La sesión de control en el Congreso ha terminado como empezó: con gritos, teatrillos y una oposición que ya no disimula su dependencia absoluta de la ultraderecha. La reunión “informal” entre Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal en los pasillos del Parlamento, tras meses de tensión escenificada, ha puesto punto final al curso político con un mensaje claro: el Partido Popular ha renunciado a liderar nada y prefiere seguir los pasos de Vox hacia el abismo democrático.
Lo que Génova presenta como una conversación "cordial y respetuosa" entre “dos partidos distintos” es en realidad la imagen más reveladora del rumbo político del PP: incapaz de despegar con un proyecto propio, Feijóo vuelve a abrazar a la formación de Abascal para evitar el naufragio total. La supuesta “discrepancia” entre ambos no es más que decorado: donde gobiernan juntos, aplican el mismo programa de retrocesos sociales, censura educativa, negacionismo climático y represión de derechos civiles.
El socio incómodo ya no incomoda
El acercamiento se produce después de semanas de ataques mutuos entre PP y Vox, aunque solo de puertas afuera. En la práctica, la sintonía entre ambas formaciones ha sido constante allí donde comparten poder. Pese a las puyas públicas de Abascal acusando a Feijóo de tibieza, lo cierto es que la estrategia del PP ha sido desde el principio mirar a la ultraderecha con sumisión, acatar sus exigencias en las comunidades donde gobiernan juntos y asumir su lenguaje bélico, su populismo rancio y su desprecio por los consensos democráticos.
La cita de este miércoles no es una anécdota: es un síntoma. Un Feijóo debilitado, sin discurso, sin alternativa creíble, busca oxígeno en el mismo pozo en el que se ha ido ahogando desde que llegó a Madrid. La ultraderecha no solo le marca el paso: le dicta la partitura. Y él la interpreta sin pestañear.
Política para adultos... según Abascal
Quedó atrás aquella promesa de Feijóo de hacer “política para adultos”. Lo que presenciamos ahora es una oposición infantilizada, grosera, desleal con las instituciones, que convierte cada pleno en un plató de televisión. La bancada del PP ya no se diferencia de la de Vox: insultan, interrumpen, gritan y convierten el Parlamento en un circo sin propuestas ni respeto democrático. Todo para tratar de ocultar su descomposición interna, su falta de liderazgo real y su absoluto vacío de proyecto.
Feijóo no lidera nada. Ni su partido, ni la oposición, ni la derecha española. La reunión con Abascal es la escenificación de esa debilidad: el PP necesita a Vox para sobrevivir, aunque eso le cueste la dignidad democrática y el respeto constitucional.
Una ponencia política escrita en el lenguaje del odio
Mientras Feijóo estrecha la mano de Abascal, su partido aprueba una ponencia política que parece redactada directamente por la ultraderecha. En apenas unas páginas, el PP renuncia a cualquier atisbo de centro y asume como propios muchos de los planteamientos más agresivos de Vox. La “seguridad” por encima de los derechos, la “familia tradicional” como pilar ideológico, el revisionismo histórico, el desprecio a las políticas de igualdad y el odio a lo público como bandera.
No es una reconciliación: es una rendición. Vox no necesita absorber al PP si ya lo controla ideológicamente. La “cordialidad” entre ambos no es más que la confirmación de una alianza sin matices que amenaza con borrar de la política española cualquier espacio conservador democrático.
Feijóo, sin brújula ni columna vertebral
Los intentos del PSOE de denunciar esta deriva no han sido improvisados. “Feijóo ha decidido chapotear en el jardín de infancia de la ultraderecha”, señaló el partido en un comunicado, recordando que el líder del PP “trata de aprobar todos sus suspensos políticos a lomos de cualquier cosa que le sirva para erosionar al Gobierno”.
Patxi López, portavoz socialista, fue aún más claro: la reunión entre Abascal y Feijóo “demuestra la alianza preocupante que amenaza este país”, donde la derecha constitucional ha dejado paso a una nueva derecha reaccionaria, autoritaria y sin pudor democrático.
Porque el problema no es solo el acercamiento: es la total ausencia de dirección política en un partido que aspira a gobernar sin saber cómo ni para qué. El liderazgo de Feijóo no solo es fallido: es inexistente. Su negativa a condenar los ataques a sedes socialistas, su silencio ante la corrupción que rodea a Ayuso y su cobardía ante las exigencias de Vox son prueba de ello.
El PP pierde su alma por un puñado de votos
No hay estrategia que justifique esta deriva. Feijóo ha decidido regalar a la ultraderecha el alma de su partido a cambio de unos pocos escaños. Pero lo que está entregando es mucho más que su proyecto: está debilitando los cimientos democráticos de nuestro sistema político.
Reunirse con Abascal en mitad de una sesión parlamentaria marcada por el insulto, la mentira y la crispación no es un gesto de normalidad institucional, como quiere vender el PP. Es un síntoma del deterioro democrático que sufrimos, impulsado por una oposición que ha cambiado el debate por el barro y el respeto institucional por el berrinche permanente.
El Partido Popular, que una vez se presentó como garantía de estabilidad y experiencia, es hoy una fuerza errática, entregada a los postulados ultras, que solo sabe agitar fantasmas y crispar a la ciudadanía. Lo que antes eran diferencias ideológicas ahora son complicidades políticas. Lo que antes era un muro de contención, hoy es una rendija por la que se cuela el autoritarismo.
Feijóo ha elegido: su referente ya no es Europa, ni el Estado de derecho, ni la Constitución. Su referente es Santiago Abascal. Y con él, ha sellado una alianza que nos retrotrae a los peores fantasmas del pasado.
Feijóo ha dado el paso que llevaba meses insinuando: poner su futuro político en manos de Vox. Pero lo que gana en apoyo radical lo pierde en credibilidad democrática. Con esta reunión, el PP demuestra que ha perdido el norte, la brújula y la dignidad. La derecha española ya no es alternativa: es rehén.