14 de abril: la semilla de la República aún florece

Celebrar la República es mirar hacia adelante con los pies en la historia

14 de Abril de 2025
Actualizado el 15 de abril
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14 de abril: la semilla de la República aún florece

Cada año, cuando llega el 14 de abril, algo se agita en la conciencia colectiva de quienes defienden que la historia no se resigna al silencio, y que el futuro aún puede escribirse con la tinta de la dignidad. Es un día que no es festivo en los calendarios oficiales, pero sí lo es , y profundamente, en el alma de muchas personas. Porque el 14 de abril no es solo una efeméride: es un símbolo. Es la memoria de un país que un día se atrevió a soñar con ser más justo, más libre, más igualitario.

Fue un martes, aquel 14 de abril de 1931. La primavera temblaba en las calles, y una multitud esperanzada llenaba plazas y avenidas con gritos de júbilo y banderas tricolores. Aquella mañana, España amanecía monárquica y se iba a dormir republicana. No por la fuerza, sino por la voluntad popular. Porque el pueblo, cansado de una monarquía decadente, corrupta y ajena a los problemas reales de la gente, había hablado en las urnas. Y lo que dijo fue claro: "queremos Repúblic"a.

Y así nació la Segunda República Española, un proyecto político, social y ético que no fue perfecto, pero sí profundamente valiente. Fue un intento serio y decidido de construir un país donde la justicia no fuese un privilegio, sino un derecho. Donde la educación no estuviese reservada a las élites, sino al alcance de todos los niños y niñas. Donde la mujer empezara a ser reconocida como ciudadana de pleno derecho. Donde la Iglesia no dictara las leyes, y donde el Ejército no se creyera por encima del poder civil.

La República fue una apuesta clara por la modernidad, la cultura, la igualdad y la paz. Se construyeron miles de escuelas, se promovió la lectura, se avanzó en derechos sociales, se impulsó una reforma agraria para devolver la tierra a quien la trabajaba, y se estableció la laicidad del Estado como una de sus piedras angulares.

Los enemigos no tardaron en reaccionar. Y el sueño republicano fue combatido con saña desde el primer día. Las viejas élites, los poderes económicos, la jerarquía eclesiástica, el ejército golpista... todos ellos vieron en la República una amenaza, no porque fuese violenta, sino porque era profundamente transformadora.

En 1936, el golpe de Estado liderado por Franco, respaldado por los fascismos europeos, no solo fue contra un gobierno legítimo, sino contra todo un modelo de país. Lo que vino después fue una guerra cruel y una dictadura que durante 40 años intentó borrar no solo a la República, sino incluso la posibilidad de imaginarla.

Pero no lo consiguieron. Porque la República no es solo una forma de Estado: es una cultura política, una ética cívica, una forma de mirar el mundo. Es la convicción de que nadie debe tener privilegios por nacimiento. De que la soberanía reside en el pueblo. De que el poder debe servir y no dominar. De que la justicia social no es una utopía, sino una obligación.

Hoy, en pleno siglo XXI, cuando en España sigue vigente una monarquía heredada del franquismo, impuesta sin referéndum, con escándalos de corrupción, opacidad y desconexión de la ciudadanía, hablar de República no es una mirada al pasado: es un acto de futuro.

Frente al conformismo, el 14 de abril nos recuerda que el pueblo tiene derecho a elegir. Que una democracia madura no puede tener una jefatura de Estado basada en la sangre, sino en las urnas. Que no hay reconciliación sin memoria, ni justicia sin verdad.

Hoy, la bandera tricolor sigue ondeando, no solo en mástiles, sino en corazones, como símbolo de quienes no se resignan. De quienes piensan que este país puede ser mejor. Más justo. Más igualitario. Que el Estado debe garantizar la educación, la sanidad, la vivienda, y no ser cómplice de los grandes poderes económicos. Que la voz del pueblo no debe escucharse solo cada cuatro años, sino ser parte constante de la vida política.

Ser republicano hoy es defender la dignidad. Es creer en una democracia real, participativa, transparente. Es luchar contra el olvido, contra la impunidad de quienes aún yacen en fosas comunes sin nombre. Es alzar la voz por quienes dieron su vida defendiendo la libertad.

Por eso, cada 14 de abril, no solo se recuerda, se reivindica. No se celebra una nostalgia, sino una esperanza. No lloran una derrota, sino que continúan caminando hacia la victoria de los valores que un día, en 1931, se atrevieron a florecer.

Porque la República no ha muerto. La República es lo que aún está por venir. Y en cada gesto de justicia, en cada acto de memoria, en cada bandera tricolor, la República vive.

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