En las rías gallegas, donde el mar ha sido durante siglos fuente de sustento y orgullo, se alza ahora una preocupación creciente: la contaminación por plásticos. Este problema ambiental, exacerbado por recientes vertidos de péllets de plástico en prácticamente todo el litoral gallego, ha generado una calma tensa en el sector marítimo. La comunidad pesquera se encuentra dividida entre la alarma y la minimización del problema. Sin embargo, lo que resuena es un unísono clamor contra la inacción de la Xunta de Galicia.
Santiago Cruz, líder de la cofradía de Noia, es una voz destacada en esta lucha. Consciente del daño que los microplásticos pueden causar en el ecosistema marino, ha movilizado a sus colegas para limpiar las playas y zonas de marisqueo. Su preocupación es palpable: la contaminación no solo representa una amenaza inmediata, sino también un peligro latente que podría perdurar y agravarse con el tiempo.
El impacto de esta crisis no se limita a las aguas: repercute directamente en la economía y el estilo de vida de las comunidades costeras. En lugares como Noia, famosos por su almeja de alta calidad, el temor a la contaminación es inminente. La Xunta de Galicia, según los afectados, ha fallado en proteger estos recursos valiosos, mostrando una falta de estrategia efectiva en políticas medioambientales.
Contrastando con esta postura, algunas cofradías como la de Porto do Son adoptan una visión más apaciguadora, sugiriendo que la situación es más mediática que perjudicial. Sin embargo, incluso en estas áreas, existe la preocupación de que la percepción de contaminación pueda dañar la imagen y la comercialización del marisco y pescado gallego, productos de alta estima y vital importancia económica.
Más allá del sector pesquero
Más allá del sector pesquero, las consecuencias de esta marea plástica se extienden aquienes reparan las redes de pesca, y a los mercados locales, donde la preocupación por una posible caída en las ventas se cierne pesadamente. Este escenario refleja un descontento más profundo y arraigado en el sector marítimo, exacerbado por incidentes pasados y la sensación de ser perpetuamente ignorados por las autoridades.
El hartazgo y la desesperación son palpables entre los trabajadores del mar, quienes ven en este vertido no solo un desafío ambiental, sino también un símbolo de la crisis sostenida en el sector. La Xunta de Galicia, en su aparente indiferencia, no solo enfrenta la crítica por su gestión de esta crisis, sino por su falta de apoyo continuado al sector pesquero, un pilar de la identidad y economía gallega.
Mientras los pescadores y otros trabajadores del mar se esfuerzan por mitigar los daños y proteger su modo de vida, la necesidad de una acción decidida y efectiva por parte de la Xunta es más evidente que nunca.