Alfonso Rueda ha tejido desde la Xunta una red de subvenciones a dedo que convierte a Galicia en un escaparate cultural vacío, sometido a los intereses de uno de los fondos más agresivos y oscuros del capitalismo global: KKR. Bajo la apariencia de dinamización turística y apoyo al talento, el Gobierno gallego financia festivales controlados por un fondo vinculado a la colonización de Palestina, al fracking, al espionaje militar y al lobby ultraconservador en Estados Unidos. Lo hace sin concursos, sin controles y con un silencio institucional que insulta la inteligencia democrática.
Subvenciones sin control, cheques a dedo
La adjudicación directa de 3.025.000 euros por parte de la Xunta al festival O Son do Camiño no es una excepción: es el síntoma de un modelo podrido. La empresa beneficiaria, Bring The Noise, forma parte de la red de Old Navy Producciones, controlada por el fondo KKR. No se realizó concurso público, ni licitación abierta, ni evaluación transparente. La Xunta redactó una partida presupuestaria a medida, eligió a sus socios privados y firmó el cheque.
La justificación oficial se ampara en fórmulas de patrocinio institucional, pero en la práctica se trata de privatización de la cultura a través del clientelismo político. El logotipo del Xacobeo en los escenarios sirve como coartada para canalizar dinero público hacia estructuras empresariales extranjeras sin rendición de cuentas. Rueda convierte la política cultural gallega en un escaparate vaciado de contenido, funcional para intereses ajenos al país.
KKR: del fracking a la ocupación de Palestina
KKR no es un socio neutral. Es un fondo de inversión que opera con lógica depredadora en sectores estratégicos como la energía, la tecnología, la ciberseguridad o el inmobiliario. Es también uno de los principales inversores del grupo Axel Springer, dueño de medios de comunicación y de la plataforma inmobiliaria israelí Yad2, que comercializa viviendas construidas ilegalmente sobre suelo palestino ocupado.
Además, KKR ha financiado centros de datos en territorio expropiado, ha trabajado con exoficiales del ejército israelí y ha respaldado gobiernos y candidatos alineados con el sionismo más agresivo. En su dirección figura David Petraeus, exdirector de la CIA, vinculado a crímenes de guerra y operaciones de tortura en Irak. La política exterior del fondo está profundamente implicada con el apartheid y la represión sistemática del pueblo palestino.
El dinero público de la Xunta, por tanto, no solo financia un festival. Ayuda a sostener una red de capital que se beneficia del saqueo, el control poblacional y la limpieza étnica en Oriente Próximo. Galicia se convierte así, con la complicidad del PP gallego, en una plataforma para el blanqueamiento del colonialismo israelí.
La cultura gallega ha empezado a responder. Decenas de artistas y bandas ya han anunciado su retirada de los festivales gestionados por KKR. La ciudadanía exige explicaciones. Las redes sociales se llenan de denuncias y boicots. ¿Y la Xunta? Silencio. Ni una respuesta. Ni una autocrítica. Ni una mención al escándalo.
Alfonso Rueda ha cruzado una línea política y ética. Ha convertido la cultura en moneda de cambio para intereses que oprimen y colonizan.