La derecha, los ultras y el proxenetismo de la libertad

Las posiciones económicas defendidas por conservadores, liberales y los ultras de todo pelaje defienden una desregulación absoluta que solo lleva al desastre social y a colmar las aspiraciones de la codicia de las clases dominantes

26 de Septiembre de 2024
Actualizado el 27 de septiembre
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Desregulacion Derecha ultras
Foto: FreePik

La presentación en estos días de un informe preparado, entre otros, por Mario Draghi (expresidente del Banco Central Europeo, ex primer ministro de Italia y, sobre todo, exvicepresidente en Europa de Goldman Sachs) ha disparado la lívido de los sectores conservadores, liberales, ultraliberales y de la extrema derecha mundial. Por qué no decirlo, también ha tenido un efecto modo Viagra en algunos antiguos socialdemócratas que traicionaron hace tiempo su modelo ideológico por unas migajas del entramado elitista.

El fondo del informe de Draghi es una apuesta por una mayor desregulación de las relaciones económicas y financieras para incrementar la competitividad de la Unión Europea. Esto supone un gravísimo error porque el mundo ya conoce las gravísimas consecuencias de esa desregulación. ¿Acaso se han olvidado ya de lo que sucedió en 2008?

Evidentemente, el contenido del documento presentado por Draghi ha tenido también un impacto en la clase política. Conservadores, ultraliberales y la extrema derecha han salido en tromba a defender la desregulación absoluta de la economía para captar una mayor inversión e incrementar la competitividad.

La desregulación es la supresión de la legislación y las leyes impuestas por los gobiernos a determinados mercados. Es decir, implantar la ley de la selva en la que los más fuertes se comen a los más pequeños.

Según la teoría económica y la base ideológica sobre la que se sustenta el discurso de conservadores, ultraliberales y de la extrema derecha, la desregulación estimula el crecimiento económico, incrementa la competencia y, en consecuencia, deriva en una reducción de precios y, sobre todo, es un elemento de la libertad.

Sin embargo, lo teórico no tiene por qué aplicarse en la realidad. Por ejemplo, la física ha demostrado que una margarita puede sostener el peso de una ballena. En economía pasa lo mismo. La historia ha demostrado que la desregulación de las actividades económicas y empresariales ha provocado terribles errores en los mercados porque, al no haber reglas, se toman más riesgos. Eso fue lo que sucedió en los años previos a la crisis de 2008 con Goldman Sachs y AIG. Además, la inexistencia de normativas de control de la actividad corporativa deriva, finalmente, en actividades monopolísticas.

La historia ha demostrado que un incremento desregulatorio es el paso obligatorio para que la desigualdad se dispare. Los grandes beneficiarios de la supresión de las normas de control disparan con la «pólvora del rey» puesto que saben que si fallan, el Estado acudirá en su rescate, porque juegan con el chantaje del «too big to fail».

Sin embargo, a pesar de que conocen las gravísimas consecuencias de desregular las actividades económicas, la clase política conservadora, ultraliberal y de la extrema derecha afirman que ellos defienden la «libertad». No hay una mayor perversión de algo tan elevado. Son los proxenetas de la libertad porque la están prostituyendo del mismo modo en que las casas de servicios sexuales de Wall Street facturan sus servicios a las mismas corporaciones.  

Sin una regulación por parte de las agencias gubernamentales, los especuladores estarían campando a sus anchas, aún más de lo que lo hacen en la actualidad. Sin embargo, para los políticos conservadores, ultraliberales y de la extrema derecha, la figura del especulador es asimilada a la del emprendedor.

En el año 1992, George Soros ganó más de 1.000 millones de dólares tras provocar una devaluación de la libra esterlina que llevó casi a la quiebra al Banco de Inglaterra. ¿Esto es libertad o, realmente, codicia? Todo ello por no hablar de las diferentes desregulaciones que aprobó Alan Greenspan que fueron la causa principal de la burbuja inmobiliaria y financiera que terminó con una de las mayores crisis económicas globales de la historia. ¿Libertad?

Un tipo de desregulación son las políticas fiscales laxas y favorables a las rentas más altas. Los políticos conservadores, ultraliberales y de extrema derecha mantienen un mantra que cala: el dinero mejor en los bolsillos de los ciudadanos que en las arcas del gobierno. No hay una manipulación más cruel de la realidad, sobre todo por las consecuencias crueles que tiene sobre las clases medias y trabajadoras.

Cuando se habla de eliminar los impuestos, sólo hay unos beneficiarios reales: las grandes fortunas y los gigantes corporativos. Así se demostró con las leyes fiscales de Donald Trump que permitieron un incremento desproporcionado de la riqueza de los multimillonarios y de las cuentas de explotación de multinacionales, bancos y grandes empresas calculadas en más de 5 billones de dólares. Mientras tanto, las familias de clase media y trabajadora apenas sintieron los efectos de esas leyes.

Por tanto, la desregulación de las actividades económicas no es algo propio de la libertad, sino la prostitución de la misma, porque el incremento de la desigualdad que provoca deriva en el sometimiento de las clases medias y trabajadoras a las élites.    

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