Los pactos con Vox y los errores de Feijóo castigan al PP en las encuestas

03 de Julio de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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La hipocresía del PP al descubierto: exige disculpas mientras promueve un discurso xenófobo
La hipocresía del PP al descubierto: exige disculpas mientras promueve un discurso xenófobo

Los pactos con Vox están pasando factura al PP. Según el barómetro de Prisa, el PP pierde 11 escaños en solo dos semanas: ganaría las elecciones con el 30,9% de los votos y obtendría 125 diputados. Vox mejora su expectativa de voto en más de un punto y obtendría 43 diputados (la encuesta de junio le otorgaba 38). Sumando los votos, las derechas lograrían 168 escaños, seis menos que hace dos semanas (recuérdese que la mayoría absoluta está en 176).

En el bloque contrario, las izquierdas recuperan algo de oxígeno. El PSOE mejora resultados (28,7%, 1,3 puntos más que el mes pasado) situándose en 111 escaños, cinco más. A su vez, Sumar mantiene el tipo con el 12,8% de los sufragios (35 escaños).

¿A qué se debe esa pérdida de fuelle del PP? Sin duda, a los pactos con Vox. Es evidente que si Feijóo necesita convencer a ese millón y medio de electores “pepelistas” –es decir, aquellos que unas veces votan PP y otras al partido socialista, el famoso centro moderado, las clases medias y acomodadas–, va por mal camino. Las alianzas con la extrema derecha en la Comunidad Valencianay sobre todo enExtremadura han perjudicado notablemente la estrategia. Y no ha dañado tanto el pacto valenciano –donde el barón popular Carlos Mazón ha entregado la vicepresidencia del Consell a un torero de Vox y la presidencia de Les Corts a una antifeminista, antiabortista y negacionista del cambio climático–, como el fiasco protagonizado por la candidata popular por Extremadura, María Guardiola, que de un día para otro pasó de un discurso abiertamente antifascista defensor de las mujeres y los derechos de las minorías a firmar una impúdica coalición con los ultras. Es evidente que el caso Guardiola ha sido interpretado negativamente por el votante moderado. A la baronesa extremeña la han atornillado fuertemente desde Génova, y entre las presiones de Esperanza Aguirre y de Ayuso, se ha visto obligada a firmar un acuerdo de Gobierno que no quería con el partido de Santiago Abascal.

Antes de iniciarse la ronda de contactos con Vox, Feijóo anunció que daría libertad a sus barones territoriales para que hicieran lo que creyeran conveniente a la hora de pactar o no con la extrema derecha. Parecía que él se lavaba las manos, dejando vía libre a sus primeros espadas autonómicos. Sin embargo, Guardiola vino a demostrar que esa pretendida libertad no existe en el PP, un partido férreamente autoritario donde la democracia y la libertad de pensamiento para crear corrientes internas brillan por su ausencia. Ella pensaba que estaba en una organización plural en la que cabían otras sensibilidades, otras opiniones, pero pronto cayó en la cuenta de que no. Al día siguiente de soltar aquel magnífico discurso sobre los derechos humanos (“no voy a regalar consejerías a quienes deshumanizan a los inmigrantes y despliegan una lona y tiran a una papelera los derechos LGTBI”), la dirección del PP nacional la llamó a capítulo, la puso firme y le ordenó que firmara ya con Abascal lo que tuviese que firmar. Y así fue, recogió cable hasta el punto de que Guardiola reconoció que su palabra no tenía ninguna validez al lado de los intereses del pueblo extremeño. Fue un auténtico bochorno.

La nefasta gestión del PP de Extremadura ha sido captada por el votante español como un mal síntoma. Y esas cosas, en plena campaña electoral, pasan factura, tal como demuestra el barómetro del grupo Prisa. Hasta dónde puede llegar la onda expansiva y cuánto daño puede hacer a los intereses del Partido Popular solo el tiempo lo dirá. Puede que la encuesta refleje el malestar de una parte del electorado en un momento concreto y determinado. O puede que el desaguisado extremeño vaya mucho más allá y provoque un estropicio a largo plazo que podría incluso incidir en el resultado final del 23J. En cualquier caso, el roto y el descosido (consistente en abrir la puerta de las instituciones a Vox a cambio de mantener el poder), ya está hecho. Habrá que valorar el alcance de la destrucción.

Pero no solo los pactos con Vox están condicionando los resultados de las encuestas en estas últimas semanas. Está claro que el candidato, Alberto Núñez Feijóo, no está teniendo su mejor campaña electoral. Entre ocurrencia, disparates, lapsus, mentiras, bulos y errores económicos, el aspirante a la Moncloa ha ido perdiendo fuelle. La última incongruencia del gallego ha sido aceptar que la reforma laboral de Yolanda Díaz es una buena ley porque viene pactada por empresarios y sindicatos. De modo que lo que antes le parecía el núcleo duro del sanchismo que era preciso derogar a toda costa, hoy lo ve aceptable, razonable y perfectamente asumible. La reforma laboral que hace un año se le antojaba intervencionista y bolivariana, hoy la defiende sin problema. Esa opinión llama poderosamente la atención si recordamos cómo fue la tramitación de aquel decreto de convalidación, las barbaridades que los prebostes del PP dijeron en su día, que si el nuevo marco legal iba a generar paro a mansalva, que si iba a destruir el tejido empresarial del país, que si nos iba a enviar a una crisis económica sin precedentes… Ahí está la hemeroteca, no hay más que recurrir a ella para comprobar que los populares hicieron de aquello una cruenta batalla para destruir a Sánchez. Con echar un ojo a la fotografía de Cuca Gamarra y Teo García Egea, excitadísimos y fuera de sí porque veían cómo Batet convalidaba la nueva legislación impulsada por PSOE y Unidas Podemos, es más que suficiente. Sobran las palabras. Esa posición caótica de Feijóo no está beneficiando precisamente a la estrategia electoral del PP. Como tampoco está beneficiando la campaña popular ‘Verano azul’, que muchos españoles aficionados a la famosa serie de televisión han interpretado como un intento del Partido Popular por apropiarse de un patrimonio de todos. Ni el intento de Feijóo por escaquearse de los debates electorales cara a cara con Pedro Sánchez. Ni ese vídeo autobiográfico del candidato que, lejos de proyectar su imagen de humanidad y cercanía, ha caído en lo cursi, en lo ridículo y en lo autoparódico. Feijóo podrá ganar las elecciones (de hecho, las encuestas así lo dicen), pero peor no lo puede estar haciendo.

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