Valencia, Andalucía, Castilla-La Mancha, Cataluña y Aragón son las comunidades autónomas más afectadas, de momento, por la DANA que ha azotado a España desde la tarde de ayer. Ha habido muchos errores, sobre todo en la gestión de las alertas y ya habrá tiempo para pedir responsabilidades a quien corresponda, sea quien sea, pertenezca al partido que sea. Sin embargo, ahora es el momento de las víctimas y de arropar a sus familiares.
Son, de momento, 95 fallecidos confirmados oficialmente, pero hay que redefinir esa frialdad cruel: son 95 vidas, padres, abuelos, hijos, amigos. Son 95 historias que se han ido porque la naturaleza decidió ponerse violenta en una hora y un lugar.
Nunca en la historia España había vivido una catástrofe climática como esta.
A lo largo del día se han visto imágenes dantescas y los testimonios de las personas afectadas obligan a tener empatía, ponerse en el lugar de personas que lo han perdido todo, de familias que se han quedado sin nada. Y esto si sólo se hace referencia a lo material, lo humano es peor. En la noche de ayer, en diferentes programas de radio y televisión, se vivió en directo la angustia de las personas que veían cómo el nivel de agua crecía y ellas se encontraban atrapadas en un atasco o en el interior de sus coches.
La gente temía por sus familiares y allegados y, como la comunicación era imposible, acudían a los medios de comunicación para intentar localizar a las personas que estaban ilocalizables. Amigos, hermanos, hijos desesperados mientras el agua seguía creciendo. Esa situación debió ser angustiosa. Hay que pensar en la noche pasada, en la gente que no pudo dormir por miedo a que la muerte llamara a su puerta, ya fuera la propia, ya fuese la de una persona querida.
Ahora llegan los minutos de silencio, los golpes de pecho, los días de luto oficial, las visitas a las zonas afectadas en la que los políticos cambian el traje por el disfraz de Rambo. Qué pena da todo esto porque si toda esa parafernalia viniera acompañada de soluciones inmediatas, entonces valdría la pena la patraña. Pero pasará una semana, o dos, y todo quedará olvidado. Se obligará a la gente a embarcarse en un fango de burocracia para que las ayudas que prometerán todos los políticos no les lleguen hasta que pasen años. Las aseguradoras pondrán todas las pegas del mundo, lo mismo que el Consorcio de Seguros. Los formularios serán ininteligibles. Se obligará a las víctimas de la DANA a recordar el dolor una y otra vez, mientras la soluciones se llenan de sellos y papeles hasta que lleguen, si llegan en algún momento.
Los políticos, cada vez que hay una tragedia de este tipo, no entienden nada. No comprenden que quien lo ha perdido todo en un minuto, quiere recuperarlo todo cuanto antes mejor. No se trata solo de la cuestión material, es que aquellos que están al servicio del pueblo entiendan que de lo que realmente se trata es de recuperar sus vidas en el mismo lugar en que las paró la tragedia. Ese es el servicio a la ciudadanía: dar soluciones y ya llegará el tiempo de culpar a quien haya que culpar.