El cuanto menos bochornoso 41 Congreso Federal del PSOE, un evento adelantado un año sobre su fecha ordinaria de celebración porque así lo dictaban los intereses del líder supremo, no se trata solo de la percepción que se pueda tener desde la derecha y la extrema derecha. También los socios parlamentarios de Pedro Sánchez han sido muy críticos y, en muchos casos, han compartido frases llenas de la verdad ausente en Sevilla.
Ya no se trata solo de los escándalos de presunta corrupción que afectan al gobierno, al partido y al entorno más próximo del presidente, que han sido calificados como «cacería judicial» por parte del PSOE. Por cierto, esos son los mismos argumentos que utilizaba el Partido Popular cuando salieron a la luz casos como Gürtel, Bárcenas, Púnica, Lezo y un largo etcétera. El PP también afirmaba que todo se trataba de invenciones, de denuncias falsas y de una «causa general» contra el partido. Al final, la Justicia demostró que no había nada de eso y llegó a condenar a la formación conservadora.
Ahora el PSOE está haciendo exactamente lo mismo, con el mismo ejército de aplaudidores que tenía Mariano Rajoy en aquellos años. Todo es mentira…, hasta que se demuestre lo contrario. Esa es la máxima. Como dijo Mariano Rajoy, «todo es falso… salvo alguna cosa».
Los socios parlamentarios de izquierda de Pedro Sánchez también han mostrado su sorpresa e indignación ante las cosas que se han dicho y se han visto en el Congreso del PSOE. En algunos casos, de manera tan injustificada como las críticas que venían desde la extrema derecha o del PP. Es el caso de Podemos con la acertada decisión de los socialistas de eliminar cualquier referencia antifeminista de su acción política.
Un partido como el PSOE no puede aceptar que en su base de acción política aparecieran acrónimos contrarios a su ideario, como es el caso de la eliminación de la Q de queer y del + de la denominación del colectivo LGTBI. No es una cuestión de transfobia, como bramaba Irene Monterio, es una cuestión de coherencia de un partido que se considera feminista que no podía soportar la presencia de una teoría basada en elementos de la misoginia más extrema.
Por otro lado, como todos los congresos del PSOE, el colofón lo puso el canto de «La Internacional». Ver a Pedro Sánchez cantando ese himno es como contemplar a Vladimir Putin con la mano en el pecho y a pleno pulmón entonando el «O'er the land of the free and the home of the brave!» como si no hubiera un mañana, o un heavy cantando por Pablo Alborán.
Esa imagen provocó que muchos ciudadanos progresistas españoles se echaran las manos a la cabeza y lo hicieran público a través de redes sociales. Uno de ellos fue reposteado por el portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya, Gabriel Rufián. En muchas ocasiones, se puede definir con pocas palabras una realidad, sobre todo si es palmaria.
Esa imagen de Pedro Sánchez cantando «La Internacional», un tipo que hacía pocos minutos había hecho alusiones al pragmatismo y a uno quedarse con utopías del pasado, es demoledora para entender la personalidad del personaje. «El cinismo hecho imagen».
Y es así. Rufián, con su repost, comparte una idea que refleja una verdad absoluta. «La Internacional» es la antítesis de Pedro Sánchez, por más que ahora diga que es de izquierdas, cuando hace sólo 3 años afirmó que era de centro izquierda y en 2016 renunció al 90% del programa electoral del PSOE en un acuerdo con Albert Rivera en el que se adhería a los postulados más radicales del neoliberalismo.
Pedro Sánchez necesitaba unas siglas históricas para trepar en el mundo político. Cogió las del PSOE del mismo modo en que pudo haber elegido la gaviota del PP o el magenta de UPyD. Cualquier cosa le hubiera valido para imponer su proyecto personalista, victimista y totalitario.