La participación directa del hombre más rico del mundo, Elon Musk, en la campaña del ganador de las elecciones de los Estados Unidos muestra cómo los millonarios sí invierten en los políticos, sobre todo en países donde la financiación privada es fundamental. Esta situación demuestra que las grandes fortunas controlan a los políticos a su antojo. En Europa lo hacen de otro modo, sobre todo a través de intermediarios (lobistas, carísimos despachos de abogados, consultoras). Pero es un hecho que la democracia ya se ha convertido en el jardín privado de la minoría del 1% que controla más de 60% de la riqueza mundial.
Uno de los principios democráticos fundamentales es el de «un ciudadano, un voto». Sin embargo, esto es ya una frase hecha. No es verdad. Los políticos, tanto en Estados Unidos como en el resto de las democracias occidentales, son los rehenes de los intereses de los poderosos porque de ellos depende su cargo.
A Elon Musk ¿le importa el bienestar de las familias trabajadoras? No, él mismo se ha convertido en un exterminador de empleos en todas las empresas que controla. Es más, durante la campaña de Trump ha atacado de manera frontal a la libertad sindical, un derecho fundamental del ser humano. A Musk le importa muy poco las personas de clase media y trabajadora porque él mismo tiene acumulada una riqueza 1,4 millones de veces que la de una familia media.
Las contribuciones políticas de los millonarios en esta campaña de los Estados Unidos son enormes si se miran los números desde una perspectiva absoluta. Elon Musk, por ejemplo, ha dado oficialmente más de 130 millones de dólares a Donald Trump. Hay otros mecanismos legales que le habrían permitido duplicar esa cantidad sin aparecer él. Pero el dueño de X, Tesla y SpaceX no es el único.
Según un informe de la organización Americans for Tax Fairness, las 150 principales fortunas estadounidenses han aportado, al menos, 1.900 millones a las diferentes campañas, aunque el mismo estudio señala que esa cantidad puede ser muy superior. Eso sí, un 75% de esa cantidad ha ido al Partido Republicano.
Para estas grandes fortunas, esos 1.900 millones suponen una inversión mínima. En concreto, un mero 0,07% de su riqueza colectiva. En realidad han comprado las políticas que Trump aprobará en los próximos cuatro años: recorte radical de impuestos, contratos públicos, menor regulación. Cuando Trump deje la Casa Blanca, la riqueza de aquellos que pusieron dinero en la campaña republicana, habrán obtenidos beneficios muy superiores a su aportación política.
No es sólo Musk. Las grandes fortunas petroleras también han apostado por Trump porque saben que se reducirán las regulaciones aplicadas para luchar contra el cambio climático. El emporio de las criptomonedas también. No hay más que ver la subida del valor de estas monedas virtuales tras el discurso de victoria de Trump.
Ahora es el caso de Estados Unidos, pero en la Unión Europea pasa igual. Ahí, los ricos pagan millones de euros en agresivas campañas de lobismo en el Parlamento Europeo, tal y como se pudo comprobar con Uber. Pero lo mismo sucede con otros sectores, porque saben que la línea de las políticas se marca desde Bruselas. Lo que pagan en lobistas no es un gasto, es una inversión muy rentable.
Por tanto, la democracia será el primer régimen político que pasa de la realidad a la utopía. Ya no existe. Es el jardín trasero de las mansiones de los multimillonarios. En realidad, tras la crisis de 2008, occidente vive en una plutocracia enmascarada en una ensoñación.