Cuando el poder molesta por ser mujer

El linchamiento verbal contra Pilar Alegría no es casual. Es el mecanismo de siempre: el patriarcado activado contra una mujer que ocupa el espacio público

14 de Abril de 2025
Actualizado el 15 de abril
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Cuando el poder molesta por ser mujer

Insultos sexuales, humillaciones y vejaciones en redes sociales. Eso ha recibido Pilar Alegría, ministra de Educación y portavoz del Gobierno, tras responder públicamente a una polémica política. Lo que debería ser un intercambio de ideas se convirtió, de inmediato, en un ataque contra su cuerpo, su dignidad y su condición de mujer. No es nuevo, no es anecdótico, y desde luego no es apolítico: es patriarcado en funcionamiento.

Del argumento al insulto: la lógica del patriarcado

El caso de Pilar Alegría no se explica por un exceso verbal o por la virulencia del debate político. Lo que ha vivido forma parte de un mecanismo perfectamente reconocible: cuando una mujer toma la palabra con autoridad, el patriarcado responde con violencia. Y lo hace no para contradecir lo que dice, sino para castigar lo que representa.

“Puta”, “zorra”, “comepollas”. Le han dicho que ha llegado donde está “poniéndose de rodillas”, que debería “ponerse a cuatro patas”. Le preguntan “si prefiere de lado o encima”. Ningún hombre en su mismo cargo ha sido tratado así. Esto no es simple odio: es misoginia sexualizada, diseñada para degradar, deshumanizar y expulsar simbólicamente a las mujeres del espacio público.

El patriarcado tiene muchas formas, pero pocas tan eficaces como esta: convertir en chiste o en agresión todo lo que una mujer significa cuando rompe el molde. Su voz molesta, su poder irrita, su presencia incomoda. Y entonces llega el castigo, envuelto en violencia verbal, acoso digital y sexualización.

No es Pilar: es una estructura contra todas

El caso de la ministra no es una excepción. Es un espejo. Lo que ella ha denunciado —con firmeza, pero sin victimismo— lo sufren cada día miles de mujeres: periodistas, activistas, funcionarias, adolescentes en redes sociales. Cualquier mujer que levante la voz o reclame espacio se convierte en blanco del mismo sistema: el patriarcado que, disfrazado de libertad de expresión, vomita odio para imponer silencio.

Pilar Alegría ha respondido con serenidad y contundencia: “Cabeza alta y ni un paso atrás”. No es solo una frase de defensa personal. Es una declaración política. Porque callar ante este tipo de ataques es ceder terreno. Y no se trata de defender a una ministra concreta, sino de rechazar una violencia concreta que amenaza a todas.

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y varios miembros del Gobierno han mostrado su apoyo públicamente. Es un paso, sí. Pero la respuesta no puede quedarse en la solidaridad simbólica. Se necesitan políticas públicas reales, leyes que protejan a las mujeres del acoso digital, medios que denuncien con claridad este tipo de violencias, y una sociedad civil que deje de normalizar el machismo cuando se disfraza de opinión.

Porque mientras sigamos permitiendo que a una mujer con poder se le conteste con insultos sexuales, seguiremos aceptando que el patriarcado marque los límites de lo que una mujer puede ser y decir. Y eso es inaceptable.

“Si creen que así nos van a callar, se equivocan”, ha dicho Alegría. No es solo un mensaje personal. Es un aviso colectivo. Las mujeres están hartas. No van a pedir permiso. Y esta vez, no se van a ir.

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