Alberto Núñez Feijóo ha anunciado un nuevo Congreso Nacional del Partido Popular con el argumento de que España necesita una alternativa fuerte. Sin embargo, sus declaraciones recientes contra el Gobierno de Pedro Sánchez, basadas en hipérboles, ataques personales y una retórica cada vez más polarizante, reflejan más bien un intento de blindarse ante las crecientes tensiones internas del PP. Bajo la fachada de un partido en renovación, hay un liderazgo debilitado y una falta evidente de proyecto político sólido.
Un congreso para proteger el liderazgo, no para renovar el partido
El argumento de que el nuevo Congreso del PP se convoca para preparar al partido ante un posible adelanto electoral es difícil de sostener. Feijóo insiste en que el congreso responderá a los “problemas de España”, pero la realidad apunta a otra dirección: la necesidad de reorganizar un partido donde las fisuras internas y la falta de unidad se hacen cada vez más visibles. El precedente más inmediato ,el Congreso de 2022 que puso fin al liderazgo de Pablo Casado, fue también una operación de emergencia para salvar la imagen de una organización fracturada.
Lejos de mostrar un PP “más fuerte que nunca”, como proclama su líder, la convocatoria parece una maniobra para consolidar su control antes de que las tensiones territoriales, especialmente en Madrid, sigan erosionando su autoridad. La fórmula de “diagnóstico, análisis y renovación de equipos” que esgrime Feijóo no refleja tanto un proceso de reconstrucción como una medida preventiva para frenar un posible cuestionamiento interno.
Una oposición basada en descalificaciones, sin propuestas concretas
Mientras agita el fantasma de un Gobierno en “inercia” y sin reformas, Feijóo omite que su partido no ha presentado ninguna propuesta legislativa ambiciosa en lo que va de legislatura. La promesa de “una alternativa preparada” queda vacía cuando no se acompaña de políticas públicas, reformas económicas o un modelo de país. En su lugar, el PP ha optado por una oposición marcada por la sobreactuación y el ataque personal, como muestran las declaraciones sobre los mensajes entre Sánchez y Ábalos o las comparaciones del presidente con “un pequeño dictador”.
Tampoco resiste el análisis su intento de capitalizar el feminismo a conveniencia. Critica que Sánchez se refiera a Pablo Iglesias como “maltratador”, una expresión discutible, sí, pero dicha en un contexto político y no judicial, mientras su partido convive en gobiernos autonómicos con formaciones que niegan la violencia de género. La incoherencia entre discurso y acción vuelve a dejar a Feijóo sin un terreno sólido desde el cual hacer oposición creíble.
Núñez Feijóo ha optado por radicalizar su discurso en un momento en que su liderazgo atraviesa una fase de desgaste. Su oposición se sostiene más en el ruido mediático que en el contenido político, y el Congreso que promueve parece pensado más para ordenar filas que para proponer soluciones reales al país. Mientras insiste en la debilidad de Sánchez, es el PP, y él mismo, quien aparece cada vez más necesitado de rumbo.