Puigdemont aprieta el botón de la segunda fase del 'procés'

05 de Agosto de 2024
Actualizado el 06 de agosto
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foto Puigdemont
Puigdemont en la sede del Parlament de Catalunya, en una imagen de archivo.

Carles Puigdemont tiene una hoja de ruta para cuando sea detenido. “Si se salen con la suya, imagino lo que me espera y sé lo que debo hacer”, advierte. Vienen tiempos tensos e inciertos para Cataluña. Desde el entorno independentista contrario a cualquier pacto con el Gobierno Sánchez que no sea la ruptura total del Estado se filtra que podemos encontrarnos ante una segunda fase del procés. Esto quiere decir una vuelta a las andadas, a las barricadas, a los contenedores quemados, a los choques violentos entre piolines y manifestantes. El humo de odio negro sobrevolando Barcelona otra vez.

Salvador Illa, con su acuerdo con Esquerra bajo el brazo (más un modelo de financiación que va más allá de la Constitución hacia la utopía federalista), se presenta a sí mismo como la única alternativa al enfrentamiento social. Y no le falta razón al candidato. Puigdemont es un hombre fanatizado con el que no se puede negociar nada que no sea su modelo rupturista de convivencia, una quiebra total del sistema que no solo tendría graves consecuencias para Cataluña, sino que arrastraría al resto de España hacia el abismo. Con el país polarizado y partido en dos, con el PP echado al monte y los nostálgicos de Abascal babeando con la idea de que los tanques desfilen al fin por la Diagonal, como en los peores años del pasado siglo, el líder de Junts es el hombre de la lata de gasolina que puede terminar de encender la mecha de la contienda entre españoles. El exterminador que detone, desde dentro, una democracia europea consolidada, cumpliendo a la perfección con el plan del Kremlin de ir derribando países (como piezas del dominó) en su intento por destruir la Unión Europea. Desde ese punto de vista, Puigdemont es mucho más que el agente doble de Moscú en el proceso de desestabilización o balcanización de Cataluña; es el propio Putin con peluca.

Mientras el exhonorable inicia la cuenta atrás para su retorno con inmolación –sin duda será detenido en cuanto ponga un pie en suelo español–, las juventudes de Esquerra, los cachorros de Jovent Republicà, amenazan con la insumisión. La diputada de la organización juvenil en el Parlament, la díscola Mar Besses, podría convertirse en el caballo de Troya del pacto PSC/Esquerra si finalmente vota no a la investidura del candidato socialista. La pasada semana, el partido de Aragonès, Junqueras y Rovira dio el visto bueno al pacto, un documento por el que los socialistas ceden un nuevo concierto económico fiscal para Cataluña (la independencia tributaria), mientras que los republicanos consienten, tapándose la nariz, que Illa se haga con la Generalitat. Un 53,5 por ciento de las bases de Esquerra avaló hacer presidente al exministro de Sanidad de Sánchez, mientras que el 44,8 por ciento votó en contra y el 1,7 se abstuvo. Fue una victoria clara de los conciliadores frente a los rupturistas. Sin embargo, hay runrún entre los jóvenes cachorros del partido soberanista, que llaman a la insumisión y el boicot. Si Besses no vota a favor de la investidura, rompiendo la disciplina de partido, los números no saldrían, ya que el PSC cuenta con 42 diputados, ERC con 20 y los Comunes con 6. La mayoría absoluta está en 68 parlamentarios, de modo que el voto en contra de Besses desbarataría la operación y Cataluña estaría abocada a nuevas elecciones.

La investidura de Illa pende, por tanto, de un hilo. Y eso lo sabe Puigdemont, que va a jugar sus cartas hasta el final. El plan del hombre de Waterloo es cruzar la frontera, presentarse en el Parlament el día de la gala, como un comensal no invitado a la boda, y arruinar la ceremonia. La fotografía del dirigente de Junts esposado por la Policía y sacado a la fuerza del hemiciclo lo dinamitaría todo. De entrada, pondría a los dirigentes de Esquerra ante la tesitura de tener que romper el papel firmado para no quedar como botiflers o traidores y acto seguido se desencadenaría un nuevo tsunami de ira popular independentista. Laura Borràs, presidenta de Junts, ya ha advertido que el arresto de su líder reventaría la democracia española. Gonzalo Boye, abogado de Puigdemont, asegura que su cliente tiene todos los escenarios previstos. El procés entra en su dramático capítulo final, esta vez sí. El momento de la verdad. Con Puigdemont en prisión provisional, está por ver cómo reaccionaría la sociedad catalana. El movimiento de reacción popular en la calle podría ser atenuado, de mínima intensidad, los CDR rompiendo unos cuantos escaparates y poco más (Cataluña no es la misma de 2017 y la fiebre separatista ha bajado varios grados). Pero siempre existe el riesgo de que el incendio se reactive de forma más o menos virulenta. Quien piense que las vacaciones de verano mitigarán el efecto de un hecho trascendental como la detención de un expresident de la Generalitat se equivoca. La historia nos enseña que el victimismo catalán se enciende hasta la incandescencia cada vez que uno de sus líderes, uno de los hijos de la revolución eterna, termina entre rejas en un penal de la Meseta. El tablero podría convulsionar de nuevo.

Por tanto, el encarcelamiento autoprovocado de CP, convertido ya en mártir de la patria catalana, supondría un terremoto político en toda España. En Cataluña, tras años de desinflamación del conflicto (merced a los indultos y la amnistía) podría retornar con fuerza la pulsión de un procés que, hoy por hoy, parecía definitivamente agotada. En el resto del Estado, y dependiendo de la gravedad de los disturbios en Cataluña, se da por segura la ofensiva ultra con Feijóo, Ayuso y Abascal pidiendo la cabeza de Sánchez y elecciones anticipadas. De nuevo los asedios contra sedes socialistas, los devotos orantes del rosario y la Cruzada nacional en rogativa contra el comunismo, los tercios de Flandes desfilando con banderas franquistas ante las puertas de Ferraz. “Quien crea que esto no tendrá consecuencias, se equivoca. Verme encarcelado ha sido el sueño frustrado de los perseguidores españoles durante siete años. Para hacerlo deberán violar muchas cosas”, advierte Puigdemont. Agosto es mes de incendios; y no solo en el monte. Cuidado con el sofocante verano español que achicharra las cabezas porque es tiempo de alzamientos y revoluciones.

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