El grito de “que viene el lobo” ni caló ni cala en la ciudadanía, como si ya estuviera curada de espanto. Desde que la ultraderecha patria tocó pelo por primera vez en Andalucía en 2018, nunca ha dado rédito electoral a la izquierda la estrategia, ya manida, de vincular las políticas del Partido Popular con las de Vox y alertar a la ciudadanía de su ideario machista, negacionista del cambio climático, xenófobo, racista y hasta anticonstitucionalista. El último ejemplo palpable de ello fue la campaña electoral de las pasadas elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. Lejos de ahuyentar el voto centrado indeciso de los brazos del PP lo atrajo más que nunca a los de Feijóo, de ahí el resultado inapelable con el que las derechas han podido conformar coaliciones de gobierno sin rubor ni complejos de cualquier tipo.
Aquella estrategia que puso en marcha la entonces líder de los socialistas andaluces, Susana Díaz, durante la campaña de las autonómicas de diciembre de 2018, chocó de bruces con la realidad, ya que la ultraderecha entró por primera vez en un parlamento en España, y lo hizo en tromba, con 12 diputados. Después vino lo que vino y las izquierdas han seguido manteniendo, sin el más mínimo resultado, ese cántico de “que viene el lobo” en forma de severas restricciones de derechos fundamentales ya conseguidos por la sociedad actual.
Desde que la ultraderecha tocó pelo por primera vez en Andalucía en 2018, nunca ha dado rédito electoral a la izquierda la estrategia de vincular las políticas del PP con las de Vox
Ni tan siquiera después de los pactos de coalición de gobierno de PP y Vox en autonomías y ayuntamientos por todo el país el PSOE de Pedro Sánchez ha logrado hacer calar el mensaje de advertencia entre el electorado más moderado de centroderecha. Las sucesivas encuestas están ahí día a día para constatar que el PP sigue incrementando su ventaja respecto al PSOE en intención de voto a sabiendas de que siempre necesitará el apoyo de la ultraderecha para conformar una mayoría suficiente de gobierno.
A esto se suma que Feijóo y los suyos han encontrado una excusa rocambolesca para denunciar una nada creíble ‘pinza’ de PSOE y Vox que le imposibilita gobernar en algunos enclaves, como es el caso de la región de Murcia como claro ejemplo. Para redondear la pirueta, Feijóo tiene el arrojo y el descaro de ofrecer a Pedro Sánchez un documento firmado para que PP y PSOE dejen gobernar al ganador de las elecciones generales del 23J. Lo de hacer lo propio en otras autonomías y municipios es otro cantar, con los casos de los gobiernos autonómicos de Canarias y Extremadura como claros ejemplos.
Mentir con el viento de cola
Con el viento de cola que le dejó al PP el resultado apabullante de las pasadas elecciones municipales y autonómicas, Feijóo mantiene la misma estrategia trumpistade campaña sin que ningún sondeo le advierta de que va por el camino erróneo, salvo el del CIS. Para la cita del 28M, el PP levantó el espantajo habitual de ETA, al que sumó la posibilidad, nunca demostrada y ya olvidada por completo, de un presunto pucherazo, tras varios casos concretos de compra de votos perfectamente localizados, donde incluso hay implicados vinculados al PP, como es el caso de Mojácar, en Almería.
Ahora, en esta campaña de las generales del 23J, Feijóo ha vuelto a soltar el señuelo, sin pruebas ni el más mínimo dato que lo corrobore, de otro pucherazo en forma de colapso de Correos ante la avalancha del voto por correo por convocarse estos comicios en plenas vacaciones estivales.