Cada cosa que hace y dice Feijóo da votos a Vox

La extrema derecha crece y medra gracias a la decadencia del principal partido conservador y a los errores estratégicos de su líder

23 de Julio de 2025
Actualizado a las 12:16h
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Alberto Núñez Feijóo con su nuevo equipo
Alberto Núñez Feijóo con su nuevo equipo

Vox sube como la espuma en las encuestas y en Génova saltan todas las alarmas. Es evidente que la estrategia de Feijóo, de momento, no ha servido para desalojar a Sánchez de la Moncloa, pero está haciendo grande al partido de Santiago Abascal. Un crack el gallego.

¿Qué está haciendo mal el dirigente conservador para que el bumerán antisocialista se esté volviendo en su contra? Todo. Cada decisión que toma empeora aún más la situación de nuestra democracia; cada comentario o declaración que hace es un subidón demoscópico para los nuevos fascistas posmodernos. Y no será porque no se lo están advirtiendo. Desde diversos ámbitos políticos, financieros y mediáticos llevan años diciéndole a Alberto que compadrear con Vox es un auténtico desastre para el partido, para el sistema, para todos nosotros. Se lo han sugerido, por activa y por pasiva, Von der Leyen, Manfred Weber y hasta el Financial Times, la Biblia liberal faro y guía del conservadurismo europeo.

Pero si bajamos a lo concreto, confirmaremos la tesis que da pie a este artículo. Política migratoria, por ejemplo. Por momentos, el discurso de Feijóo es idéntico al de Abascal, tanto que cuesta trabajo distinguirlos. Ha apostado por las deportaciones masivas, ha votado en contra de iniciativas parlamentarias por la integración étnica y religiosa, se ha opuesto a la política de reparto por cuotas, ha pedido la revisión de las “paguitas” para extranjeros y hasta ha fantaseado con la idea de cerrar la frontera sur en Ceuta y Melilla, en plan muro de México, tal como propone Trump. Solo le ha faltado invitar a Sánchez a que coja a todos los “menas” que andan sueltos por la calle y se los lleve a su casa en Moncloa, si es que tanto le preocupa la situación de los menores migrantes no acompañados. Todo lo que ha dicho Feijóo hasta la fecha sobre el complejo asunto demográfico desprende un fuerte tufo a xenofobia y hasta se ha permitido poner a García Albiol, el sheriff de Badalona, el de la leña al mantero, a dirigir el reciente Congreso Nacional del PP, organizado supuestamente para consumar la refundición con el mundo ultra y racista de Vox. Si comparamos el programa de los populares con el de la formación de Abascal, incluso con el de Aliança Catalana, el proyecto independentista, nacionalista y xenófobo liderado por Sílvia Orriols, veremos que son como gotas de agua. Con eso está todo dicho.

El asunto migratorio se ha convertido en una patata caliente que Feijóo no sabe cómo enfriar, pero hay otras materias donde también está perdiendo terreno (y votantes) respecto a Vox. La política económica y social, sin ir más lejos. Ambos partidos apuestan por una reducción de impuestos (sobre todo a los ricos), por un menor intervencionismo estatal (con privatizaciones a destajo de los servicios públicos como la Sanidad) y por recortes en prestaciones sociales. Todavía no han llegado al punto de decir que quien quiera pensiones que se las pague, pero todo se andará. Hoy por hoy, el programa económico del PP feijoísta está más cerca de las ideas de Trump (incluso de la motosierra Milei) que de los postulados en defensa del Estado de bienestar.

Y luego hay conceptos, fetiches, manías o lugares comunes que se repiten, con exactitud milimétrica, en ambos grupos políticos, como la obsesión por la unidad de la patria, el miedo a los okupas (un bulo inventado por Vox y asumido por los populares), la santa cruzada por la propiedad privada en constante amenaza, el fanatismo antiabortista, el nacionalcatolicismo a ultranza, el pin parental en las escuelas (comparten alergia a las clases de educación sexual, la ideología de género y el término violencia machista) y el rechazo visceral a la memoria histórica (en Vox son declarada y públicamente franquistas, en el PP también, aunque más de puertas para adentro, en privado, en la intimidad). La similitud de contenidos y propuestas es tan coincidente, tan clónica o simbiótica, que a menudo lleva a Feijóo a la esquizofrenia, incluso a un preocupante desdoblamiento de personalidad, como cuando jura y perjura que no dará ni un paso atrás en la lucha contra el terrorismo patriarcal y al mismo tiempo pacta con el supremacismo macho y negacionista del feminismo de Vox, mostrando la mayor sensibilidad con un condenado por maltratar a su mujer, a quien defendió y justificó porque tuvo un “divorcio duro”.

Por si fuera poco, el dirigente genovés ha iniciado una campaña agresiva contra la corrupción del sanchismo que tampoco está dándole el resultado apetecido, ya que él tiene más ranas que nadie en su charca putrefacta. Así, cuando sube a la tribuna de las Cortes a afearle los prostíbulos al presidente del Gobierno, ya crecido, sacando pecho y como adalid de la regeneración, va y le sale el narco Dorado, el del yate, y le corta todo el rollo al recordarle su entrañable amistad, aquellos viajes a Estoril, Ibiza y los Picos de Europa, las Nocheviejas en familia, todo a gastos pagados. Y cuando arremete contra el Gobierno por el caso Koldo y el encarcelamiento de Santos Cerdán, va y le estalla el caso Montoro en las narices y tiene que callar, moderarse y hacer mutis por el foro. Más desafección ciudadana, más antipolítica, más rabia popular contra el sistema que canaliza Vox.

Tenemos datos suficientes para concluir que el plan que ha trazado el mal estratega Feijóo, consistente en no perder el voto fanatizado y hooligan, no le está funcionando, en todo caso está dando aire al proyecto de Abascal, a quien el electorado más cafetero y ultra ve como el auténtico hombre fuerte, renovador y salvapatrias frente al gallego del PP copiota y sin imaginación que pretende robarle las ideas. De ahí que no tengamos más remedio que concluir, mal que nos pese, que cada cosa que hace y dice Feijóo no hace sino darle votos a Vox.   

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