La legislatura de Pedro Sánchez enfrenta uno de sus momentos más críticos tras el órdago lanzado por Junts per Catalunya y su líder, Carles Puigdemont. La exigencia de que el presidente del Gobierno se someta a una cuestión de confianza ha desencadenado una tormenta política que pone en jaque la estabilidad del Ejecutivo de coalición. Mientras Moncloa intenta contener la crisis, Puigdemont intensifica la presión, dejando al PSOE ante un complicado dilema: ceder a las demandas independentistas o asumir el riesgo de un bloqueo legislativo.
Junts aprieta el acelerador
El partido de Puigdemont ha dejado claro que su apoyo al Gobierno nunca fue incondicional. La proposición no de ley presentada para forzar a Sánchez a someterse a una cuestión de confianza ha tensado al máximo las relaciones entre ambos. Aunque constitucionalmente solo el presidente puede plantear tal cuestión, Junts utiliza esta iniciativa como una herramienta de presión política. Detrás de esta estrategia está la demanda de traspasar a la Generalitat la competencia plena en materia de inmigración, una exigencia que Sánchez ha rechazado de forma tajante.
El Ejecutivo socialista es consciente de que el rechazo frontal a la propuesta de Junts puede desencadenar una ruptura definitiva. A pesar de que Sánchez ha marcado líneas rojas inquebrantables, en Moncloa buscan vías alternativas para evitar un choque irreversible. La posibilidad de reformular la iniciativa o explorar nuevos acuerdos está sobre la mesa, pero el margen de maniobra se reduce cada día. El Gobierno sabe que perder el respaldo de Junts no implica necesariamente su caída inmediata, pero sí abriría la puerta a un bloqueo legislativo y a derrotas parlamentarias que podrían erosionar gravemente su capacidad de gobernar.
Sin los votos de Junts, el Ejecutivo se enfrenta a un horizonte incierto. La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para 2025 ya era una tarea complicada y ahora parece casi imposible. Aunque Sánchez ha asegurado que gobernará con las cuentas prorrogadas si es necesario, el desgaste político sería considerable. Además, cada iniciativa legislativa se convertiría en una batalla campal donde el Gobierno deberá buscar apoyos puntuales, incluso recurriendo al Partido Popular en cuestiones como la reforma de pensiones.
Tensiones en el bloque de investidura
El órdago de Junts también ha generado incomodidad en Sumar, el socio minoritario de la coalición. Yolanda Díaz y su grupo enfrentan presiones internas y externas sobre cómo posicionarse ante esta crisis. Aunque coinciden en que la propuesta de Junts es una mocíon de censura encubierta, también critican la falta de diálogo previo por parte del PSOE. Esta tensión interna evidencia las dificultades para mantener la cohesión en el bloque progresista.
Desde Bruselas, Puigdemont maneja los tiempos y las estrategias. La amenaza de romper el diálogo con el Gobierno y suspender las reuniones de negociación en Suiza busca forzar a Sánchez a reconsiderar su postura. Esta ruptura podría consolidar el discurso del PP y Vox sobre la debilidad del Gobierno y su dependencia del independentismo. Sin embargo, también supone un riesgo para Junts, que podría quedar aislado si el Ejecutivo logra recomponer apoyos.
El PP y Vox al acecho
La oposición de derechas observa la crisis con interés. El Partido Popular y Vox aprovechan el desencuentro para reforzar su narrativa sobre un Gobierno secuestrado por el independentismo. El PP ha mostrado su disposición a debatir la propuesta de Junts, consciente de que ello podría profundizar las divisiones en el bloque de investidura. Mientras tanto, Vox reafirma su rechazo frontal a cualquier diálogo con quienes considera enemigos de la unidad de España.
La legislatura pende de un hilo. El Gobierno de Pedro Sánchez se enfrenta a un reto mayúsculo para mantener su estabilidad sin ceder a demandas que considera inasumibles. Las próximas semanas serán decisivas para determinar si Moncloa consigue salvar los puentes con Junts o si la legislatura queda atrapada en un laberinto de bloqueos y tensiones.
La habilidad de Sánchez para gestionar esta crisis política definirá el rumbo del Gobierno y la viabilidad de sus proyectos. Mientras tanto, Puigdemont seguirá tensando la cuerda, consciente de que su papel es clave en la gobernabilidad del país. El desenlace de este pulso marcará no solo el futuro inmediato del Ejecutivo, sino también el equilibrio de fuerzas en el Congreso y la estabilidad política de España.