Feijóo no olía: la política sin manchas que perfuman los millones

El relato intachable de Feijóo se cocinó con subvenciones, contratos y silencio mediático en Galicia

04 de Junio de 2025
Actualizado el 05 de junio
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Feijóo no olía: la política sin manchas que perfuman los millones

Cuando Alberto Núñez Feijóo dio el salto a Madrid, lo hizo como si llegara flotando sobre una nube de incienso. Moderado, sereno, responsable. Pulcro. Parecía imposible encontrarle una arruga, una queja, una sombra. En Galicia, nadie había dicho lo contrario en voz alta. Al menos, no en los medios que realmente llegan al público. ¿Por qué? Porque a Feijóo, literalmente, ni le olían los pies.

No es que no pasaran cosas bajo su gobierno. Las hubo, y muchas: recortes, privatizaciones sanitarias, desplome del uso del gallego, conflictos laborales en la televisión pública, denuncias de manipulación informativa. Pero todo eso ocurrió como si no ocurriera, porque Galicia, durante sus cuatro mandatos, fue un desierto informativo donde las críticas no tenían megáfono.

La fórmula mágica, subvencionar el silencio

El secreto no estaba en la buena gestión, sino en una eficaz política de riego por goteo. Año tras año, la Xunta de Galicia repartió millones de euros en subvenciones a medios, campañas institucionales y convenios publicitarios. En 2024, solo La Voz de Galicia recibió más de 800.000 euros. La mayoría de los fondos se los reparten unas pocas cabeceras clásicas, en castellano, con buena sintonía con el poder.

En cambio, Nós Diario, el único diario en gallego, recibió apenas 32.913 euros. Un caso que ilustra bien la ecuación: por cada euro que apoya al gallego, quince premian al castellano. Todo ello bajo un Estatuto de Autonomía que obliga a promover el uso del gallego. En la práctica, se subsidia justo lo contrario.

No es censura clásica, pero se le parece. No hace falta presionar redacciones ni despedir periodistas incómodos. Basta con firmar cheques y esperar. El miedo a perderlos hará el resto. La autocensura funciona con una sola palabra clave: dependencia.

La prensa, bien peinada y callada

A Feijóo no le sacudieron los editoriales ni le arrinconaron las preguntas incómodas. Durante años, navegó sobre una balsa mediática construida con dinero público, donde todo olía a estabilidad, consenso y respeto institucional. Unos lo llamaban liderazgo. Otros, simple anestesia.

Las voces críticas quedaban al margen: algún blog alternativo, alguna publicación pequeña, algún profesional valiente en redes. Pero eso no mueve voto. Lo que lo hace son las portadas, los titulares, los telediarios, y todos esos estaban alineados.

Incluso la televisión pública, la CRTVG, dejó de ser un espacio informativo plural para convertirse en un tubo de escape del discurso oficial. Cuando los trabajadores comenzaron a denunciar manipulación, llegó el castigo: la Xunta eliminó los mecanismos legales que garantizaban su independencia. Después vinieron las huelgas, los apagones informativos, las protestas con camisetas negras. Pero ya era tarde. El relato ya estaba exportado a Madrid.

Feijóo, producto de Galicia S.A.

Así se construyó el mito. No con carisma, no con ideas, sino con millones, miedo y silencio. Una operación de marketing institucional que no figuró en ningún boletín oficial, pero que tuvo un coste altísimo: la pluralidad informativa de un país. Galicia dejó de ser incómoda. La política se volvió aséptica. Y el poder pudo pasearse descalzo, sin que nadie se atreviera a decir que olía raro.

Ahora Feijóo intenta vender su marca en el escaparate nacional. Pero el perfume del silencio no dura eternamente, y fuera de Galicia ya hay más narices atentas. El problema no es que oliera bien, sino que en casa nadie se atrevía a decir si olía mal.


 

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