¿Pero quién demonios manda en el PP?

15 de Septiembre de 2023
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Feijoo Genova 23J

Por momentos el PP está dando un espectáculo que se mueve entre lo grotesco y lo surrealista. Ese partido es un auténtico gallinero sin programa político, sin estrategia clara (funcionan dando bandazos) y lo que es aún peor: sin liderazgo definido. Oficialmente Alberto Núñez Feijóo es el que manda, el jefe, pero eso solo en teoría, porque allí dentro, en Génova 13, hay muchas voces, tantas que aquello parece un programa de psicofonías de Íker Jiménez. Un día sale uno diciendo que nada de sentarse a negociar con Junts (Bendodo, un suponer) y al siguiente aparece otro recordando que es obligado hablar con todos los partidos, incluidos los posconvergentes que siempre contribuyeron a la gobernabilidad del país (véase González Pons).

El PP es una broma de partido. No ya porque ni el propio Feijóo se aclara (tan pronto anuncia que va a derogar el sanchismo como pide acuerdos y pactos con Sánchez), sino porque da la sensación de que en aquella casa de tócame Roque todos funcionan por libre. Aznar, por ejemplo, va siempre a su bola. Cada vez que el expresidente del Gobierno concede una entrevista a algún medio de comunicación o lanza un sermón desde el oráculo de la FAES es para dejar mal al actual dirigente. A Pablo Casado lo trataba cruelmente como a un primerizo o aprendiz, mientras que a Feijóo le tira unas andanadas ideológicas que lo deja temblando. La última hace solo unas horas, cuando exigía movilizaciones callejeras contra la amnistía a los encausados del “procés”, que a su juicio supone liquidar la Constitución. El dardazo contra Génova fue tal que Feijóo no pudo sino recoger el guante. Dicho y hecho. A los pies de su señora. A los cinco minutos de que hablara el Ser Supremo ya estaba convocada la acción de protesta del día 24 en la plaza de España. Cuando Ansar habla los demás callan.

En el PP todos quieren sentar cátedra y doctrina sobre esto y lo otro, imprimiendo su sello personal y mareando al votante, que ya no sabe a qué atenerse ni cuál es la hoja de ruta a seguir. Podría pensarse que es Aznar quien, desde la sombra, sigue moviendo los hilos del partido. El problema es que anda por allí una tal Isabel Díaz Ayuso que también marca tendencia. Y cómo la marca. La presidenta madrileña no dice si acudirá a la manifestación oficial convocada por Feijóo, pero sí confirma que irá a otra promovida por Sociedad Civil Catalana el 8 de octubre en Barcelona, donde estará solo para hacer ruido, provocar al mundo indepe, enfurecer a los CDR y montar la enésima Semana Trágica. O sea, otra que va por libre. Viva la coordinación. Por cierto, en Cataluña el partido está al cargo de Alejandro Fernández, que de cuando en cuando se rebela contra la estrategia de Madrid, como cuando escribió aquel incendiario tuit afeando a Feijóo su plan de diálogo con los de Carles Puigdemont: “Junts sí es mi rival, un partido cuya tesis esencial es que España es una dictadura dirigida por un rey fascista con el que se niegan a hablar. Que alguien me diga de qué hay que hablar con ellos...” Otro que se pone gallo y se cree capitán general.

Todo este guirigay ocurre mientras Esperanza Aguirre, gran verso suelto del partido, va dejando perlas contra unos y otros; mientras Borja Sémper, el moderado Sémper, trata de apagar fuegos aquí y allá; y mientras Cayetana Álvarez de Toledo llama a la revolución contra Sánchez con otro alegato guerracivilista: “Todos a la calle contra el Gobierno y el golpe”. Por si fuera poco, está Santiago Abascal, que desde Vox va moviendo sus peones en el PP.

O se coordinan ya o va a ocurrir como en La vida de Brian, cuando los diferentes grupos revolucionarios judaicos montan cien conjuras diferentes en los subterráneos y cloacas romanas y ninguna prospera porque acaban tropezando unos con otros. Hay que organizarse, hombre. Lo mínimo que se puede pedir a unos incipientes golpistas que tratan de derrocar a un Gobierno legítimo a toda costa, con crispaciones, bulos, montajes mediáticos, lawfare y movimientos populares callejeros, es que se pongan de acuerdo, porque luego pasa lo que pasa: que coinciden varias asonadas al mismo tiempo, como cuando los tejerazos de la Transición, y todas fracasan. Donde todos quieren mandar, al final no manda nadie.

En este PP hace tiempo que da la sensación de que hay más generales que soldados, más caudillos que vasallos, más vaqueros que indios. Y todos quieren moverle la silla a Feijóo. Hasta Moreno Bonilla, que iba de buen chico que nunca había roto un plato y de fiel escudero del gallego, habla ya en plan estadista, en clave nacional, sin duda postulándose como futuro candidato a la Moncloa. “¿Tú también, Juanma?”, se habrá preguntado el bueno de Alberto.

Con este panorama, nos atrevemos a augurar lo que puede pasar en el Partido Popular a corto medio plazo. Feijóo pierde la investidura, Sánchez logra formar Gobierno. El gallego se ve obligado a convocar un congreso ideológico para unificar criterios. Catarsis o giro ultra. Las presiones de los poderes fácticos y del núcleo duro promocionan a Ayuso. La niña libertaria asciende al trono genovés. Se refundan, se coaligan con Vox, sientan las bases del nuevo trumpismo a la española y preparan las generales del 27. Con las mismas, Feijóo se vuelve para Orense, de donde nunca debió haber salido.

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