Ayer se publicaron las cifras del paro registrado correspondientes al mes de mayo de 2025 y, una vez más, la euforia no está justificada. Los datos cuantitativos brutos son indiscutibles, pero cuando se analizan seriamente y sin las antojeras de defender una visión sectaria de la realidad entonces se demuestra que el relato está totalmente manipulado.
Desde el punto de vista cuantitativo, el mes de mayo trajo la primera gran sonrisa del empleo tras meses de estancamiento: 57.835 personas han salido de la base de datos del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). El motor principal de esta reducción ha sido el sector servicios, que ha incorporado casi 43.000 trabajadores nuevos. Sin embargo, tras la euforia inicial los datos oficiales muestran oscuros nubarrones: la tasa de empleo sigue marcada por la precariedad, la parcialización y las antiguas desigualdades que, lejos de remitir, perviven con fuerza.
Relato maquillado
Tradicionalmente, el fin de curso escolar y el inicio de la temporada veraniega impulsan la creación de empleo juvenil: hoteles, restaurantes, ocio y comercio contratan con carácter temporal para atender el repunte turístico. Este mayo no ha sido una excepción y refleja un descenso más acusado del paro entre los menores de 25 años que en los tramos de mayor edad. Sin embargo, esta caída demuestra que la gran mayoría de esos empleos desaparecen con el otoño, cuando la economía vuelve a su pulso habitual.
Los jóvenes entran en la rueda del mercado con contratos de semanas o meses, sin más garantía que la renovación automática de la temporada.
Brecha de género sistémica
En términos absolutos, los datos del SEPE muestran que el paro femenino ha registrado un retroceso ligeramente superior al masculino. No obstante, la estructura de la desocupación española mantiene una línea preocupante: el 55,93% de las personas en paro son mujeres. Por cada 20 parados, más de 11 son mujeres y menos de 9, hombres. Esta cifra dibuja un mercado laboral en que las mujeres (agravadas por cargas familiares y sectores feminizados de baja remuneración) sufren más la precariedad y la inestabilidad.
El espejismo del contrato indefinido
A pesar de que mayo ha dejado la sorprendente cifra de 552.697 nuevos contratos indefinidos y acumula 2.559.160 en lo que va de año, estos datos muestran como se ha manipulado el sentido del contrato que, hasta 2021, representaba la estabilidad en el empleo.
La realidad es que a este ritmo mensual de generación de contratos indefinidos España debería ser el país del pleno empleo. Sin embargo, sólo se consiguen pequeñas caídas mensuales e incluso alzas en otros periodos. El contrato indefinido es altamente inflamable en España: arde con tal facilidad que dura menos de una semana.
Además, los datos del SEPE muestran que apenas el 40% de esos indefinidos corresponde a jornadas completas. El 60% restante son contratos a tiempo parcial o discontinuos, con horarios fragmentados y escasa previsibilidad.
Este fenómeno ha disparado la bolsa de ocupados demandantes de mejor empleo, que ya supera el millón de personas (1.137.213 inscritos), y pone en jaque la propia lógica del contrato indefinido como garantía de estabilidad económica y social.
Precariedad y reformas pendientes
La última reforma laboral, aprobada en 2021, buscó atajar la temporalidad y promover el indefinido. No obstante, según los datos actuales, las empresas optan masivamente por esquemas parciales para ajustar personal sin comprometer costes fijos.
Son los propios datos oficiales los que demuestran que la reforma laboral era más humo que otra cosa y sólo se podría compensar el fracaso con medidas que palien la parcialidad con desgravaciones ligadas a aumento de horas y estabilidad real, refuerzo de la Inspección de Trabajo para sancionar el uso abusivo de parciales y contratos discontinuos, programas públicos y privados para reconvertir a los trabajadores en sectores de mayor valor añadido y combatir el desempleo estructural.
A corto plazo, el sector servicios y la construcción turística continuarán tirando del empleo. Pero la verdadera prueba vendrá con la llegada del otoño y el regreso de la estacionalidad, la precariedad, los abusos, la explotación y el desempleo sistémico.