Feijóo teme que salgan acosadores como setas en su propio partido

El líder popular se ve obligado a activar el protocolo antiacoso tras la denuncia contra un senador popular

29 de Octubre de 2024
Actualizado el 30 de octubre
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Feijóo en una imagen de archivo.
Feijóo en una imagen de archivo.

Prosigue la investigación de la periodista y escritora Cristina Fallarás, que tras liquidar a Íñigo Errejón y probablemente dar un vuelco a la historia de España, se ha propuesto acabar hasta con el último misógino de este país. La mujer que ha puesto en marcha un chat de denuncias para que toda aquella víctima de violencia machista pueda hacer valer su voz, contribuyendo a la “construcción del relato”, dice tener en su poder “más de mil mensajes” comprometedores (hace solo unos días no llegaban a la veintena) sobre abusos de supuestos maltratadores. Otro terremoto como para poner el país patas arriba se atisba en el horizonte.

La mayor parte de estas comunicaciones son denuncias anónimas, mujeres que, por miedo o vergüenza, no se atreven a dar el paso de llevar ante un juez al hombre que las violó. Sin embargo, Fallarás dice contar con un dato definitivo y letal: los machirulos que campan a sus anchas no solo están en la izquierda podemita o yolandista, también en el “PSOE, Vox, PP, PNV, la CUP” y en el mundo de la cultura y el periodismo. Lo cual viene a confirmar, con datos empíricos que, tal como sospechábamos, violadores los hay en todas partes, en la derecha y en la izquierda, en la alta intelectualidad y entre las clases sociales menos formadas, en las élites y en el pueblo llano. El machismo es estructural y endémico y se da tanto en las sociedades democráticas avanzadas posindustrializadas como en los sistemas autoritarios (en estos, quizá todavía más).

Las revelaciones de la Fallarás, una Van Helsing que va cazando vampiros, demonios y depredadores sexuales en la Transilvania madrileña, hacen temblar a las derechas, porque si en las izquierdas hay manzanas podridas, en ese submundo reaccionario y retro (donde se siguen idolatrando las tradiciones más añejas, íntimamente vinculadas al poder macho y taurino) hay un campo entero de pomáceas en descomposición. Ayuso no debería jactarse de la caída de Errejón, que en realidad es el derrumbamiento de una manera de entender la nueva izquierda desde un feminismo impostado. Como buena frutera que es, la presidenta de Madrid debería saber que una manzana puede presentar un aspecto fresco, terso y saludable por fuera, mientras que por dentro se corroe, se ennegrece, está picada. No hace falta ser un experto en el tema para sospechar que más pronto que tarde veremos desfilar por la pasarela de la infamia a señoros bien, señoros de traje y corbata que van de dignos, señoros que dan lecciones de ética y moralidad cuando tienen mucho que callar. La hipocresía es el manual político de nuestros días.

Hace apenas unas horas, el PP ha tenido que activar, a toda prisa (nunca le han prestado demasiado atención), el protocolo interno antiacoso después de que Alvise Pérez, líder de Se Acabó la Fiesta, publicara mensajes de mujeres contra el senador y alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, según publica El Periódico de Cataluña. “Ayer sale en una red [social] una referencia a un senador nuestro y automáticamente hablamos con él y automáticamente se aclara este asunto, porque sabemos que esto puede ocurrir”, asegura el líder del PP en el programa de Federico, donde advierte de que “nadie pone la mano en el fuego por nadie”. De momento, el PSOE ya ha pedido la dimisión fulminante y que se actúe con tanta contundencia como lo ha hecho Yolanda Díaz con Íñigo Errejón. Como si oyeran llover. En el PP son conservadores y les cuesta avanzar en las cuestiones humanas más elementales, a pesar de que el movimiento Me Too ibérico se propaga como la pólvora por todo el país.

Haría bien Feijóo en no tratar de hacer política basura o electoralista con un asunto de Estado tan delicado. Porque basta con que saque pecho de que los abusadores están en otros partidos y no en el suyo para que le salgan machirulos como setas. El líder popular dice que Sumar es una jaula de grillos que afecta al Gobierno tras los casos de violencia sexual, pero mucho nos tememos que los grillos enloquecidos le van a ir saliendo, poco a poco, en su casa. Y no es que seamos pitonisos o agoreros o más listos que nadie, sino que nos remitimos a cómo el PP suele gestionar todo este asunto de la igualdad entre mujeres y hombres. Si bien es verdad que el partido sigue jugando, de cara a la galería, al postureo de condenar todo tipo de terrorismo machista, no se puede negar que ha coqueteado fatalmente con la ideología ultra de Vox, que a estas alturas del siglo XXI sigue negando la violencia machista. Incluso al propio Feijóo le ha salido, alguna que otra vez, la vena patriarcal, como cuando calificó de “divorcio duro” los malos tratos, condenados por sentencia firme, de un político valenciano a las órdenes de su socio Abascal.

No está el jefe del PP para dar lecciones de igualdad a nadie, y mucho menos a Sumar, una formación política que lleva el feminismo en el primer punto de su programa electoral (con letras de oro), de ahí que desconfiemos de los protocolos y de la aparente buena fe del gallego aspirante a la Moncloa en la lucha contra esta lacra. Si Feijóo quiere hacer algo bueno por el país, más allá del trumpismo ayusista que empieza a gangrenar su partido, que pacte con las demás fuerzas un gran pacto de Estado contra el acoso y la violencia de género. El problema es que este hombre ya no engaña a nadie, sabemos cómo se las gasta y cuál es su forma de hacer política. Propaganda, retórica hueca y una buena dosis de demagogia populista. Ante el micrófono se le llena la boca de pureza frente al machismo, mientras en Génova a más de uno quizá no le llega la camisa al cuello pensando en ese momento fatal en que le tocó el culo, sin consentimiento, a una mujer.

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