Protestas en Madrid transforman el final de la Vuelta en un acto de denuncia contra Netanyahu

La cancelación de la última etapa de la ronda ciclista española no fue solo un episodio de desorden público, sino la irrupción de una demanda ética que conecta Madrid con Gaza y que cuestiona la complicidad internacional frente al genocidio

14 de Septiembre de 2025
Actualizado a las 19:50h
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Protestas en Madrid transforman el final de la Vuelta en un acto de denuncia contra Netanyahu

La última etapa de la Vuelta a España debía ser un paseo triunfal, el pelotón recorriendo un circuito urbano, la multitud celebrando en las calles y la foto final coronando al vencedor. Pero el guion se quebró. Manifestantes propalestinos, organizados y persistentes, bloquearon el recorrido en distintos puntos hasta obligar a la organización a cancelar la prueba y suspender incluso la ceremonia del podio. El acontecimiento deportivo se transformó en acontecimiento político. Y lo que debía ser una fiesta nacional se convirtió en un recordatorio de la tragedia que atraviesa Gaza.

El deporte no puede ser neutral

Durante décadas se ha insistido en la falsa idea de que el deporte se mantiene al margen de la política, como si los grandes espectáculos fueran un territorio aséptico. La realidad es otra: el deporte ha sido utilizado históricamente como escaparate diplomático, como herramienta propagandística y como vehículo de legitimación de Estados. La presencia del equipo Israel-Premier Tech en esta edición de la Vuelta no fue inocente, se trataba de una operación de sportwashing en pleno contexto de la ofensiva de Netanyahu contra la población civil palestina.

Frente a ello, las protestas buscaban interrumpir la normalidad. No se trataba solo de visibilizar la indignación, sino de impedir que un acontecimiento de gran proyección mediática se desarrollara como si nada ocurriera a miles de kilómetros. La lógica es clara: mientras en Gaza se arrasan hospitales, escuelas y viviendas, mientras se asesina de forma sistemática a población civil, ningún espectáculo internacional puede celebrarse con la coartada de la neutralidad.

Un triunfo simbólico de la desobediencia civil

La suspensión de la etapa 21 y la cancelación del podio constituyen, en clave política, una victoria de la desobediencia civil no violenta. Los manifestantes lograron su objetivo: que el relato deportivo se viera desbordado por el relato político. Durante unas horas, Madrid habló menos del maillot rojo y más de Palestina.

No es un gesto menor. Las instituciones, atrapadas entre la obligación de garantizar la seguridad del evento y la imposibilidad de negar la legitimidad moral de la protesta, ofrecieron una imagen ambivalente. La policía actuó para contener la movilización, pero voces del propio Ejecutivo reconocieron públicamente la justicia de las demandas. Esa tensión revela un cambio social profundo: la solidaridad internacionalista ha dejado de ser marginal para ocupar un espacio central en el debate público.

El eco internacional y el espejo histórico

Lo ocurrido en Madrid no es un episodio aislado. Recuerda inevitablemente a otros momentos en los que la presión social logró condicionar el deporte: desde los boicots contra el apartheid sudafricano hasta las campañas de denuncia en torno a Pekín 2008 o Catar 2022. Cada vez que la sociedad civil se organiza, los grandes eventos —esos templos globales de visibilidad— dejan de ser impermeables a la ética.

El eco internacional de esta jornada es evidente. La Vuelta, una de las tres grandes rondas ciclistas del mundo, se vio atravesada por un conflicto que rebasa fronteras. Madrid se convirtió en altavoz de un clamor: la exigencia de que el genocidio en Gaza no quede silenciado bajo el ruido del espectáculo.

Lo sucedido en la capital obliga a formular una reflexión incómoda: ¿puede el deporte seguir siendo cómplice de la barbarie bajo la coartada de la neutralidad? La respuesta que dieron los manifestantes en Madrid es nítida: no.
La Vuelta perdió su final festivo, pero la sociedad civil ganó una victoria moral. La irrupción de la protesta logró recordar, en directo y frente a millones de espectadores, que no puede haber celebración mientras la población palestina sigue siendo víctima de un exterminio sistemático.

El ciclismo esperaba un cierre de temporada; lo que recibió fue un recordatorio de humanidad. Y esa es la verdadera meta alcanzada hoy en Madrid.

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