Feijóo clama democracia desde el abismo de la contradicción

El líder del PP encabeza una manifestación que llama a la “rebelión” contra un Gobierno legítimo, en un ejercicio de irresponsabilidad política

09 de Junio de 2025
Actualizado a las 12:54h
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Feijóo clama democracia desde el abismo de la contradicción

En plena Plaza de España, bajo un calor que derretía el asfalto y el discurso, Alberto Núñez Feijóo desplegó su último acto de agitprop disfrazado de mitin. Arropado por los tótems del pasado y escoltado por viejos símbolos del autoritarismo populista, el líder del PP se presentó como adalid de una “revolución de la decencia” que, examinada de cerca, resulta más bien un desafío cínico a las reglas del juego democrático.

Una plaza llena, una idea vacía

Madrid. Junio. 34 grados a la sombra y más de 50.000 personas, según cifras oficiales, agitadas por proclamas que, lejos de buscar soluciones, apuestan por la polarización. Alberto Núñez Feijóo, con su tono pausado y su aire de moderación ensayada, se erigió en líder de lo que él mismo definió como una “revolución cívica”. Pero el envoltorio no disimula el contenido: una estrategia desesperada para desgastar al Gobierno a golpe de hipérbole, ruido y agitación emocional.

Desde el atril, Feijóo repitió el mantra de una derecha que hace tiempo perdió el norte institucional: acusaciones de “corrupción generalizada”, apelaciones a una “España secuestrada” y, sobre todo, una peligrosa llamada a la “rebelión” contra un Ejecutivo legítimamente constituido.

Lo más grave no es el tono inflamado. Lo verdaderamente preocupante es el uso de un lenguaje que rompe los diques de contención democrática, que desacredita al adversario como si fuera enemigo, y que lanza a la ciudadanía la idea de que el país vive en una distopía que solo puede corregirse desde la calle.

Feijóo insiste una y otra vez en la “decencia”. Pero ese término pierde todo su valor cuando se proclama desde un escenario compartido con expresidentes que cargan sobre sus espaldas algunas de las etapas más turbias de nuestra historia reciente. ¿Decencia es Aznar, con su legado de mentiras de guerra y crispación permanente? ¿Decencia es Rajoy, presidente de un partido condenado judicialmente por corrupción?

La paradoja es de manual, se pide limpieza institucional en nombre de quienes abrieron las puertas a las cloacas. Se apela al “respeto a la ley” desde quienes pactan con fuerzas que niegan la violencia machista y que tienen entre sus filas a nostálgicos del franquismo. Y se habla de “reconciliación” mientras se señala a medio país como si fuera un problema a erradicar.

Resulta como mínimo obsceno que se acuse al Gobierno de “ocultar” las urnas cuando Feijóo sabe que el actual Ejecutivo nace de una mayoría parlamentaria. No hay golpe, ni hay dictadura, ni hay secuestro. Lo que hay es una voluntad de poder que no tolera la alternancia democrática si no le favorece.

Ayuso

Y mientras tanto, Ayuso. Autonombrada portavoz de los excesos, volvió a hablar de “dictadura”, palabra que debería pesar más en boca de alguien con responsabilidades institucionales. Cuando una presidenta regional compara un régimen democrático con una dictadura, no solo insulta a las víctimas reales del totalitarismo, sino que debilita la democracia misma. Lo que empieza con hipérboles termina con deslegitimaciones.

Vox 

A la cita no acudió Vox. No hizo falta. Allí estaban sus ecos, sus rostros, sus exmilitantes, sus mensajes. Feijóo quiso tender puentes hacia el centro, pero lo hizo hablando en clave de ultraderecha. Y eso no une, eso fractura. Ni siquiera logró convencer a sus socios ideológicos más duros, que ya prefieren otros liderazgos más explícitos en su enfrentamiento con el sistema.

Democracia 

En tiempos confusos, las palabras importan. Y que la principal fuerza de oposición apele a la “revolución”, a la “rebelión”, a la “rendición” del Gobierno, es un síntoma alarmante de una derecha que ha renunciado a la institucionalidad como vía de progreso. Lo que vimos en Madrid no fue una protesta legítima, fue una representación de cinismo político que invita al enfrentamiento en lugar del diálogo.

Feijóo no lidera una revolución de la decencia. Lidera una puesta en escena para tapar la falta de proyecto. Porque quien cree en la democracia no la grita, la construye. Y quien quiere gobernar, primero debe aprender a respetar las reglas del juego incluso cuando no le favorecen. De eso va, al fin y al cabo, la política democrática. De lo contrario, lo que queda es un peligroso ejercicio de irresponsabilidad. Y de eso, por desgracia, tuvimos demasiado este domingo.

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