Del chapapote al fuego: dos crisis, una misma estrategia del PP

La Xunta repite en 2025 la misma política comunicativa que ya fracasó con el Prestige: minimizar la gravedad, desviar responsabilidades y utilizar el lenguaje como cortafuegos político

25 de Agosto de 2025
Actualizado a las 11:37h
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Del chapapote al fuego dos crisis, una misma estrategia del PP

Dos décadas después de que Galicia se manchase de chapapote, las llamas devoran sus montes. Y en ambos casos, el Gobierno autonómico del PP ha reaccionado igual: negación, propaganda y ausencia de autocrítica. icLa gestión del desastre queda en evidencia, pero la comunicación institucional se esfuerza en convertir la desprotección ciudadana en relato heroico.

Lenguaje que oculta, relatos que protegen al poder

En 2002, mientras el fuel del Prestige anegaba las costas gallegas, la Xunta, en concreto Mariano Rajoy, hablaba de “hilillos de plastilina” y “vertidos controlados”. La intención era clara: evitar el pánico, esquivar la responsabilidad y maquillar la magnitud del desastre.

En 2025, mientras Ourense y otras comarcas arden sin medios suficientes, el discurso oficial se centra en los “incendios intencionados”, una fórmula ambigua que desplaza el foco del debate hacia presuntos pirómanos y lejos del abandono institucional.

Lo que no se dice pesa más que lo que se comunica. No se habla del personal que falta en los operativos antiincendios, de las motobombas que no salen por falta de conductores, ni de los turnos sin cubrir. Tampoco se explica por qué la Xunta pide ayuda al Estado mientras mantiene vacantes estructurales sin cubrir desde hace años.

El lenguaje, una vez más, es herramienta de defensa política, no de transparencia pública.

El abandono institucional no es resistencia popular

En 2002, el movimiento Nunca Máis fue la respuesta ciudadana a un poder que había fallado. Lo popular era resistencia y denuncia. Hoy, en 2025, la Xunta de Rueda intenta apropiarse de esa épica: convierte el heroísmo vecinal en parte del relato oficial. “El pueblo salva al pueblo” ya no es una crítica, sino una coartada.

Pero el pueblo no puede —ni debe— salvarse solo. No está preparado para sustituir al Estado ni es justo exigirle que lo haga. Apelar a la autogestión ciudadana ante el fuego es convertir una tragedia en relato de autosuficiencia forzada.

La exaltación de lo comunitario, cuando viene de quienes desmantelan lo público, no es una muestra de fortaleza colectiva, sino una muestra más del fracaso institucional. La heroicidad de los vecinos no es una solución: es una señal de emergencia.

De los hilillos a los incendios: la propaganda como política

Galicia ha cambiado, pero los gobiernos conservadores que la gestionan siguen recurriendo al mismo manual: silenciar, maquillar, controlar el relato. El problema no es solo que los incendios se descontrolen. Es que la Xunta aún no ha entendido que informar, prevenir y proteger no es una elección política, sino una obligación democrática.

Cuando se normaliza que un territorio se queme cada verano, que los recursos públicos no lleguen, y que la ciudadanía deba improvisar la respuesta que las instituciones no ofrecen, el problema no es el fuego.

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