«Doctor, esto que me pasa… ¿Será por la vacuna?»

02 de Enero de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Vacunas AntiCovid

Sigue y seguirá en plena vigencia la filosofía del ilustre doctor Gregorio Marañón que defendía la humanización de la atención médica y la dignificaba diciendo: “la mejor herramienta del médico es la silla”. Frente a nuestra silla, muchos médicos estamos encontrando pacientes que adolecen de diferentes achaques señalando un origen concreto a sus problemas: todo empezó, según nos trasmiten, tras la administración de una u otra vacuna contra COVID19.

Ante la eventualidad cada vez más frecuente de encontrar un paciente con problemas tras las inoculaciones, los diferentes médicos tenemos diferentes formas de enfrentar la situación:

Negación: #DeLaVacunaNoEs

Consiste en llevar al extremo la máxima que reza “correlación no implica causalidad” hasta el punto en que se niega toda posibilidad de causa a la administración del pinchazo, incluso aunque el paciente indique una correlación directa del inicio de sus dolencias con la inoculación.

El médico evalúa su cansancio permanente desde que se inyectó, o su arritmia, o su infarto de retina, o su síndrome de Guillain-Barré, o su diarrea, o sus hormigueos, o su infarto mesentérico, o su ictus, o sus calambres; el médico evalúa su desvanecimiento repentino y, mirando de reojo la lista de efectos secundarios reconocidos del jeringuillazo que se le ha administrado, concluye impasible que eso tenía que pasar de todos modos, que de la vacuna no es, que no es necesario reportarlo como acontecimiento adverso (porque de la vacuna no es)… y que pase el siguiente.

Ésta es sin duda la posición más cómoda ante el paciente convencido de la seguridad, eficacia y necesidad de las vacunas contra COVID19 porque mantiene la sensación de que ha hecho las cosas bien; el problema viene cuando el paciente es un poco más crítico y pregunta ¿y por qué de la vacuna no es?... y ahí el médico queda desnudo, sin respuesta, atrapado sin solución… “ha pasado demasiado tiempo desde la inyección hasta el evento” dirían en algunos casos en su intento de mantener la confianza del paciente; pero la realidad es que el médico no sabe si el sufrimiento del paciente ha podido ser generado, o no, como consecuencia directa del fármaco administrado.

En cualquier caso, la situación concluye con inseguridad en el médico y en el paciente, pero cuadrando todo en perfecta armonía con las consignas oficiales y con el relato que los medios de comunicación repiten hasta la extenuación: las vacunas son seguras, eficaces y necesarias para todos. No hay nada que temer. No hay nada que averiguar. No hay nada que estudiar.

Circulen.

Post hoc, ergo propter hoc

En el otro extremo, ante efectos secundarios ya reconocidos por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) o ante la alta frecuencia de reportes de un acontecimiento adverso concreto postvacunación, se puede cometer el error de establecer una relación causal que también podría ser equivocada.

El médico evalúa su trastorno menstrual, o su sudoración nocturna, o su miocarditis, o su falta de apetito, o su pericarditis; evalúa las alteraciones en la sensibilidad de diferentes partes del cuerpo que comenzaron a sucederle tras 15 minutos de la administración del tratamiento supuestamente preventivo contra COVID19, y concluye que es de la vacuna, que es normal y que vuelva tranquilo a casa, que se le pasará. No es necesario reportarlo como acontecimiento adverso (porque de la vacuna sí es)… y que pase el siguiente. No hay nada que temer. No hay nada que averiguar. No hay nada que estudiar.

Circulen.

Pero como los pimientos del padrón, unos casos se resuelven “e outros non”; y cuando sale cruz, el paciente queda abandonado, con la sensación de que no se le toma en serio, y con la impresión de que los médicos no sabemos qué demonios hacer con lo que le pasa.

Se despierta entonces su curiosidad: comienza a hacerse preguntas, comienza a investigar por su cuenta y, finalmente, llega a la conclusión de que no se han respetado sus derechos; que ha sido coaccionado para administrarse un fármaco autorizado para su uso en situación de emergencia pero que no ha sido aprobado a través de los procedimientos habituales. Se da cuenta de que estos tratamientos se encuentran en situación de farmacovigilancia y de que se van reconociendo cada vez más efectos secundarios por parte de las autoridades. Se percata de que no existe, ni desde el inicio existió, un consentimiento informado para la administración de estos fármacos en donde se le indicaran los posibles daños que su decisión, que no pudo ser libre por no ser informada, podría acarrear. Llega finalmente a la conclusión de que su libertad y sus derechos fueron vulnerados, y de que el resultado de esa vulneración ha resultado en un daño que, quizá, podría no haberse producido.

Y entonces se enfada. Y con razón.

La duda como virtud para la alianza terapéutica

En este caso, el médico evalúa esa extraña afectación a través de la cual se le cae la piel de las plantas de las manos o de los pies, o la reactivación de su herpes, o su eritema multiforme, o su parálisis periférica, o su infarto de miocardio, o su síncope; y concluye, sabedor de lo novedoso de estos tratamientos, que su dolencia podría ser consecuencia de la vacuna, pero que no se puede establecer una correlación causal en su caso concreto.

El médico le informará entonces de que se debe reportar esto como un acontecimiento adverso tras la vacunación en la página www.notificaram.es . Le informará de que estos fármacos son enormemente novedosos, que a la mayoría de las personas no se les han presentado problemas serios tras el uso de estos medicamentos pero que la comunidad científica desconoce el alcance de las consecuencias finales derivadas de su inoculación por no haber pasado tiempo suficiente desde el inicio de la administración masiva de algo así en seres humanos.

Puede que, incluso, le informe de que existe la sospecha fundamentada y con plausibilidad biológica de que se pueden generar daños acumulativos tras la administración de las sucesivas dosis, creciendo la posibilidad de que aparezcan lesiones adicionales tras cada “inyección de refuerzo” administrada.

Este médico estará para usted, para ayudarle en lo que le pase en la medida de sus posibilidades. Confíe en él, pero no le pregunte a quién puede usted pedirle responsabilidades. El médico puede ayudarle a recuperar o a conservar su salud, pero para asuntos legales necesitará otra consulta… esta vez con un abogado.

Puede usted seguir la información y comentarios del Doctor Antonio Alarcos a través de este enlace a su canal personal de Telegram:https://t.me/DrAlarcos

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