente archivada. Se acabó la fiesta, como diría Alvise. En los últimos días, los titulares de la máquina del fango rezuman pesimismo, malos augurios, mal fario. Tienen claro que la Audiencia Provincial dará carpetazo a un asunto (el de la organización del dichoso máster de la Complutense en el que andaba metida la esposa del premier socialista y algunos mecenas monclovitas) que nunca debería haber llegado tan lejos. Sus señorías analizarán el expediente, examinando párrafo a párrafo y línea a línea para no quedar ellos también como inconstitucionales, y en unos pocos días, probablemente este mismo mes, se dictará sentencia. Sin duda, el fallo vendrá marcado por la reciente decisión de la jueza Coro Monreal, que ha rechazado una querella de Vox contra Gómez idéntica a la que Peinado decidió dar trámite.
Pero más allá de un sumario que por momentos se ha visto teñido con tintes de inquisitorial, lawfare o caza de brujas, cabe hacerse algunas consideraciones políticas sobre todo este circo que se ha montado alrededor de la esposa del presidente del Gobierno. En primer lugar, el Partido Popular de Feijóo debería preguntarse si subirse a esa nave de locos, a esa alegre cabalgata del disparate de Vox y otros grupos interconectados de corte religioso, esotérico, conspiranoico y antivacunas, es políticamente rentable. Y ahí la respuesta debe ser necesariamente negativa. Tanto ruido mediático para después nada, otro bluf. Si la causa contra la primera dama se cierra finalmente (tal como parece va a ocurrir, ya que hasta la fecha Peinado no ha logrado reunir pruebas sólidas y concluyentes contra ella), el único que ganará con todo esto será el propio presidente, que saldrá reforzado. Sánchez podrá ir de mitin en mitin enseñando el auto de archivo, proclamando la inocencia de su señora y, por ende, de él mismo. “¿Veis como todo era un complot, un bulo, tal como os dije en aquellos cinco días en que me retiré al desierto para reflexionar?”, preguntará a la entregada militancia. Sus índices de popularidad se pondrán otra vez por las nubes, el PP perderá unos cuantos puntos de distancia respecto al PSOE, la disidencia interna encabezada por Page regresará a sus cuarteles felipistas y el premier, fiel a su Manual de resistencia y a su extraordinaria baraka, volverá a salir indemne del trance.
En ese nuevo escenario, el caso Begoña Gómez se venderá como una nueva victoria del sanchismo, que cada vez que atraviesa por horas bajas recibe un balón de oxígeno a cuenta de algún delirio o montaje truculento de Santi Abascal debidamente comprado por el PP ayusizado. Cuando más hundido se ve el líder socialista, más flotadores le llegan del mundo ultra, que se ha convertido en su mejor tabla de salvación. Haría bien Feijóo en centrarse en hacer una oposición sensata, cuerda y racional, dedicándose a hablar de las cosas del comer de los españoles (el bono energético, por ejemplo, que no le está llegando a las familias sin recursos) y dejándose ya el mal vicio de la extrema derecha con sus delirantes juegos de patriotas y maniobras judiciales en la oscuridad. De Begoña Gómez empezaron diciendo que era un tío (un bulo importado de Francia, donde estos días dos tuiteritas pagan caro haber difundido la falsa historia de que Brigitte Macron es transexual) y van a terminar por convertirla en una mujer íntegra y limpia de corruptelas. Además de una mártir del socialismo. ¿Son torpes y negados para la política o me lo parece a mí?