Si Margallo dice que Sánchez va a agotar la legislatura, eso va a misa

Pese al ambiente apocalíptico que tratan de instaurar las derechas, reina una relativa calma en Moncloa

24 de Septiembre de 2024
Actualizado el 25 de septiembre
Guardar
Pedro Sánchez y Begoña Gómez. | Foto: Flickr PSOE
Pedro Sánchez y Begoña Gómez. | Foto: Flickr PSOE

Dice Margallo, el enterado del PP, la voz racional e intelectual del PP (ya quedan pocas en ese partido), que Sánchez va a agotar los tres años de legislatura que le quedan. Pues no se hable más, si lo dice el listo de Génova no hagamos caso a los catetos que calientan el escaño, ni a los trumpistas que están en política para medrar, ni a los hooligans de Ayuso. Cuando los mayores hablan, los niños se callan.

En las últimas semanas se viene especulando con la posibilidad de que Pedro Sánchez caiga derrocado finalmente. En realidad, bien mirado, solo habría tres escenarios para que eso llegue a ocurrir en algún momento. El primero de los decorados sería que PP, Vox, PNV y Junts se unieran en una moción de censura común, algo impensable teniendo en cuenta que vascos y catalanes tendrían que tragar con el candidato alternativo Feijóo (y con Abascal de ministro del Interior). Puede que los nacionalistas euskaldunos estén muy enojados porque el premier socialista quiera gobernar por orden ministerial, de espaldas al Parlamento, y que los soberanistas de Puigdemont anden con un ataque de cuernos de mil pares de narices por el pacto PSOE/Esquerra para la financiación del cupo catalán, pero de ahí a que ambos partidos periféricos estén por la labor de colocar a sujetos posfascistas en el Consejo de Ministros va un mundo. Así que, por ahí, descartado el primer escenario, por mucho que Pilar Rahola haya dejado caer en las últimas horas que Junts va a estudiar todas las alternativas, incluso hacer presidente a Feijóo. ¿A cambio de qué, señora Rahola, de otro 155? Na, puro postureo.

La segunda hipótesis sería que Sánchez, al verse acorralado, sin salida, irremediablemente perdido, decidiera apretar el botón de las elecciones anticipadas, algo que, a día de hoy, parece harto improbable. Primero por la propia personalidad del líder socialista, un hombre que se considera un resistente nato y que jamás arroja la toalla, de modo que antes de claudicar se atrinchera en la Moncloa, con unas latas de conserva y unas botellas de agua, en plan Allende del socialismo español, y que vengan los golpistas. Pero es que, más allá de la idiosincrasia del personaje, al que después de tantos años ya conocemos bien, siendo sinceros no se dan las condiciones ni hay razones empíricas para que tenga que apretar ese botón nuclear. La competencia para poner urnas le pertenece en exclusiva a él por mandato constitucional, así que por ahí ni media palabra más. Si no tiene los votos para aprobar los Presupuestos, los prorrogará (como los han prorrogado otros presidentes); y si Puigdemont le retira el apoyo de los “Siete de Junts”, gobernará por decreto lo que se pueda y lo que no a la papelera. Que eso será nocivo para el país, por supuesto. Un Gobierno sin dinero no es nada y si los proyectos políticos y sociales quedan guardados sine die en el cajón acabará cundiendo el desánimo entre los votantes de izquierdas. Pero mientras tanto, él en Moncloa y tirando millas.

Alguien podría decirnos que habrá que esperar a lo que diga la Justicia sobre el caso Begoña Gómez, ya que eso podría agravar la situación del presidente del Gobierno hasta convertirla en desesperada, crítica, terminal. Y es cierto, un cisne negro o suceso inesperado como la apertura de juicio oral contra la primera dama, por delitos de tráfico de influencias, podría suponer un factor de primer orden que alteraría todo el tablero político. Sánchez se vería directamente afectado por el affaire y no le quedaría otra que dimitir, aunque fuese para probar su inocencia, como ya ocurriera con otros líderes de la izquierda mundial como el brasileño Lula o el portugués Costa, dos destruidos por montajes judiciales y mediáticos de las derechas que resucitaron de entre sus cenizas (ambos fueron acusados de corrupción y salieron absueltos).

El caso de Begoña Gómez es ética y estéticamente feo, pero hasta la fecha (y ya van seis meses) el juez Peinado no ha encontrado nada sólido contra ella que llevarse a la boca. Si el próximo lunes la Audiencia Provincial de Madrid archiva la causa, un problema menos para Sánchez; si el tribunal da un tirón de orejas a Peinado y, pese a autorizarle a seguir con el asunto del famoso máster de la Complutense, le dice que deje de “salir de pesca” prospectiva con la mujer del presidente, tampoco será ese el ansiado final del premier socialista con el que sueñan Feijóo y Abascal. El caso dará para cuatro titulares malos en los periódicos amarillos de la caverna y se irá agotando en sí mismo, diluyéndose, hasta que el propio instructor entienda por fin que su delirio ultra no lleva a ninguna parte, que no hay nada que rascar y que lo más sensato es archivar el expediente. El polémico magistrado habrá quedado como el gran héroe del mundo franquista –que incluso le regalará una placa o pin conmemorativo el día que le organicen una cena homenaje de despedida por su jubilación, algo que ocurrirá más pronto que tarde con el septuagenario juez– pero más allá de eso, y de pasar a la historia como el férreo inquisidor que entró en Moncloa para aplicarle el tercer grado al presidente, echándole el humo del cigarro en la cara, poco más.  

En un tercer escenario cabría la posibilidad de una moción de censura instrumental, es decir, que las derechas españolas, en connivencia con las vascas y catalanas, se pusiesen de acuerdo en un candidato provisional y de transición, es decir, alguien que sirviera solo para echar a Sánchez y que acto seguido convocara elecciones. Aquí nos encontramos con el mismo problema del escenario 1: PNV y Junts lo tendrían muy difícil para explicar a sus militancias que han quitado a un moderado para poner a un radical españolista incapaz de condenar la dictadura franquista. Como eso nunca ha ocurrido en España, mejor no perder el tiempo con distopías raras. Aquí no somos del PP, eso lo sabe todo el mundo, pero sabemos reconocer dónde hay un hombre culto y formado como Margallo de los que ya no quedan en la derecha taurina española. Así que, si él dice que se va a agotar la legislatura, es que se va a agotar. Y eso va a misa.   

Lo + leído