Juan Lobato está dispuesto a acudir al Congreso Federal del PSOE de Sevilla pese a que muchos en el partido lo miran ya como un apestado. Irse a un notario para cubrirse las espaldas por los correos de Fiscalía sobre el novio de Ayuso no ha gustado en Moncloa. Se ha visto como una cobardía en medio del temporal, como una deslealtad, como un gesto de alguien de poco fiar. Ningún político que sea percibido como una especie de traidor paranoico que anda con dosieres y de notarios de acá para allá puede seguir ni un minuto más en la primera línea de la política. No inspira confianza, no es creíble, resulta sospechoso. Ayer mismo, el líder socialista madrileño tuvo que salir a la palestra, ante los periodistas, para tratar de justificarse (quizá para hacerse un Aldama y enviarle el recadito a Sánchez de que él también tiene una manta de la que tirar). Sin embargo, su denuncia de que es víctima de un “linchamiento público” por parte de ciertos compañeros del ala sanchista solo sirvió para firmar su acta de defunción.
A esta hora, Lobato sigue confirmando su presencia en el Congreso Federal en calidad de máximo dirigente de los socialistas madrileños. Otro autoengaño, otra autoficción, ya que será como un fantasma de pasillo, un muerto entre los vivos. ¿Qué pinta este muchacho allí? Desde luego, ponencias políticas, pocas. No le van a dejar pisar el escenario. Eso sí, como turista accidental se pueden hacer muchas cosas en Sevilla, como visitar la Giralda, la Torre del Oro y el parque de María Luisa. Por ahí, todavía puede aprovechar el fin de semana. Pero más allá de eso, una soberana pérdida de tiempo. Cuando el emperador monclovita desenfunda la cimitarra no hay perdón. Ruedan cabezas.
Cabe pensar que el candidato a defenestrado Lobato quiera emular los pasos de Sánchez tras aquel convulso comité de 2016, cuando subió a su viejo Peugeot y emprendió la reconquista del partido después de que los barones le dieran matarile. Ahí tendríamos dos vidas paralelas, como las de Plutarco. El problema es que Lobato no es Sánchez. Ni tiene su mentón de Supermán, ni cuenta con el respaldo de las bases, ni ha escrito un libro bajo el título de Manual de resistencia. Así que es muy probable que no le salga bien la jugada y solo le quede una salida digna: la dimisión.
El periodista Antonio Maestre lo tiene claro. “A la notaría se llevan cosas para usarlas; si no quieres usarlas, las dejas en el móvil o las borras”, concluye el analista. ¿Es Lobato un colaboracionista de la misma Justicia del PP que ha imputado al fiscal general del Estado? En ese caso no hablaríamos de miedo a los correos del novio de Ayuso, sino de traición, lo cual es todavía más grave. El tiempo lo aclarará todo. Bien mirado, lo que el PSOE ha hecho con el líder socialista madrileño no es más que una destitución en diferido. Estaba sentenciado desde hace meses, había un movimiento para sustituirle. Y no porque pueda hacerle sombra a Sánchez, que eso es una solemne estupidez de los periódicos de la caverna, sino porque ya no se le ve como una alternativa seria y potente para desbancar a Ayuso en Madrid. En todos estos años, ni siquiera ha sido capaz de articular una alternativa al ayusismo. Las políticas muy de izquierdas no van con él y se ha limitado a copiar las de Ayuso para robarle algún votante desencantado. Así las cosas, a Lobato se le ha terminado considerando una eterna promesa que no termina de cuajar. Y ese cartel de perdedor es demasiado pesado para llevarlo en una comunidad tan importante como Madrid. En los últimos días incluso se han empezado a barajar nombres para su recambio. Óscar López es quien tiene todas las papeletas, descartando los descabellados rumores que especulan con la posibilidad de que Zapatero tome el mando para plantarle cara de verdad a la diva de Chamberí.
Todo esto se escenificará en el Congreso de Sevilla, donde va a haber más zapaterismo que felipismo. De hecho, se da por seguro que Felipe González no acudirá, lo que supondría una ausencia histórica. En el Congreso de Valencia, el PSOE trató de proyectar la imagen de unidad entre sanchistas y felipistas. Pero esa puesta en escena tardó poco en disolverse como un azucarillo, exactamente el tiempo que le llevó a Felipe coger un micrófono (y no solo el de las hormigas de Pablo Motos) y empezar a largar contra la amnistía, contra los pactos con Sumar y Esquerra, contra la financiación de Cataluña y contra todo lo que oliese a Pedro Sánchez. Lo último que ha dicho el Copito de Nieve del socialismo español, hace solo unos días, no deja lugar a dudas sobre la cruenta batalla que se está librando: “Se puede y se debe cambiar de opinión, pero que tener que rectificar a diario es de necios”. Y añade: “Una cosa es pactar la gobernabilidad y la otra es hacerlo de manera mercenaria solo para seguir en el poder”. Llamarle tonto y ventajista, en la misma oración, ha terminado por encolerizar a Sánchez, que ha decidido cortar por la sano.
Precisamente para eso ha convocado el líder el Congreso Federal de esta semana, para terminar de fumigar el felipismo y para acelerar cambios y nuevos liderazgos territoriales de cara a lo que queda de legislatura. Y en ese plan, Lobato jugaba un papel secundario: el de prescindible purgado. Él se ha defendido denunciando que le quieren hacer el vacío, “moverle la silla”, y es evidente que su visita al notario tiene mucho que ver con ese miedo a que lo laminen. En cuanto esos correos sobre el novio de Ayuso (remitidos desde Fiscalía o desde Moncloa, habrá que verlo) cayeron en sus manos, constató que aquello era una bomba de relojería para él, incluso más que para la propia pareja de la presidenta madrileña. ¿Tráfico de datos fiscales de un contribuyente? Lobato empezó a sudar, pensó que alguien quería jugársela y salió corriendo al notario para dejar claro que él no tenía nada que ver con ese tipo de tejemanejes. Lobato tiene pinta de buen chico limpio y aseado, y quizá por eso no valga para esto de la política, que es un lodazal que ni el de la riada de Valencia. Lobato, con sus buenas maneras y su estilo educado de vendedor de El Corte Inglés, no echa a Ayuso de Sol ni en cien años. Y esa idea ha terminado por impacientar a Sánchez.
Los felipistas no van a tolerar que Moncloa quiera avanzar hacia un “intento de control” absoluto del partido. Page y Lambán ya no están solos. Tudanca, Gallardo y Barbón han alzado su voz contra el sanchismo en los últimos tiempos. También el propio Lobato, y por eso estaba en la lista negra. De Sevilla va a salir una nueva propuesta ideológica de renovación del PSOE: batalla sin cuartel contra la extrema derecha y giro a la izquierda radical. Lo que ha hecho Lobato en todo este embrollo del caso Amador orquestado por MAR ha sido un suicidio político. Pero no lo echan por irse al notario, sino por poco eficaz, por poco efectivo en las elecciones. Estaba sentenciado, querían quitárselo de en medio y este ha sido el momento más propicio. Así trabajan los sicarios de Ferraz.