El Partido Popular quiere hacer sangre con la llegada del exiliado venezolano Edmundo González Urrutia, que en las últimas horas ha pedido asilo político en España. Sin embargo, una vez más, a los populares les está faltando coherencia en el relato, un orden lógico discursivo, ya que la rápida actuación del ministro Albares los ha cogido descolocados. La pasada semana, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, exigía que se abriese la Embajada de España en Caracas al candidato opositor para evitar que el régimen de Maduro “lo matara o lo secuestrara para siempre”. Pues bien, el ministerio ha ido aún más lejos de lo que reclamaba la lideresa castiza, y le ha abierto al disidente no solo las puertas de la embajada del país hermano en Madrid, sino también las puertas de España. ¿Qué va a decir ahora el Partido Popular? ¿Qué será de ese mantra de que el Gobierno sanchista bolivariano se pone de parte del dictador Maduro? No lo tienen fácil en este caso para sacar la habitual carnaza electoral venezolana.
Ayuso, la siempre creativa cabecita de Ayuso, se ha propuesto convertir este culebrón de González en una novela negra caribeña (en plan Graham Greene o John le Carré) con Sánchez en el papel de dictador bananero y mucho espía rojo persiguiendo al líder de la resistencia venezolana por las calles de Madrid. El problema es que a la presidenta madrileña le falla el ingrediente principal de toda esta historia, ya que por mucho que se empeñe, el presidente del Gobierno no se ha aliado con el Kremlin chavista, sino al contrario, ha dado cobijo al otro, al que dice defender la democracia.
Mucho nos tememos que la derecha española está exagerando de nuevo con el caso de Venezuela. González Urrutia no es ese paladín de la libertad que trata de presentar el PP. No es Nelson Mandela ni Martin Luther King, sino más bien un destacado representante de las oligarquías sudamericanas, trumpizadas y proyanquis, que sueñan con convertir Venezuela en otro gran lupanar para ejecutivos de Wall Street y marines de la VI Flota. Él se siente presidente de facto tras los últimos comicios, que dice haber ganado. Y puede que haya sido así, puede que tenga razón en sus quejas, ya que Maduro sigue sin mostrar las actas de los escrutinios, lo cual da que pensar. Pero hasta donde se sabe, y mientras no tengamos esas actas, esos datos concluyentes, tan buena es la versión del Gobierno chavista como la de la oposición. Sin duda, tenemos motivos suficientes para sospechar de las maneras totalitarias de un dictador como Maduro, capaz del pucherazo y de mucho más, pero conviene no sacar conclusiones precipitadas, tal como está haciendo Ayuso a la cabeza de ese PP echado al monte que pide a la CIA otro Bahía de Cochinos para derrocar ya al líder comunista.
De momento, la comunidad internacional se maneja con pies de plomo en todo este delicado asunto de Venezuela. Si bien hay países latinoamericanos que reconocen al disidente como nuevo líder del país (presionados por Washington y el Centro Carter, el observador internacional que ha apuntado la posibilidad de fraude electoral), en Europa las cosas no están tan claras y de momento no ha habido reconocimiento oficial de Edmundo González como nuevo presidente. No hace mucho, Viktor Orbán, el topo de Putin en la UE, bloqueaba una declaración conjunta de los 27 para condenar el régimen de Maduro y algunos países exbolcheviques van por ese camino. Por tanto, lo primero que debería hacer el PP es preguntarse con quién está realmente, ya que su principal socio y aliado en los gobiernos regionales, véase Vox, hace descarado seguidismo prorruso. Pero claro, cuando Fachascal invita a los chavistas europeos (o sea, a los partidos autoritarios putinescos), a esas cumbres bochornosas de Madrid, Ayuso no dice nada. Calla y otorga. Deja hacer. Se le enfría el fervor místico por la democracia y la libertad.
Mucho nos tememos que detrás de la “operación Edmundo” para el exilio del dirigente opositor hay mucho de hipocresía, de hiperventilación política, de culebrón de verano y de trama propagandística orquestada por la derecha española política y financiera. Una vez más, el discurso del PP está desafinado, mientras que el Gobierno de Sánchez se ha colocado en el lado bueno de la historia, actuando con responsabilidad institucional al margen de sainetes y operetas.
Edmundo González Urrutia había sido citado a declarar por la Fiscalía de Venezuela y su detención era inmediata. Maduro no reconoció su derrota, lo acusó de querer dar un golpe de Estado fascista y puso en marcha la maquinaria judicial de la represión. El Ministerio Público emitió una orden de busca y captura contra el activista por la supuesta comisión de los delitos de “usurpación de funciones, asociación, sabotaje, conspiración, forjamiento de documentos públicos e instigación a la desobediencia de las leyes”. Cargos por los que podría pasarse el resto de su vida entre rejas y además un hecho histórico que podría haber llevado al país sudamericano a una desestabilización sin precedentes, quizá a una guerra civil. La comunidad internacional miraba con preocupación el polvorín venezolano y Madrid (con el respaldo de Bruselas) ha reaccionado con agilidad, tramitándole el salvoconducto (pedido por el propio disidente, no lo olvidemos) y permitiéndole una rápida salida del país.
Todo se ha hecho con eficacia, discreción y sigilo y nadie puede decir que el Ejecutivo de coalición no ha puesto todo de su parte para salvarle el pellejo a este hombre. Moncloa niega que el plan se haya diseñado en coordinación con Caracas, pero Delcy Rodríguez, mano derecha de Maduro, ya ha calificado de “falsario” que la cancillería sanchista niegue esos contactos entre ambos gobiernos para concretar el operativo. No hace falta ser muy listo para entender que ningún avión de una fuerza aérea extranjera puede aterrizar en la capital venezolana sin permiso del Gobierno local.
Ahora, Edmundo González Urrutia tuitea sus primeros mensajes desde España, donde ha denunciado “presiones, coacciones y amenazas” por parte de Maduro y donde promete seguir con su “lucha por la libertad” (ya está perfectamente metido en el papel de resistente gaullista que, desde el otro lado del Atlántico, lanza discursos a sus compatriotas a través de la BBC de Elon Musk). El ministro Albares, por su parte, recuerda que la operación de acogimiento se ha hecho por respeto a los derechos humanos y hasta ahí puede leer. Ni un paso más allá del que ha dado la UE. Mientras tanto, Feijóo sigue con sus posiciones fanatizadas y su demagogia barata en este asunto, exigiendo a Sánchez el reconocimiento expreso de que el exiliado ha ganado las elecciones e instándole a que dé el paso definitivo para que España se sume a la orden de detención de la Corte Penal Internacional contra Maduro. Feijóo que se tome una tila, deje de jugar a libertador de países oprimidos (un rol que no le pega nada) y pare ya de meternos en revoluciones que ni nos van ni nos vienen.