El enfoque de Donald Trump en política exterior se puede resumir en estas palabras: adular hacia arriba, amenazar hacia abajo.
Cuando Trump piensa que tiene la mano más poderosa, habla con confianza. Por ejemplo, Dinamarca es pequeña, así que Trump va tras Groenlandia. Esta es la táctica de una OPA hostil. Trump ve una oportunidad de negocio: una enorme empresa infravalorada que puede arrebatarle a un propietario distraído y comparativamente débil. Pero, por supuesto, la geopolítica no funciona según las reglas del capitalismo corporativo, y Trump parece casi desconcertado de que no todo el mundo se dé por vencido y se someta a su voluntad.
Los aliados de Estados Unidos suelen tener dificultades para decir que no a Washington, dada la diferencia de poder, por lo que Trump ha intentado durante mucho tiempo intimidarlos para que gasten más en sus propias fuerzas armadas. Esta vez, está presionando a los miembros de la OTAN para que gasten el 5% de su PIB, una cifra absurda que ni siquiera los Estados Unidos alcanzan.
A Trump le gusta poner como ejemplo a los países. Tal y como afirma un proverbio chino, el presidente estadounidense mata gallinas para asustar a los monos. Por eso, sacó la artillería pesada para amenazar a Colombia si no aceptaba a los deportados. No hubo un proceso diplomático formal. Todo el episodio se desarrolló en las redes sociales, el modo de discurso preferido de Trump.
Los objetivos de los halagos de Trump son, por lo general, el tipo de autócratas de mano dura que el presidente norteamericano aspira a ser: Vladimir Putin, Benjamin Netanyahu, Kim Jong Un. Estos líderes no sólo lanzan amenazas, sino que las cumplen. Putin amenazó a Ucrania y luego la invadió. Netanyahu amenazó a los líderes de Hamás y luego se dispuso a destruirlos. Kim Jong Un amenazó con construir un arsenal nuclear y luego lo hizo.
El problema de Trump está en China. Es un país muy poderoso, sin duda, y Xi Jinping recibe por ello su cuota de halagos trumpistas: «Me gusta mucho el presidente Xi.Siempre me ha gustado», afirmó el inquilino de la Casa Blanca. Pero China también desafía la hegemonía estadounidense al controlar las cadenas de suministro de materias primas críticas, reemplazar a Estados Unidos como principal socio comercial de países de todo el mundo y superar a todos en la producción de infraestructura de energía renovable.
Según el manual de Trump, China, que tiene la capacidad de hacer quedar mal a Estados Unidos, debe ser objeto tanto de amenazas como de halagos. Este es quizás el único aspecto en el que la estrategia de Trump se asemeja a una especie de diplomacia, dada su similitud con las estrategias de castigo y castigo que Washington empleó en el pasado.
Sin embargo, lo que queda claro es que actúa con la diplomacia de los cobardes, duro con el pequeño, sumisa con el fuerte.