El Partido Popular no sabe perder

17 de Noviembre de 2023
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Tras la investidura de Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo se acercó al líder socialista, le estrechó la mano felicitándolo por el éxito obtenido y le dijo: “Esto es una equivocación”. De esta manera, responsabilizó al investido de lo que acababa de hacer, o sea del pacto con Junts y la consiguiente amnistía y, al final, lo que tenía que ser una sincera enhorabuena se acabó convirtiendo en un forzado y traicionero abrazo del oso. Esta es la forma que tienen en el PP de acatar la derrota y de entender la deportividad.

Todo lo que estamos viendo en los últimos años, la deriva ultra del Partido Popular, los prebostes echados al monte y los acuerdos con la extrema derecha, no tiene más que una explicación: nunca supieron perder. La democracia es como un partido de fútbol (y perdonen ustedes por el símil facilón). Hay unas reglas y un reglamento, un árbitro, dos equipos enfrentados y un resultado final que se acepta con fair play. Sin embargo, la derechona patria tiene otra concepción mucho más rara, extraña, sui géneris, de lo que debe ser un régimen democrático. Así, el sistema funciona correctamente siempre que ganen ellos. Cuando es el rojo proleta y bolivariano el que se lleva el gato al agua tras unas elecciones, la cosa cambia. Entonces les aflora la histeria colectiva, se les hincha la vena del cuello y promueven denuncias de fraude, tongo y Gobierno ilegítimo. Todo eso más la sempiterna matraca de la traición a la patria.

Lo explicó muy bien Gabriel Rufián en su intervención parlamentaria. “El PP lleva 46 años diciendo que España se rompe y lo único que se ha roto es 35 veces los discos duros de Bárcenas y dos veces la derecha española”. Touché.

Nos gustaría poder decir alguna vez en esta columna que en el Partido Popular son demócratas de pedigrí. Créannos que nos encantaría. Sería una bendición para este país contar con una fuerza política conservadora civilizada y a la europea. Sin embargo, nos lo ponen muy difícil. Más que como políticos sensatos y respetuosos, se comportan como leones enjauladosa los que han dejado una semana sin comer. Cuando pierden la vara de mando, les asalta una especie de fiebre delirante y extraña y terminan todos hiperventilados, tensos, exaltados. Calma, troncos, calma, que la historia de España es larga y si no se ganan estas elecciones se ganarán las siguientes. Hay más citas electorales que longanizas, paciencia hombre, que la suerte va cambiando de mano. Pero no. Son como esos niños mal criados que pierden al parchís y terminan tirando el tablero por los suelos, arrojando las fichas por los aires, enfurruñados con los brazos cruzados y el morro torcido y diciendo aquello tan pueril de “ahora no juego, ea”. ¿Cómo se puede construir un país con individuos tan inmaduros en lo político y en lo personal?

Una segunda muestra de que no saben encajar la derrota la tuvimos ayer durante la sesión de investidura cuando, tras conocerse que Sánchez ya era presidente, el gabinete de comunicación del PP tuvo la infeliz idea de tuitear uno por uno los nombres y apellidos de los diputados socialistas que habían votado “sí” a su presidente y su amnistía. Un gesto feo y poco elegante que recordó bastante aquellos años del plomo en que unos ponían la diana en los retratos de los políticos y otros apretaban el gatillo.

Por último, un tercer indicio de mal perder lo tuvimos en la figura del portavoz parlamentario popular, Miguel Tellado, que también quedó como un marrullero. Tras pedir la palabra a la presidenta del Congreso, Francina Armengol, el hombre se levantó del escaño para condenar la violencia callejera de los ultras contra algunos diputados socialistas y cuando parecía que por fin íbamos a asistir a un gesto de grandeza en un representante de la derecha (algo tan excepcional como ver un lince ibérico) añadió un decepcionante “pero ustedes la alientan” [la violencia] que volvió a evidenciar la rabia y el ciego cainismo que corre por las entrañas de toda esta gente.

Ayer, Feijóo quiso dejar claro que el Gobierno que sale de esta investidura es legítimo y constitucional (la primera vez que le escuchamos decir algo así, durante semanas se ha comportado como un ultra más de Vox). No obstante, y aunque poco a poco va asumiendo que el PP tiene por delante cuatro años de rutinaria oposición, aún no tira la toalla. El dirigente conservador, como hombre de fe que es, aún confía en que el patrón Santiago obre el milagro y el próximo miércoles el Parlamento Europeo condene la ley de amnistía. De esta manera, Sánchez tendría “la peor forma de empezar una legislatura” y de paso Bruselas podría retirar el maná de los fondos Next Generation a nuestro país por no respetar los principios de un Estado de derecho. Están tan coléricos y fuera de sí por el fracaso cosechado que serían capaces de firmar la destrucción total de España si ello supusiese la caída definitiva del pérfido felón de Ferraz. El mal les come por los pies. Ya no les queda ni una pizca de decencia o dignidad.

A esta tropa de la derechona ibérica no hay que tomársela en serio. Quien mejor lo lleva es, sin duda, Aitor Esteban, el portavoz peneuvista. Tiene retranca el vasco y protagonizó el momentazo de la investura cuando, dirigiéndose a Feijóo, le dijo: “Alberto, tu tractor tiene gripado el motor por usar aceite Vox”. La cara desencajada del dirigente popular ante la mofa era un trágico poema.

Todo esto ocurría mientras Isabel Díaz Ayuso continuaba con su show del humor en la Asamblea Regional, que la lideresa ha convertido en su particular zarzuela para lucimiento personal. Ayer, la presidenta tuvo una oportunidad de oro de disculparse y quedar como una señora por haberle mentado a la madre a Sánchez, desde el gallinero, en la sesión de investidura. Pero tampoco. Por lo visto ella en ningún momento dijo “qué hijoputa”, sino “me gusta la fruta”, cuando el premier le afeó los tejemanejes con los contratos de las mascarillas. Frescura de verdulera no le falta.

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