La 29 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29) de Bakú (Azerbaiyán) está centrada principalmente en la financiación climática, es decir, en el dinero. Los países ricos determinan sus contribuciones cuantificadas a los objetivos anuales de financiación climática acordados tras la intervención activa del presidente Barack Obama en la COP15 en Copenhague. Las economías desarrolladas presentes en 2009 consintieron en contribuir con 100.000 millones de dólares al año para 2020. Sin embargo, no cumplieron esa promesa hasta 2022.
Por su parte, los países en desarrollo se quejan de que no sólo 100.000 millones de dólares al año son muy inferiores a lo que se necesita, sino que el fondo se caracteriza por trucos contables, doble contabilización y préstamos de alto costo a naciones ya endeudadas.
Aunque esos 100.000 millones de dólares siguen siendo difíciles de conseguir, las estimaciones de costos de financiación de la acción climática global son cada vez mayores. Distintos analistas y expertos señalan que hay que conseguir 2 billones de dólares al año en financiación climática para ir más allá del blanqueo verde y realmente equiparar la acción climática global con el cambio climático global.
Esa cifra no es un invento, tiene su base económica. La cantidad responde al grado de adaptación y mitigación necesarios para reparar la atmósfera dañada y el planeta degradado.
Sin embargo, hay desacuerdo sobre cómo financiar esa cantidad anual. Las opciones varían desde financiación pública y filantropía hasta financiación privada, préstamos bilaterales y multilaterales y movilización interna de recursos financieros, o una combinación de todos ellos.
Los países en desarrollo reclaman que la financiación climática se pague con financiación pública. Las principales economías del mundo apuestan, por el contrario, por la financiación privada, la filantropía y la financiación interna.
Sin embargo, esto no es a lo que los países desarrollados se comprometieron en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en 1992, y luego en el Acuerdo de París en 2015. En ambos pactos fundacionales prometieron pagar el financiamiento climático y los países en desarrollo tendrían derecho a recibirlo.
Las principales potencias del mundo argumentan ahora que se deben tener en cuenta los cambios más recientes en las economías mundiales. Si este argumento es válido, se pedirá a un buen número de países en desarrollo que paguen la parte que les corresponde para la financiación climática.
No obstante, los países en desarrollo se mantienen unidos en su insistencia en que la financiación climática nunca debe ser su responsabilidad. Amenazan con que si los países desarrollados revisan sus compromisos o quieren que los países en desarrollo contribuyan a la financiación climática, eso equivaldrá a reabrir los acuerdos fundacionales, incluido, y más importante, el Acuerdo de París, que es jurídicamente vinculante para todos los países firmantes. Estas divisiones son un mal augurio para cualquier resultado esperado de la COP29.
A pesar de que el Artículo 9 del Acuerdo de París exige a los países desarrollados que proporcionen financiación climática, alienta a los países en desarrollo a pagar su parte justa «voluntariamente», sobre todo porque muchos de ellos han mejorado su situación exponencialmente.
Por ejemplo, el PIB per cápita de Qatar es tan grande como el de Estados Unidos. De hecho, todos los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) son economías prósperas. Brasil, que es miembro de BRICS, tiene una economía que es más grande que cuatro países miembros del G-7 (Francia, Reino Unido, Italia y Canadá). India, otro miembro de BRICS, tiene un PIB que es superado solo por un miembro de los países del G-7: Estados Unidos. En Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), la economía china, con 40 billones de dólares, es la más grande del mundo. Indonesia, miembro del G-20, es la séptima economía más grande del mundo después de Alemania.
Los países en desarrollo que integran grupos como el CCG, los BRICS y el G-20 son, por lo tanto, los principales candidatos para realizar contribuciones «voluntarias» a la financiación climática y éstas deberían incentivar a las naciones desarrolladas a hacer su parte con mayor disposición.
Mientras continúa este tira y afloja, el cambio climático sigue cobrándose su precio tanto a ricos como a pobres. Hace poco, Estados Unidos sufrió dos huracanes consecutivos (Helene y Milton) con apenas dos semanas de diferencia. El presidente de la COP29, en su carta a los participantes de la cumbre y a los delegados, señaló que el coste del huracán Helene por sí solo podría ascender a 250.000 millones de dólares. Mientras tanto, el huracán Milton pasó de categoría 1 a categoría 5 en menos de 24 horas, un ritmo de intensificación tan poco común en meteorología que convierte a Milton en la tercera tormenta atlántica de mayor intensidad de la que se tiene registro.
En España, la DANA que ha asolado Valencia, Albacete y Andalucía, es un fenómeno de tales dimensiones que se sale de todos los registros históricos, más allá de las graves consecuencias materiales pero, sobre todo, personales.
El precio de tales catástrofes está en una trayectoria asombrosamente ascendente. Aunque el costo estimado de la financiación climática global fluctúa entre 1 y 2 billones de dólares al año, sólo en Asia y el Pacífico el coste de los desastres climáticos aumentará a 1,4 billones de dólares al año, es decir, el 4,2% del PIB regional.
Para mediados del siglo XXI, se prevé que el costo global de los desastres causados por el clima alcance los 38 billones de dólares al año, es decir, mucho mayor que el costo de todas las guerras, incluidas las guerras mundiales, libradas en el siglo XX.
Lo que sigue en prioridad a la financiación climática para la COP29 es la acción climática o lo que en el lenguaje de las Naciones Unidas se denominan contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés). La acción climática está inextricablemente vinculada a la financiación. Si no hay avances en este sentido es probable que la acción climática en la COP29 se presente con las típicas palabras vacías. Como siempre.