Feijóo se ha vuelto a enredar con el asunto del aborto. Suele ocurrir cuando eres el líder de un partido que vive con un pie en el siglo XIX y otro en el siglo XXI. “El aborto es exclusivamente el derecho que tiene una mujer de acuerdo con la ley de su país y fuera de esa ley no puede producirse”, afirmó ayer. Toma sentencia a la gallega, toma ejercicio de malabarismo político. Digo mucho pero no digo nada. Me mojo, pero escurro el bulto. Estoy con las mujeres y al mismo tiempo con la Iglesia preconciliar, con la extrema derecha de Abascal, con Gallardo Frings y sus latidos fetales y con los anacrónicos y ultrarreaccionarios movimientos provida.
Pero vamos a ver, señor Feijóo, alma de cántaro, hombre de Dios, si el aborto es un derecho es un derecho con todas las de la ley, una conquista histórica de la mujer legalmente reconocida y avalada por el Tribunal Constitucional, que hace solo unos días ha dado luz verde a la ley de plazos de Zapatero 13 años después de que el Partido Popular la recurriera. Debería aclararse de una vez el líder de la derecha española porque ha entrado en una fase de nebulosa indefinición ideológica que terminará por confundir a los españoles, mayormente los que le votan. Y eso no es bueno para el negocio. Si está con la actual ley de plazos, tal como asegura, que deje de dar la matraca con un tema en el que, visto lo visto, no se siente cómodo. Y si está por ponerle el fonendoscopio a las mujeres, para atormentarlas, chantajearlas y disuadirlas de que ejerzan su derecho a la interrupción del embarazo, siguiendo la ideología medievalista de Vox, que lo diga y deje de marear la perdiz. Pero basta ya de circunloquios. Basta ya de retóricas y balbuceos incoherentes. Al final, con tanta contradicción, va a terminar dándole la razón a Abascal con eso de que el PP es la derechita cobarde. Échele valor a la cosa, hombre. Sea valiente. Posiciónese sin ambages al lado del derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo, como hace cualquier demócrata sensato, y rompa ya con postulados clericales más propios del Concilio de Trento que de una sociedad moderna y avanzada como es la España de hoy.
Dice el dirigente popular que el aborto es un derecho, pero no un derecho fundamental. Ahí se evidencia que no está puesto en los convenios internacionales. Nosotros se lo explicamos. Una reciente resolución del Parlamento Europeo (dictada en plena ofensiva antiabortista Trump en Estados Unidos y aprobada por una mayoría de 324 votos a favor, 155 en contra y 38 abstenciones) ha instado al Consejo de Europa a incluir el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE introduciendo una modificación del artículo 7 para dejar claro que “toda persona tiene derecho a un aborto seguro y legal”. Y por si fuera poco, el Comité de Derechos Humanos de la ONU ya ha dejado claro que la falta de disponibilidad de información y servicios de salud reproductiva, incluido el aborto, menoscaba el derecho de las mujeres a no ser discriminadas (por pura lógica, cualquier discriminación atenta contra los derechos humanos más básicos y elementales). O sea, que hasta en eso se ha quedado antiguo y desfasado el señor Feijóo. “No lee y no tiene a nadie que le lea. Debe leer más”, le aconseja el siempre fino analista Javier Aroca.
Si tenemos en cuenta que los convenios internacionales suscritos por España poseen rango de ley interna, el Gobierno PP-Vox de Castilla y León se estaría situando no solo contra la legislación vigente respaldada por el Tribunal Constitucional, sino contra la legalidad internacional, cuando baraja la posibilidad de incluir protocolos antiabortistas en la Sanidad pública.
Está claro que el error de Feijóo ha sido acatar públicamente la sentencia del Alto Tribunal que autoriza la ley de plazos. El líder popular dijo que aceptaba el fallo, que era tanto como tragar con la normativa socialista, y al minuto salieron los puritanos del ejército de salvación nacionalcatolicista para ponerlo contra la espada y la pared. Cada vez que Núñez Feijóo saca a pasear su lado más moderado y conciliador los poderes fácticos le dan un garrotazo como a ese frágil guiñol al que otros le mueven los hilos por ahí arriba. Los poderes fácticos que le hacen temblar las piernas al dirigente popular cada vez que se pone en plan demócrata no son otros que las asociaciones provida, los obispos ultras y sobre todo Vox, que no pierde la oportunidad de erosionar al PP para robarle votos por la derecha. Las contradicciones de Feijóo solo se explican por la extorsión ideológica a la que es sometido cada día por el flanco ultraderechista y sus gacetilleros mediáticos. Hasta Borja Sémper, el supuesto progre Sémper elegido por el jefe para darle una pincelada moderada a la campaña electoral, sale escaldado de esta batalla del aborto, ya que queda como una voz que predica en el desierto frente a los duros, que a fin de cuentas son los que mandan en el partido.
La indefinición en política es letal. El votante no soporta los bandazos, síntoma de debilidad. Hasta Ayuso ha sido más clara y contundente que el jefe en este asunto al pedir que las embarazadas de 16 y 17 años tengan derecho a abortar sin el consentimiento de sus progenitores. A Feijóo le llueven palos por todas partes, de fuera y dentro. Este no llega a las elecciones.