No hay nada más peligroso que vivir de los sueños o en medio de esperanzas, porque ni los unos ni las otras se suelen cumplir. «La esperanza es algo peligroso. La esperanza puede volver loco a un hombre», decía Red, el personaje de la película Cadena Perpetua interpretado por Morgan Freeman. Eso es cierto, porque, tal y como escribió Pema Chödrom, «nos aferramos a la esperanza, y la esperanza nos roba el momento presente».
Desde hace unos años, sobre todo tras la crisis de 2008, desde diferentes ámbitos se ha elaborado una especie de trama para meter en la cabeza de las personas la idea de que no hay nada mejor que trabajar siendo «su propio jefe». Eso es una utopía muy hermosa en la que se mezclan elementos tan elevados como la libertad, la autogestión, la autonomía y, todo ello, con la promesa de altos ingresos en poco tiempo. Todo eso es falso y una estrategia endemoniada para que las personas sean esclavas de unas obligaciones que, de otro modo, no habrían adquirido y que sólo benefician a los grandes poderes.
Quien haya emprendido o iniciado una aventura empresarial sabe, haya triunfado o fracasado, sabe que la cuestión de ser el propio jefe no es más que una consigna porque, en realidad, se pasa de tener a un superior a tener muchos: los clientes. Lo que no se les cuenta a los nuevos emprendedores es el infierno burocrático que tendrán que pasar cada mes, los impuestos que les corresponde pagar, la pérdida de derechos laborales, entre otras muchas cosas, es decir, que la libertad desaparece. Todas esas historias de éxito que se intentan vender son, en su gran mayoría falsas. Los propios magnates de hoy que antes emprendieron negocios que son multinacionales, tuvieron que soportar durante años jornadas de trabajo maratonianas, sin descanso de ningún tipo, y el agobio de cumplir con las obligaciones financieras sólo para el negocio.
Hay muchas cosas que no se cuenta a las personas a las que se pretende inmiscuir dentro del círculo del emprendimiento. Los datos están ahí, y el fracaso es lo más habitual, lo que estigmatiza en una sociedad que ensalza el éxito por encima de otras cuestiones.
Es indudable que la creación de nuevas empresas es fundamental para el dinamismo de la economía. Sin embargo, no se le pueden ofrecer falsas esperanzas a personas de clase trabajadora, sin conocimientos de gestión empresarial, que su futuro va a estar resuelto con el emprendimiento.
En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística, el 20% de las nuevas empresas no supera los dos años de actividad, el 50% cierra antes de los cinco años y sólo un 30% alcanza el décimo aniversario. Es decir, menos de un tercio de los emprendedores consigue que su proyecto perdure o sea rentable. En el caso de las start up, la duración media de la actividad apenas supera los 5 años.
Los emprendedores, más allá de los cantos de sirena que se les pueda hacer desde ferias y eventos, deben saber que, para que un proyecto empresarial triunfe, no sirve sólo con la idea, son necesarios otros factores más terrenales. Por un lado, se halla una cuestión fundamental: el dinero necesario para desarrollar esa idea. La disponibilidad de financiación es crucial para la supervivencia y crecimiento de una nueva empresa. Sólo si el emprendedor logra asegurar rondas de inversión adecuadas, entonces se podrán tener mayores probabilidades de superar los primeros años críticos. Esto, en un escenario de crisis económica y del consumo como el actual, es muy complicado.
Por otro lado, está la capacidad de adaptabilidad y resistencia para adaptarse a los constantes cambios de los diferentes mercados. El emprendedor tiene la idea, que siempre es maravillosa, pero sólo si se consigue pivotar el modelo de negocio en respuesta a la retroalimentación del mercado, entonces tendrá alguna posibilidad de superar los primeros años críticos.
El 20% de las nuevas empresas no supera los dos años de actividad, el 50% cierra antes de los cinco años y sólo un 30% alcanza el décimo aniversario. Es decir, menos de un tercio de los emprendedores consigue que su proyecto perdure o sea rentable
En España, el mercado interno no es lo suficientemente grande como para sustentar el crecimiento de nuevas empresas emergentes y la expansión a los mercados internacionales, con la falta de experiencia que acreditan los nuevos emprendedores, es un suicidio, sobre todo porque hay mercados mucho más grandes.
Por otro lado, en España la competencia por el talento es intensa. Las nuevas empresas tienen dificultades para atraer y retener a los mejores profesionales por los bajos salarios que se pagan. La falta de habilidades técnicas y de gestión adecuadas puede limitar la capacidad de la nueva empresa para ejecutar su visión y adaptarse a las demandas del mercado.
Además, esa cultura del emprendimiento que se ha pretendido imponer ha saturado el mercado, lo que hace mucho más difícil la captación de cuentas de clientes rentables que generen ingresos sostenibles. Esto suele derivar en una competencia agresiva que erosiona los márgenes y aumenta la presión para diferenciarse y ofrecer propuestas de valor únicas.
La falta de visibilidad y de una base de clientes sólida dificulta la generación de ingresos y la obtención de tracción en el mercado. Las nuevas empresas se ven obligadas a desarrollar estrategias de marketing efectivas y construir relaciones sólidas con los clientes para asegurar su crecimiento y sostenibilidad. En la gran mayoría de los casos se pretende hacer sin la experiencia y la formación necesaria o, directamente, sin el equipo de trabajo adecuado, sobre todo porque esos equipos requieren de activos económicos que, en la gran mayoría de las ocasiones, no se poseen.
Las personas que quieran emprender deben saber que es un camino solitario y estresante. Lo más habitual es estar obligado a trabajar largas horas y enfrentarse a una presión constante para lograr resultados. La gestión del tiempo y el mantenimiento de un equilibrio entre vida laboral y personal son desafíos que se convierten en utópicos. El estrés crónico le afectará a la salud mental y física, lo cual impacta negativamente en el rendimiento y en la sostenibilidad del negocio.
La realidad es que el intento de crear una cultura del emprendimiento en España es, en primer lugar, el fracaso de las administraciones públicas que son incapaces de generar políticas activas de empleo o de captar inversiones extranjeras para la implantación de estructuras de actividad que generen nuevos puestos de trabajo. Los políticos están a lo suyo, a sus cosas de políticos, el resto no les importa. El mensaje que transmiten al ciudadano es «somos unos incapaces para conseguirte un empleo digno, entonces, ¡búscate la vida!».
Por otro lado, es el triunfo de los verdaderos poderes que controlan el mundo, sobre todo tras la crisis de 2008. El poder financiero se beneficia porque ellos no pierden si los proyectos de los emprendedores fracasan. Ellos cuentan con la financiación y en un concurso de acreedores suelen ganarse el derecho a cobrar en primer lugar, por encima de los proveedores. En otro orden, el hecho de plantear el falso paraíso del emprendimiento permite a las grandes corporaciones a ejecutar despidos masivos.
Los únicos que pierden son los emprendedores porque se les llena la cabeza de falsas esperanzas, de sueños de hacerse millonarios en poco tiempo con ejemplos manipulados con nombre y apellidos. En esos aquelarres emprendedores se les habla del garaje de Bill Gates o de Steve Jobs, y de la pequeña oficina de Jeff Bezos. Se les muestran fotografías de cómo empezaron y de lo que han logrado. Y todos salen de esas ferias alienados con el cuento de la lechera en modo dios.