Abascal y Darth Vader: vidas paralelas

El líder de Vox compara a Von der Leyen con el general Palpatine, de la saga Star Wars, cuando él encaja a la perfección en el malvado personaje del líder del imperio galáctico

26 de Marzo de 2025
Actualizado el 27 de marzo
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Santiago Abascal y Darth Vader, vidas paralelas.
Santiago Abascal y Darth Vader, vidas paralelas.

El líder de Vox, Santiago Abascal, ha comparado a Ursula Von der Leyen con el canciller Palpatine de la saga Star Wars. “¿Quién se cree montando ahora un ejército a su servicio personal después de que Rusia montase un ejército con el dinero de los europeos?”, ha preguntado a Pedro Sánchez, mirándolo más desafiante y crecido que nunca.

En la trilogía original, Palpatine es el malvado emperador del Imperio Galáctico (metáfora del fascismo) que quiere sumir en las tinieblas a todo el cosmos viviente. No ha sido afortunada la metáfora del dirigente ultra porque si hay un partido que pretende retornar al pasado totalitario, ese es Vox. Y no hay nadie que encaje mejor con el nefasto personaje de ficción Darth Vader que el dirigente voxista. Basta con recordar cómo ha sido su trayectoria política para encontrar evidentes similitudes. Al igual que Vader, Abascal creció a la sombra de otros guías espirituales, mayormente Espe Aguirre, dama jedi venida a menos, y luego desertó/evolucionó hacia algo peor, como una larva peligrosa. No se puede decir que se pasara al lado oscuro de la fuerza porque el PP es ya, en sí mismo, todo un inmenso lado oscuro por el que no se filtra ni una pizca de luz, pero sí podría considerarse que transitó hacia un territorio mucho más macabro, siniestro y hostil: el del nuevo fascismo posmoderno.

A Abascal solo le falta la indumentaria de Darth Vader, el casco y la capa negra, más la espada láser con luminiscencia rojigualda, para que sea clavadito al señor funesto y enlutado de la saga de Lucas. Uno trabaja para el imperio galáctico; otro para el Eje del Mal, que no es otro que Trumputin más el genocida Netanyahu. Uno rompió con el espíritu universal del Bien; el otro, el Caudillo de Bilbao, decidió romper con el maestro Mariano, a quien veía como un Yoda blandengue y cobarde, socialdemócrata y maricomplejines, y también se zambulló en el magma del odio. Llegado el instante clave de la separación, le comunicó al maestro Aznar que se largaba. Se desconoce si este trató de convencer al guerrero Santi para que no se marchara diciéndole aquello de “yo soy tu padre” (político, claro), tal como Vader le reveló a Luke Skywalker y con la esperanza de que el alumno se quedara en el partido. Pero así se escribió ese episodio turbio de las guerras galácticas en el seno del PP. Lo único cierto es que Abascal estaba quemado con la directiva nacional (dicen que porque Génova había abandonado los valores fundamentales de la derecha) y decidió fundar una secta en una galaxia muy muy lejana, tan lejana que los de Vox cada vez parecen más marcianos, más alejados de la realidad democrática de la España de hoy. Una coincidencia más.

Aquel paso de Abascal al lado oscuro de la fuerza nacional trajo muchas desgracias al imperio conservador, disgregaciones y desgarros, puñaladas y traiciones, tanto es así que el PP aún no ha levantado cabeza ni ha podido recuperar el poder. El jedi Feijóo no sabe qué hacer con el hijo díscolo, si pactar con él o echarlo al espacio, por el sumidero. Finalmente, Abascal fundó su propio movimiento político, pero muchos se han ido apartando de él, ya que cuando lo ven aparecer por los pasillos de su Estrella de la Muerte particular (la sede de la calle Bambú) –susurrando con esa respiración agónica, gutural y entrecortada–, se cagan por la pata abajo. Es entonces cuando ven el auténtico rostro del autócrata que va por dentro de la máscara de acero (al igual que Darth Vader, parece mitad humano, mitad robot) y piden la baja urgente en el partido antes de que los enfile, los levante en peso levitando y los asfixie con su mirada fulminante por incompetentes o por no haber sabido acabar con Han Solo Sánchez y la princesa Leia Begoña. Es el caso de algunos caballeros y damas jedis que, como Iván Espinosa de los Monteros, Macarena Olona y Rocío Monasterio, se han ido bajando de esa nave de locos trumpizados que es Vox. Unos han alegado falta de libertad interna en el partido (normal, qué esperaban si a los mandos del cohete gripado iba un admirador de Franco), otros que no les cuadran las cuentas anuales de la financiación y todos ellos que Vox no era esa gran esperanza blanca (en este caso negra) con la que soñaban. Hasta el general Gan Pampols –encargado por Mazón de la reconstrucción de Valencia, un planeta hundido y arrasado por el negacionismo climático de las fuerzas imperiales–, empieza a sentir cierto miedo del Darth Vader vasco, que ha dado la orden de desacreditarlo públicamente como traidor y cómplice con los de la resistencia de la República.

Vox es la creación fallida de un desertor que al final no ha podido ser autónomo ni atraerse a todo el falangismo patrio (en Falange lo odian) y se ha visto obligado a convertirse en mera sucursal de Trump y Putin, o sea, de lo peor del mundo mundial. Abascal está tan metido en el lado oscuro que ya no ve nada, ciego total, y pese a que se declara ferviente patriota trabaja sin descanso como agente al servicio de los enemigos exteriores de España (tal es el porro). No debería hablar este hombre de personajes del universo Star Wars, porque nos pone a huevo la columna. Nadie mejor que él encaja en el papel del más célebre malvado de todos los tiempos. Cada vez que entra en el Congreso, con su perilla afilada algo alienígena y al ritmo de la célebre banda sonora de John Williams (chan, chan, chan, chan, cha, chan, chan, cha, chan), tiemblan hasta los leones de las Cortes.

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