Los méritos de un periodismo de raza y el miedo del poder

19 de Noviembre de 2021
Actualizado el 18 de octubre de 2024
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Periodismo D16

La línea editorial de Diario16, por muy incómoda que sea para los poderosos, está basada en la denuncia absoluta de los actos, vengan de donde vengan, y de las miserias de quienes ostentan el poder. Las miserias siempre vienen envueltas en papel de excrementos y el periodismo tiene la obligación de controlar y de hacer llegar al pueblo la verdad que otros quieren ocultar cueste lo que les cueste.

El periodismo de raza no es un trampolín del interés personal y del egoísmo empresarial, sino que se halla enmarcado en la utilización de la palabra, de la documentación, en el manejo de las fuentes y en la creación, a través del análisis, del conocimiento de la historia y, por qué no, de la interpretación de los hechos. Ese es el periodismo que molesta al poder porque llega mucho más a los lectores y lectoras que son los que, finalmente, lo comparten y lo transmiten. Antes era el boca a boca, ahora son los grupos de WhatsApp.

Pero, sobre todo, el periodismo de raza se caracteriza por no llevar nunca en los bolsillos ninguna navaja cabritera ni ningún trabuco. El periodismo de raza, el que miles de profesionales hacen suyo día a día, y, sobre todo, los que forman y se sienten parte de Diario16 porque asimilan y comparten que su línea editorial, junto a su estilo periodístico, es el alma de la cabecera, se nutre de la ética y la moral que se fundamentan en la lealtad a los principios más básicos del ser humano.

Hace años Manuel Domínguez Moreno, presidente del Consejo Editor de Diario16, escribió una tesis que es perfectamente aplicable a la realidad anteriormente expuesta. Todo venía en relación con un artículo publicado en El País por el recientemente fallecido Jean Daniel, fundador y editor de la publicación francesa Le Nouvel Observateur, quien proponía abordar la «posoccidentalidad», una época en que, a través de la globalización, las potencias emergentes estaban copando un posicionamiento que podría derribar a las potencias occidentales porque «están a punto de verse privados de su superioridad material (si no militar) en nombre de valores que no son los suyos. Occidente descubre que sin el poder ya no encarna el ideal».

Domínguez Moreno, por su parte, señalaba en su tesis que, más que iniciarse la era de la posoccidentalidad, lo que nace, realmente, es la era de la conciencia social. Hacía mención a que Albert Camus deseaba, con toda su fuerza, sacrificio y capacidad humana conservar su mundo interior, el mundo de su alma, su sensibilidad y sentimientos, pero con la misma fuerza, sacrificio y esfuerzo deseaba cambiar el mundo donde físicamente le tocó vivir  y vivía y lo deseaba hacer  y morir por hacerlo  desde la «revolución de las conciencias». Intentó, con la simbiosis de su propia nobleza  e inteligencia, llegar desde aquel momento de la historia a este  desde la lucha, el trabajo, la investigación y el pensamiento que la única razón, no solo de la teoría griega, sino de la actual que Domínguez Moreno considera «razón sin miedo», no solo de la visión judía, y no solo del derecho romano aplicado en la actualidad, para justificar en ocasiones, más injusticias que justicias.

Por otro lado, en dicha tesis, Manuel Domínguez afirmaba que «precisamente, desde  los comportamientos  históricos de Occidente y posteriormente desde, repito, sus cómplices silencios ante los movimientos políticos y económicos llevados a cabo por dictadores públicos y privados autóctonos del resto del mundo llamado Oriente, segundos o terceros  e incluso “pobres” Occidentes o países ricos, han vivido y más aún han construido en primer lugar la sociedad del bienestar y más tarde la globalización  económica en función de sus propias crisis existenciales  desde el punto de vista social y humano y peor aún desde sus propias crisis culturales».

Se habla mucho de la crisis de los medios y del periodismo. Las cabeceras son atacadas constantemente desde el poder cuando dichas publicaciones son capaces de, desde la razón sin miedo, remover los cimientos carcomidos de aluminosis. El periodismo, como la sociedad, está amenazado por el poder y sólo desde el inconformismo ético se puede alcanzar el lugar de donde nunca se bajó. No se trata de contar un hecho o publicar una noticia como el poder quiere o le conviene. No se trata de callar cuando es necesario gritar. No se trata de emboscarse cuando hay que saltar la trinchera. El periodismo, el de raza, el de verdad, se cimienta en el respeto a la valentía de quien sabe que tiene la verdad de su lado. Con la coherencia, la verdad, la ética y con el saber y conocer, no hay que temer a nada ni a nadie.

El prestigioso profesor de la New York University's Arthur L. Carter Journalism Institute, Mitchel Stephens, ha defendido que, en el siglo XXI, el periodismo, o es analítico o dejará de ser periodismo. En Diario16.com nuestro fundador Manuel Domínguez Moreno nos ha dejado y nos deja claro cada día que deberemos siempre defender «el nuevo periodismo», el periodismo que personalmente investigó a través de la definición INDOCHAR por sus siglas en español: Información-Documentación-Conocimiento-Historia-Análisis-Reflexión.

Dicho trabajo, realizado a mediados de la ultima década, consiguió la clasificación de investigación científica obteniendo la distinción de propiedad intelectual, la cual así consta a nombre personal de nuestro fundador y editor en el Ministerio de Cultura del Estado español. Tenemos claro que, sin duda, este es el único camino por muy incómodo que le sea al poder, venga de donde venga, así como a los y las profesionales del periodismo que jamás dispusieron de casta real para ejercer esta digna profesión, igualmente, vengan de donde vengan. «Por su compromiso las y los conoceréis».

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