Lo de Rato sí es un caso de corrupción, y no el máster de Begoña Gómez

La Justicia se muestra benevolente con el todopoderoso vicepresidente de Aznar autor del llamado "milagro español"

23 de Diciembre de 2024
Actualizado a las 11:04h
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Rodrigo Rato al entrar en prisión.
Rodrigo Rato al entrar en prisión.

Estos días en que la derecha política y judicial trata de crear la ficción de que vivimos en un país con un Gobierno podrido de corrupción vuelve a la primera página de los periódicos Rodrigo Rato, aquel todopoderoso ministro del PP a quien se calificó como “autor del milagro español” y que terminó ante la Justicia por múltiples causas. La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado al exvicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato a cuatro años, nueve meses y un día de cárcel por tres delitos fiscales, un delito de blanqueo de capitales y corrupción entre particulares, así como una multa de más de 2 millones de euros, y el pago de 568.413 euros a Hacienda. Esto sí que es un caso de corrupción como una catedral, y no el máster de Begoña Gómez, una causa a la que el juez Peinado no termina de encontrarle indicios ni pruebas de tráfico de influencias.

Sin embargo, llama la atención que, una vez más, la Justicia se haya mostrado benevolente con el poderoso, con el delincuente de guante blanco o de altos vuelos. En efecto, el fallo, según fuentes jurídicas, queda muy lejos de la petición de la Fiscalía Anticorrupción, que atribuía a Rato once delitos fiscales, blanqueo de capitales y corrupción en los negocios, y pedía para él 63 años de cárcel y 42,4 millones de euros de multa, además de una indemnización de 7,75 millones para la Agencia Tributaria, informa Efe. Lo de Rato es un gravísimo caso de corrupción, acentuado por el hecho de que hablamos de uno de los personajes que más poder ostentaron durante el aznarismo. Los jueces tendrían que haber sido duros con él precisamente por el cargo que representaba, por su proyección internacional y, lo que es aún más importante, por el daño irreparable que le ha causado a la democracia. Pero, lamentablemente, una vez más, la Justicia ha sido blanda o tolerante con un político del PP.

Cabe preguntarse qué hubiese ocurrido si, en lugar de llamarse Rodrigo Rato, el condenado se llamara Fulanito Pérez o aún peor, Pedro Sánchez. Probablemente en ambos casos le habría caído la pena máxima al reo. En el primer supuesto por tratarse de un anónimo ciudadano que no supone un peligro para nadie; en el segundo porque al presidente se le odia en el estamento judicial por socialista podemita e ilegítimo y sobre todo porque están esperando el momento propicio de meterle la perpetua y sacarlo de Moncloa.

Nos encontramos, sin duda, ante un caso escandaloso. Que a este señor, santo y seña de los Gobiernos de Aznar, se le despache con una pena testimonial es algo que dice muy poco y muy malo de nuestro Estado de derecho de baja intensidad. El propio Rato, con su silencio ante los periodistas tras conocer el fallo, nos da la medida del enjuague bochornoso que se ha perpetrado aquí. El exvicepresidente se acercó a la sede de la Audiencia Provincial de Madrid a recoger su sentencia, dado que la notificación era personal y no se le podía sustituir. A la llegada, tras ser preguntado qué esperaba de la resolución, se ventiló a los periodistas con un “que lo pasen ustedes bien” y felices fiestas. A su salida, tras conocer el fallo, también declinó atender a los medios de comunicación. Mutis por el foro y a vivir la vida. En España, la corrupción sale gratis.

El fallo

Respecto de los delitos fiscales de Rato, la Sala lo absuelve de los relativos a los ejercicios 2005, 2007, 2008, 2009, 2010, 2011, 2012 y 2015, pero le condena por lo relativo a dónde estaba su residencia fiscal durante su mandato como director gerente del FMI, ya que la Audiencia considera que seguía manteniéndola en España (pese a que la sede del organismo está en Washington), donde estaba obligado a presentar sus declaraciones fiscales. En la sentencia, de 1.232 folios y que todavía no se ha hecho pública, el tribunal, presidido por la magistrada Angela Acevedo, señala también las dilaciones indebidas por el tiempo que ha durado el proceso, iniciado en 2015.

Pero más allá del cambalache judicial que se ha producido aquí, cabría hacer una consideración sobre el momento político que vivimos. Ahora que el PP se empeña en crear el ambiente de putrefacción total en el PSOE (tratando de devolvernos a los años noventa del felipismo decadente) es buen momento para recordar que el fenómeno de la corrupción, hoy por hoy, afecta más a la derecha que a la izquierda. Tratar de comparar el caso Koldo o el caso Begoña Gómez con la trama de corrupción generalizada y sistémica que corroe a Génova 13 desde hace más de un lustro resulta sencillamente patético. Es cierto que Sánchez tiene un grave problema con el exministro Ábalos, pero no es menos cierto que el PSOE ha apartado del partido, de inmediato, al exdirigente socialista, que hoy por hoy sigue aislado en el Grupo Mixto. Ábalos ya no es nadie en el partido socialista, una situación que contrasta con la gestión que el PP ha venido haciendo de las diferentes tramas o causas abierta por corrupción.

Ferraz ha sacado la manzana podrida del cesto con celeridad, eso es un dato empírico, incluso antes de que el exministro de Transportes sea procesado; en Génova, sin embargo, se ha mantenido a corruptos en el poder nacional y autonómico, en el Parlamento, en el Senado y en los ayuntamientos, todos ellos amparados y protegidos por la dirección nacional del partido durante años. Y no solo eso, para la historia quedará aquel día en que Mariano Rajoy, tras estallar el caso Gürtel y la catarata de asuntos que se le venía encima, dijo aquella frase para la historia de que “esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP”. No todos son iguales.

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