La violencia política no nace de la nada. Es una semilla que arraiga con el abono del odio debidamente regado gota a gota. Lo que está pasando en Estados Unidos, los crímenes y las batallas campales callejeras con decenas de heridos y arrestados, solo tiene un nombre culpable: Donald Trump. El presidente estadounidense ha estado cultivando esa sangre durante años. Con sus tuits vomitivos, con sus mítines que eran arengas militares contra el enemigo, con su ira seguida por miles de supremacistas. Todo ese polvorín tenía que estallar. Y ha estallado.
El asesinato de la demócrata Melissa Hortman y su esposo a manos de un fanático no es un hecho aislado. Tiene sus causas y sus antecedentes, como todo hecho histórico de esa magnitud y gravedad. El terrorista, Vance Luther Boelter, fue detenido en la madrugada de este lunes. Pero hay muchas zonas oscuras que rodean el caso. La primera incógnita es si actuó solo o forma parte de algún grupo organizado. De hecho, el agresor dejó un manifiesto de puño y letra con sus motivaciones ideológicas, y manejaba una lista negra con otros políticos demócratas como posibles objetivos. La violencia política en Estados Unidos ha alcanzado niveles alarmantes en los últimos años, con un aumento significativo tanto en amenazas como en ataques físicos contra figuras públicas. Según un informe reciente de la Universidad de Princeton, solo en lo que va del año se han registrado casi 180 incidentes de violencia con motivaciones políticas en al menos 40 estados.
Este tipo de violencia no es nuevo, pero sí se ha intensificado desde eventos como el asalto al Capitolio en 2021, un acto de sedición y golpismo diseñado por el propio Trump. Desde entonces, se han documentado más de 300 incidentes similares. Además, en 2024 se reportaron 9.474 amenazas contra legisladores, casi el triple que en 2017. Expertos advierten que esta tendencia refleja una creciente polarización política y una normalización preocupante de la violencia como herramienta de expresión ideológica. Algunos comparan esta situación con los años 60 y 70, cuando figuras como Martin Luther King Jr. y Robert F. Kennedy fueron asesinadas. Sin embargo, puede ser mucho peor. Al calor del trumpismo, que no es más que fascismo de nuevo cuño, han crecido grupos políticos como la secta conspiranoica Qanon, los Proud Boys (mercenarios y veteranos de diferentes guerras), supremacistas blancos del Ku Klux Klan, milicias antigubernamentales y nacionalistas ultracatólicos. Un auténtico ejército que según no pocos analistas y expertos disponen de armamento de guerra (incluso pesado) suficiente como para organizar una contienda civil entre norteamericanos. Algunos de estos grupos promueven teorías conspirativas como el “gran reemplazo” y la invasión del inmigrante. Es decir, nazismo hitleriano.
Vance Luther Boelter es un homicida profundamente religioso, conservador y experto en seguridad privada. Así era el llamado “tirador de Minnesota”, según la prensa. Amigos y conocidos de Boelter lo describieron como un cristiano devoto con inclinaciones políticas conservadoras, aunque no lo consideraban extremista. Paul Schroeder, quien lo conocía desde hace años, afirmó que Boelter tenía “creencias fuertes”, pero no lo percibía como fanático. Según registros, Boelter se registró como votante republicano en Oklahoma en 2004 antes de mudarse a Minnesota, donde no se requiere declarar afiliación partidaria.
En 2023, durante un viaje a la República Democrática del Congo, Boelter, quien trabajaba como contratista de seguridad, ofreció sermones como pastor evangélico. En una grabación revisada y citada por la AP, mencionó que muchas iglesias en los Estados Unidos no se oponen al aborto, lo que calificó como un problema moral. Sin embargo, en sus discursos se centró principalmente en su fe y en lo que consideraba una decadencia moral en su país natal.
Casado y padre de cinco hijos, residía en una propiedad rural de aproximadamente 353 metros cuadrados que adquirió en 2023 por más de medio millón de dólares. Durante su carrera, trabajó en roles gerenciales en la industria de alimentos y bebidas antes de reinventarse en la mediana edad. Obtuvo un doctorado en estudios de liderazgo en 2016 en la Universidad Cardinal Stritch, una institución católica en Wisconsin que cerró recientemente. En 2018, Boelter y su esposa fundaron una empresa de seguridad llamada Praetorian Guard Security Services, donde él figuraba como director de patrullas de seguridad. La página web de la compañía muestra imágenes de vehículos y equipos tácticos similares a los utilizados por las fuerzas del orden. No era ningún lobo solitario. Tenía una buena posición económica, contactos y agenda. Todo lo cual nos lleva a preguntarnos si a la sombra del trumpismo más ultra está surgiendo un nuevo terrorismo. Los españoles sabemos bien cómo se derrota ese fenómeno. Con acción policial y judicial: durante décadas, las fuerzas de seguridad españolas, como la Guardia Civil y la Policía Nacional, llevaron a cabo operaciones constantes para detener a miembros de ETA, desmantelar sus comandos y cortar sus fuentes de financiación. La justicia también jugó un papel crucial, con juicios y condenas que debilitaron la estructura de la organización. Con cooperación internacional: Francia fue un aliado fundamental, ya que ETA utilizó territorio francés como refugio, pero a partir de los años noventa la colaboración entre ambos países se intensificó, permitiendo arrestos clave y el cierre de bases logística. Con rechazo social y político: a medida que los atentados se volvieron más indiscriminados y brutales, la sociedad española –incluyendo el País Vasco– comenzó a movilizarse en contra de ETA. Movimientos como ¡Basta Ya! y manifestaciones masivas tras asesinatos como el de Miguel Ángel Blanco en 1997 marcaron un punto de inflexión. Y con iniciativas políticas: aunque hubo intentos de diálogo, como el proceso de paz de 2006, ETA nunca logró sus objetivos políticos. La democracia española ofreció vías de participación política a sectores nacionalistas vascos no violentos, lo que restó apoyo a la banda. A los norteamericanos les queda un largo camino por delante. La serpiente se incuba a lo largo de los años. No nace de la nada.