El PP se asfixia entre el miedo al debate y la falta de liderazgo

La dirección del Partido Popular opta por el silencio ante la posible convocatoria de un congreso ordinario y deja al partido atrapado en sus propias contradicciones y tensiones ideológicas

12 de Mayo de 2025
Actualizado a la 13:47h
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Feijóo:; ni gestor, ni moderado, ni alternativa

Mientras España atraviesa una de las legislaturas más inciertas de los últimos años, el Partido Popular se encierra en Génova sin rumbo claro. El mutismo de Alberto Núñez Feijóo sobre la celebración de un congreso este verano no solo siembra el desconcierto interno, sino que evidencia el pánico de la dirección a abrir un debate que podría cuestionar su autoridad y dejar al descubierto la fragilidad de su liderazgo.

Un partido en ebullición y un líder que no quiere mojarse

El PP lleva años sin celebrar un congreso ordinario —el último fue en 2017—, y la posibilidad de adelantarlo este verano debería ser una oportunidad para renovar ideas, unir  estructuras y preparar al partido para un eventual adelanto electoral. Sin embargo, lo que se impone es el silencio. Un silencio calculado, sí, pero también cobarde. Porque hablar de congreso es hablar de contenido político, de modelo de partido, de la relación con Vox, de primarias, de eutanasia, de aborto. Y Feijóo no quiere hablar de nada de eso.

La ambigüedad no es prudencia, es debilidad. Y en el PP empieza a cundir la sensación de que Feijóo gobierna el partido desde el temor a perder el poco control que le queda. El Comité Ejecutivo de este lunes solo aprobará el relevo en Bruselas —una operación menor— mientras se evita afrontar la gran cuestión interna: ¿por qué tanto miedo a convocar el congreso?. Génova ha lanzado un “globo sonda” para medir la reacción, pero lo único que ha conseguido es destapar la olla a presión de un partido dividido, frustrado y sin norte. Feijóo se parapeta en un liderazgo cada vez más formal que real, y al hacerlo, empuja al partido al estancamiento.

Feijóo prometió orden, ha traído parálisis

El gallego llegó en 2022 prometiendo estabilidad y madurez política frente al caos interno que supuso la caída de Pablo Casado. Pero hoy el PP sigue sin resolver sus fracturas de fondo. La relación con Vox —estratégica en muchas autonomías y ayuntamientos— está sin definir, y una parte del partido quiere cortar amarras mientras otra insiste en dejar esa puerta abierta. Lo mismo ocurre con el sistema de primarias, que algunos sectores buscan eliminar de los estatutos sin ni siquiera discutirlo abiertamente.

Convocar el congreso supondría asumir todos esos debates. Pero Génova no quiere conflictos. Prefiere el control de las estructuras a la legitimidad del debate. Prefiere mantener las aguas quietas, aunque estén estancadas. Y esa elección, cómoda para la cúpula, es letal para un partido que aspira a gobernar un país.

Mientras Sánchez gobierna sin presupuestos y se especula con un posible adelanto electoral, Feijóo desperdicia una ocasión histórica para demostrar fortaleza. No convocar el congreso por miedo a abrir grietas internas no es una jugada táctica: es una claudicación política. El PP debería buscar un liderazgo con ambición de país, no un gestor de silencios. Feijóo tiene que decidir si quiere liderar el futuro del partido o seguir administrando su supervivencia personal. 

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