Isabel Díaz Ayuso ha vuelto a estar en el ojo del huracán, esta vez por su actitud durante la Conferencia de Presidentes, donde su plante y las polémicas sobre las lenguas cooficiales opacaron los debates esenciales sobre temas como la vivienda o la financiación autonómica. Mientras el presidente Pedro Sánchez intentaba centrar la atención en la crisis de la vivienda, la presidenta madrileña se negó a escuchar las intervenciones en catalán y euskera de sus homólogos de Cataluña y el País Vasco, haciendo gala de su postura contraria a lo que calificó como un intento de “visibilizar un Estado plurinacional que no somos”. Este gesto no solo divide más aún al país, sino que agranda la brecha entre las comunidades autónomas y su relación con el Estado.
La postura de Ayuso no es nueva, pero sí ha tomado un giro más radical al justificar su plantón con una crítica directa al uso de las lenguas regionales. Asegura que el uso del catalán y el euskera no tiene un fin inclusivo o cultural, sino político, y que busca dividir más que enriquecer. Para ella, el acto de usar un "pinganillo" para traducir durante los debates refleja la instrumentalización de las lenguas cooficiales como un medio para “hacernos sentir extranjeros en nuestra propia casa”. Un mensaje que no solo es desafiante, sino que obvia las realidades multiculturales de un país que, sin duda, se encuentra en constante evolución.
La Comunidad de Madrid se enfrenta, una vez más, a la retórica divisiva de su presidenta, cuyo discurso sigue sin encontrar soluciones para los problemas reales que afectan a los ciudadanos
El ocaso del debate sobre la vivienda
El momento para poner el foco en la grave situación de la vivienda parecía haber llegado. Sin embargo, Ayuso no dudó en hacer lo posible por desviar la atención hacia lo que, según ella, son los problemas realmente urgentes: la "inquiokupación" y el alquiler turístico. Afirmó que el Gobierno de Sánchez considera una “tontería” la situación de las viviendas ocupadas ilegalmente y denunció que el Ejecutivo fomenta la okupación en lugar de promover soluciones reales como la liberación de suelo y la construcción de más viviendas. No obstante, esta postura desatiende un hecho importante: el sistema de alquiler está estancado, los precios suben sin freno y las políticas implementadas por la Comunidad de Madrid no han logrado resolver un problema que afecta a miles de familias en la región.
Ayuso, al igual que otros presidentes autonómicos de su misma ideología, no parece interesada en el debate sobre cómo garantizar el acceso a la vivienda a precios asequibles para las familias más vulnerables. En lugar de colaborar en la creación de políticas integradoras, elige subir el tono y lanzar ataques que no abordan los problemas reales de los ciudadanos. “Lo mejor que puede hacer la universidad pública no es atacar a la privada”, comentó, desviando aún más el debate de los temas urgentes que realmente deberían estar en la mesa.
La división nacionalista como bandera
No es la primera vez que Ayuso adopta una postura frontal contra las políticas de cohesión territorial en España. En la Conferencia de Presidentes, además de su plante, también dejó claro que no apoya la creación de un sistema que respete la autonomía de las comunidades de manera equitativa. Según su opinión, el cupo vasco y las políticas autonómicas actuales están favoreciendo a los nacionalistas y quebrando la unidad del país. Esta crítica no solo está cargada de intenciones ideológicas, sino que también muestra una profunda falta de empatía hacia las comunidades que, históricamente, han luchado por su identidad cultural y lingüística.
A Ayuso le preocupa que el país se esté convirtiendo en un "Estado plurinacional", algo que ha repetido en varias ocasiones, ignorando que España es una nación diversa, con identidades y lenguas diferentes que son parte de su riqueza histórica y cultural. En lugar de fomentar la unidad en la diversidad, parece que prefiere abrazar un discurso que excluye y pone barreras donde debería haber puentes.
Un modelo de convivencia basado en la confrontación
En otro de sus ataques, Ayuso destacó que el uso del "pinganillo" durante la Conferencia de Presidentes convierte las lenguas cooficiales en una “farsa separatista” y “una maniobra política”. Lejos de reconocer la pluralidad como un valor enriquecedor para el país, la presidenta madrileña prefiere caer en la trampa de la confrontación, alimentando la polarización y la desconfianza entre las diferentes regiones. Sin un mínimo de autocrítica, defiende su postura con una mezcla de patriotismo mal entendido y un espíritu de lucha contra lo que considera una amenaza para la unidad de España.
Sin embargo, este tipo de discurso solo sirve para profundizar la fractura entre las comunidades autónomas y el gobierno central, y desvirtúa el verdadero problema: la incapacidad del Estado y de las comunidades autónomas para resolver los problemas cotidianos de la ciudadanía, como la vivienda, la pobreza y la sanidad. La política de Ayuso parece estar más centrada en sus propios intereses partidistas que en la creación de un espacio de diálogo y solución para los ciudadanos.
¿Es el separatismo el verdadero enemigo?
A medida que Ayuso cargaba contra lo que considera una “amenaza separatista”, no pudo evitar hacer referencia a su encuentro con la ministra de Sanidad, Mónica García. En su discurso, la presidenta justificó su negativa a saludarla con un beso, acusándola de llamarlos “asesinos” por su gestión en las residencias durante la pandemia. Esta actitud, lejos de apaciguar tensiones, alimenta aún más el conflicto político, y presenta a Ayuso como una figura que no busca la reconciliación, sino el enfrentamiento constante.
En definitiva, la postura de Ayuso sigue siendo un claro ejemplo de cómo la política puede estar más centrada en la confrontación que en la resolución de los problemas reales que afectan a la ciudadanía. En lugar de tender puentes, elige siempre levantar barreras, un modelo que lejos de fortalecer la unidad, solo sirve para seguir dividiendo a la sociedad. Mientras tanto, los problemas como la vivienda, la educación y la sanidad siguen sin recibir la atención que realmente merecen.