Óscar Puente 'for president'

El ministro de Transportes transmite información contrastada en tiempo real sobre el estado de las obras tras la dana, lo que le ha granjeado felicitaciones incluso de la extrema derecha

07 de Noviembre de 2024
Actualizado el 08 de noviembre
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Óscar Puente en una imagen de archivo.
Óscar Puente en una imagen de archivo.

Y entre el chapapote de ruina, miseria e incompetencia de la dana emerge un hombre que está dando lo que se espera de un político en situaciones de crisis: Óscar Puente. El ministro de Transportes se ha puesto a tuitear sin parar cada acción que acomete su departamento para restaurar las líneas ferroviarias y carreteras en la maltrecha Comunidad Valenciana. Y no se deja un solo dato en el tintero o sin comunicarlo a la opinión pública. Así, si los técnicos de Adif restauran la comunicación en las vías del AVE, ahí está el ministro para contarlo en tiempo real; y si los operarios levantan una catenaria de Cercanías arrasada por el agua, ya está él dando todos los detalles, incluso el tipo de cable de cobre que se está utilizando; y si los ingenieros zapadores restauran la circulación cortada de una carretera, a Puente le faltará tiempo para coger su teléfono móvil y darle a la tecla en la red de Elon Musk.

La comunicación al minuto, qué digo, al segundo, de cada obra que se está acometiendo por el ministerio es algo prodigioso, algo que no se había visto nunca en este país peculiar llamado España donde los políticos se van de caza, de viaje o de comilonas cuando se hunde un barco, se registra un terremoto, estalla un volcán o cae el Diluvio Universal. Cómo será de brillante el trabajo del polémico ministro que hasta los trols de la extrema derecha están alabando su labor. Y no es coña. Basta con entrar en la red social X, antes Twitter, y leer los textos que le llegan al titular de Transportes. Comentarios del tipo “me das asco, pero tengo que reconocer tu trabajo en la dana”; o “nunca creí que iba a decir esto, pero eres el único que está a la altura”; o “gracias por la información, señor Puente, me da igual que sea usted un progre de la izquierda woke”, salpican a diario su muro. Tiene al enemigo rendido a sus pies.

Mientras tanto, el ministro sigue a la suya, hormiguita hormiguita, tuit a tuit, sin tiempo que perder y sin reparar en las opiniones, en su inmensa mayoría positivas. Estamos, sin duda, ante algo inédito en la piel de toro, ese lugar que a lo largo de la historia fue un paraíso para reyes inanes, validos arribistas y funcionarios gandules. El español no está acostumbrado a un funcionario competente que se lo trabaja, que da el callo, que se gana el sueldo y se desvela para atender a sus paisanos en serios apuros. Al contrario, está habituado al Vuelva usted mañana de Larra y al portazo de la ventanilla en las narices. De ahí que, tras siglos de ese mal hábito, de ese mal vicio que el pueblo ha interiorizado a lo largo de los siglos, sorprenda alguien como Puente que cumple con la vocación de servicio al ciudadano.

El desastre que deja la riada de Valencia es de proporciones bíblicas. Líneas ferroviarias enteras han desaparecido del mapa, como si no hubiesen existido nunca; carreteras y viaductos se han hundido como si se los hubiese tragado la tierra. El buen ministro ha sabido leer la situación y, en lugar de caer en el cainismo nacional, en la politiquería barata, en el echarle los muertos y las culpas al vecino y en el y tú más, ha entendido perfectamente que toca remangarse, ponerse a la tarea y dar lo mejor. Nadie hubiese dado un duro por que estuviese a la altura de las circunstancias, ya que la derecha le había colgado el cartel de mamporrero oficial del sanchismo, de látigo fustigador del PP que supuestamente no sabía hacer la o con un canuto, al margen de poner a caldo a la oposición. Pues no. Puente se ha revelado como un gran gestor (de esos que solo hay de los Pirineos para arriba) y quienes siguen sus tuits mañaneros y vespertinos, sus mensajes a la población full time que ni la BBC en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, agradecen su labor informativa en medio del caos.

Hace apenas una semana, antes del cataclismo en L’Horta Sud, el ministro era la cara visible del caos ferroviario. Hoy se le vitorea y alaba cada vez que publica una noticia sobre la última tuerca que se coloca en las vías del AVE. ¿Emerge un nuevo hombre fuerte del PSOE de acreditada solvencia para reemplazar al quemado Sánchez? Quién sabe. Dijo Stéphane Hessel, escritor, activista, padre de los derechos humanos y del movimiento de los indignados, que una democracia auténtica precisa de unos medios de comunicación independientes. Por desgracia, ya no queda ni uno, de ahí el crack del sistema y el auge de Trump. Pero aún tenemos el radio macuto, la antenilla informativa improvisada de Óscar Puente que nos dice si podemos coger el metro ese día, si la comarcal tal está ya abierta o cuándo se abrirá la autopista anegada por la lluvia. En un tiempo de bulos y desinformación, la iniciativa del ex alcalde de Valladolid de convertirse en la mejor agencia de noticias de este país es de agradecer. Sus tuits van más allá de la simple propaganda gubernamental para convertirse en un servicio más que útil para coordinar a miles de personas en medio del colapso del transporte público.

“En el tiempo que me he ido a tomar un vaso de agua, Óscar Puente ha abierto un desvío en la AP-7 para restablecer la comunicación con Valencia”, ironiza un tuitero agradecido. Ya circulan divertidos memes de todo tipo, como ese que compara al ministro con un faraón egipcio capaz de arreglarle la nariz a la Esfinge en un santiamén. Puente quedará para siempre como ese funcionario eficaz que, desde la discreción y el buen hacer, y al margen de las luchas políticas fratricidas que se han desatado a cuenta de las negligencias del presidente valenciano Mazón, supo aparcar el odio ibérico por un momento y remangarse para echar una mano en lo que se pueda. Los catalanes, siempre tan diligentes y trabajadores, ya han puesto sus ojos en el político para que termine de arreglarles la Sagrada Familia. Eso lo hace él en dos patadas.  

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