Más de treinta causas por corrupción siguen persiguiendo al Partido Popular después de cinco años. El ejercicio que se cierra ha conocido al menos 30 sumarios como Gürtel, Lezo, Púnica, Erial, Taula, Tándem y otros con varias decenas de exdirigentes populares procesados.
Ahora que el PP se empeña en crear el ambiente de putrefacción total en el PSOE (tratando de devolvernos a los años noventa del felipismo decadente) es buen momento para recordar que el fenómeno de la corrupción, hoy por hoy, afecta más a la derecha que a la izquierda. Tratar de comparar el caso Koldo o el caso Begoña Gómez con la trama de corrupción generalizada y sistémica que corroe a Génova 13 desde hace más de un lustro resulta sencillamente patético. Es cierto que Sánchez tiene un grave problema con el exministro Ábalos, pero no es menos cierto que el PSOE ha apartado de inmediato al exdirigente socialista del partido, que hoy por hoy sigue aislado en el Grupo Mixto. Ábalos ya no es nadie en el partido socialista, una situación que contrasta con la gestión que el PP ha venido haciendo de las diferentes tramas o causas abierta por corrupción. Ferraz ha sacado la manzana podrida del cesto con celeridad, eso es un dato empírico, incluso antes de que el exministro de Transportes sea procesado; en Génova, sin embargo, se ha mantenido a corruptos en el poder nacional y autonómico, en el Parlamento, en el Senado y en los ayuntamientos, todos ellos amparados y protegidos por la dirección nacional del partido durante años. Y no solo eso, para la historia quedará aquel día en que Mariano Rajoy, tras estallar el caso Gürtel y la catarata de asuntos que se le venía encima, dijo aquella frase para la historia de que “esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP”.
La forma en que el PSOE y el PP están enfrentándose a asuntos turbios es radicalmente opuesta, distinta. Los socialistas han puesto el listón muy alto, tolerancia cero con los corruptos, mientras que los populares han escondido la cabeza debajo del ala, han mirado para otro lado, han sido condescendientes e incluso han defendido a sus imputados pagándoles los abogados con dinero del partido.
Desde Ferraz se asegura que no dan crédito a que el PP, símbolo de la época de los “SoPPrano” (ironizan), salga a dar lecciones dando credibilidad a las denuncias por soborno contra los socialistas del empresario Víctor de Aldama cuando es el propio partido conservador quien acumula decenas de casos abiertos en los tribunales. En un documento interno del partido, enumeran las más de 30 causas que actualmente el PP tiene sobre la mesa por presunta corrupción vinculada a los suyos o a su entorno. “La tarea de aglutinar en un mismo documento todas las causas pendientes del Partido Popular en los juzgados es ingente, por la cantidad y la dispersión en diferentes tribunales. Puede que en la siguiente relación haya alguna causa desactualizada, aunque hemos tratado de comprobar todas y cada una con diferentes fuentes”, añaden desde Ferraz antes de exhibir una enorme tabla con los nombres, la causas y el estado de instrucción en el que se encuentran los diferentes procedimientos contra los populares.
Son muchos los sumarios conocidos y variopintos que van desde Alberto González Amador, pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, hasta las piezas separadas de Kitchen, Gürtel, Púnica, Tándem, Lezo o Novo, entre otras muchas, informa El Plural.
El estilo PP consiste en negarlo todo, pero también en defender al corrupto como si se tratara de una organización más parecida a Cosa Nostra que a una fuerza política democrática. Pero fue, sin duda, Mariano Rajoy, quien hizo más esfuerzos y malabarismos retóricos para dar amparo al compañero de partido mangante o “chorizo”. Uno de los trucos más utilizados por el exdirigente popular consistió en mentir descaradamente. “Quiero dejar claro que el partido no ha recibido ni un solo euro de las personas implicadas en el asunto que nos ocupa”, dijo Rajoy. Hoy el PP es el primer partido condenado por corrupción de la democracia (en este caso como partícipe a título lucrativo), e incluso se ha llegado a demostrar que pagó la reforma de su sede con dinero negro. Pese a ello, Rajoy insistió una y otra vez en defender lo indefendible: “Quiero dejar claro que el partido no ha recibido ni un solo euro de las personas implicadas en el asunto que nos ocupa”.
Otra evasiva habitualmente empleada por el PP cuando se ve en apuros con la Justicia tiene que ver con la falsa promesa de regeneración. En realidad, es una mentira más, el PP jamás ha acometido medida alguna para acabar con la corrupción en su seno, más allá de aprobar un código ético que nadie cumple. “Quiero afirmar, y el comité ejecutivo también, la honorabilidad de nuestro partido. Y si algún militante del partido hubiera hecho algo reprochable, quiero decirles a ustedes que actuaremos con toda la contundencia”, dijo Rajoy en su momento. Otra falacia más. A día de hoy, no se conoce el caso de un político del partido que haya sido duramente castigado tras ser cazado en alguna trapacería.
Otra de las armas de la que suele tirar el PP cuando es cazado in fraganti consiste en arremeter contra las instituciones democráticas o incluso contra la propia Justicia. “Nunca en España, ni con Adolfo Suárez de presidente, ni con Leopoldo Calvo Sotelo, ni con Felipe González, ni con José María Aznar se había hecho un uso tan partidista de la Fiscalía como ahora”, se lamentó Rajoy. Y añadió: “El Partido Popular cree que el juez Garzón [instructor del caso Gürtel] debe abstenerse en esta causa en beneficio de la credibilidad y de la imparcialidad de la Justicia. Y el Partido Popular que hoy presentará su escrito de personación en esta causa, pedirá la recusación del juez Garzón”. Es decir, cuando un juez o fiscal descubre un asunto turbio en Génova 13 se le asfixia o acosa de forma pertinente. Qué mejor ejemplo que la caza de brujas emprendida desde la Comunidad de Madrid de Ayuso contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por airear los presuntos fraudes fiscales del novio de la lideresa. Pablo Casado, el defenestrado anterior dirigente conservador, sabe muy bien que quien se atreve a destapar la corrupción en el PP lo paga muy caro. La ley del silencio rige en la Famiglia.
El último gran error de los dirigentes del PP, también del actual líder, Alberto Núñez Feijóo, consiste en pensar que la corrupción no le pasará factura. “Quiero que los votantes del Partido Popular se sientan orgullosos de su partido y vamos a tratar con responsabilidad, con valentía, con justicia y con sentido común un asunto que en una democracia normal no se puede volver a producir porque no se ha producido en España algo parecido desde 1977”, decía Rajoy en medio del chaparrón de escándalos judiciales. Es obvio que en aquella época no existía Vox, de manera que el PP mantenía una posición hegemónica en la derecha española, pero hoy los ultraderechistas de Abascal (también los de Alvise Pérez, jefe de SALF) pescan en el caladero de los indignados de ese conservadurismo clásico o tradicional español que apesta a corrupción y a caciquismo sin que nadie tome cartas en el asunto. Por eso hará mal Feijóo en sacar pecho de algo de lo que no puede ni debe presumir. Su partido no está limpio, tiene casos abiertos y coleando en los juzgados para varios años y, hasta donde sabemos, Génova sigue tolerando a sus corruptos. Mal negocio.