Pedro Sánchez encara una semana clave para su futuro político. Hasta ahora todo han sido fatuas declaraciones y fotos para la galería, postureo, teatrillo y fuegos de artificio, un amagar y no dar. A partir de ahora empieza lo serio. Las negociaciones están resultando más complejas de lo que a Moncloa le cabía esperar, aunque fuentes de Presidencia siguen mostrando confianza en que finalmente habrá acuerdo. Eso sí, nadie quiere aventurar una fecha para la sesión de investidura. “Hay que dejar trabajar a los equipos”, dicen en Ferraz.
Conviene por tanto analizar cómo está la situación a día de hoy, siendo siempre conscientes de que el escenario puede cambiar en cinco minutos. Estamos tan cerca de un acuerdo entre la izquierda española y el mundo independentista como de la ruptura de conversaciones. Lo único seguro es que Feijóo sigue tensando la cuerda para que se rompa ya e ir a elecciones, la única buena opción para el PP y para él mismo. Cuatro años de legislatura del Gobierno de coalición serían letales para un hombre como él siempre cuestionado por el ala dura ayusista. “El independentismo lo obtendrá casi todo y España nada”; “¿Qué obtiene la democracia con su capitulación?”. Declaraciones recias de ese estilo salen cada cuarto de hora de la boca del dirigente popular.
Así las cosas, la pregunta es: ¿cómo están las posiciones en cada agente implicado en este proceso de investidura? Hay que ir partido a partido, como dijo aquel.
Junts, enrocado
Obviamente, escuchando hablar a Carles Puigdemont da la sensación de que Sánchez no tiene nada que hacer. Ayer, el expresident culpó al Estado español del asesinato de Companys, una diatriba que no ayuda precisamente a crear un ambiente propicio al acuerdo. “La ejecución del president Lluís Companys es un crimen que todavía resuena. Ciertamente fue asesinado en manos de fascistas, pero resuena porque es mucho más que eso: fue detenido, extraditado, maltratado, juzgado, condenado y ejecutado por las autoridades del Estado español de acuerdo con la legalidad vigente”. Que fueron los fascistas los responsables del crimen es algo sabido. Ahora bien, tratar de conectar el asesinato de Companys con el marco jurídico actual es un ejercicio de desproporcionado sectarismo. Este no es el mismo Estado franquista de 1936 como quiere hacer ver Puigdemont. Hay una Constitución, democracia, imperio de la ley. Solo quienes se saltan la legalidad, actuando unilateralmente, deben temer a los tribunales. Por tanto, a esta hora el expresident parece más fuera que dentro de la mesa de negociación. No le vale solo con la amnistía, quiere referéndum de autodeterminación y lo quiere ya. Y por ese aro no va a pasar Sánchez.
Esquerra, una de cal y otra de arena
La formación independentista de izquierdas se mueve en un equilibrio inestable. Oriol Junqueras parece loco por la música, pero no puede entregarse al PSOE sin que le llamen botifler. Mientras Junts advierte de que no va a renunciar a la vía unilateral, ni al referéndum, la izquierda independentista catalana es mucho más prudente. “Hay que hablar poco y negociar más”, dice Gabriel Rufián, mientras critica la “incontinencia verbal” de “otras formaciones”. ERC podría estar más cerca del sí quiero a Sánchez, aunque además de la amnistía reclama una fecha a futuro para el referéndum, que podría ser 2027. Se desconoce si a Esquerra le bastaría con la restauración del Estatut recurrido por el PP que recogía la declaración de “nación” para el pueblo catalán.
Una nueva era para la izquierda abertzale
Más fácil está el acuerdo con el mundo radical vasco. El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, ha asegurado que la foto de la reunión del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, con miembros de la formación soberanista “nos sitúa en otra fase política, aunque unos y otros no quieran”. Otegi se refería a la reunión que el pasado viernes mantuvieron Sánchez y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, con la portavoz de EH Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, y el senador Gorka Elejabarrieta. “Fue una reunión de una gran importancia, porque nos hemos reunido con total normalidad con el presidente del Gobierno en funciones y con el secretario de Organización del PSOE”. Además, el diputado de Bildu Oskar Matute aseguraba que en su formación “somos de palabra, no especularemos en este momento histórico”. Por tanto, la izquierda abertzale lo tiene claro. Apoyará a Sánchez para frenar el avance de la extrema derecha en España.
Fuego amigo contra Sánchez
Mientras tanto, al presidente en funciones le ha salido otro escollo inesperado: la guerra en Oriente Medio, que puede perjudicar seriamente sus relaciones con Sumar, Unidas Podemos y Más País, socios preferentes de Gobierno. El partido de Yolanda Díaz ha pedido al presidente que “deje de mostrar complicidad” con el Estado de Israel y con la UE, que se ha posicionado “claramente al lado de Benjamin Netanyahu”. Y reclaman una declaración institucional de Moncloa exigiendo el fin del “genocidio” contra el pueblo palestino. Una vez más, los socios se encuentran inmersos en una de esas crisis que sufren de cuando en cuando.
Tensión en Ferraz
El PSOE ha arremetido contra la “escalada verbal” de Alberto Núñez Feijóo, que considera más propia de la “ultraderecha europea” que de un partido moderado. Así lo trasladan desde Ferraz después de que Feijóo se despachase con dureza contra lo que calificó como la “rendición incondicional” y la “capitulación” de Sánchez ante el soberanismo catalán. Desde el PSOE sostienen que “no se puede tolerar cómo habla Feijóo” y ven “increíble que una persona que ha querido ser presidente del Gobierno se inhabilite con unas declaraciones absolutamente desleales con el país”.
El polvorín catalán
Las cosas se caldean en Cataluña; hay alta tensión. Núria Marín (de la Asamblea Nacional Catalana) asegura que “el Estado español continúa reprimiendo a Cataluña sin escrúpulos”. Por si fuera poco, Emiliano García Page advierte de que la factura de las “desigualdades” de una hipotética amnistía a los encausados por el procés la pagarán las próximas generaciones. A esta hora, siendo realistas, el acuerdo de investidura parece más lejano que nunca. Un sudoku irresoluble.