Se veía venir y vino. Nuevo alarde propagandístico del aparato sanchista tras la publicación de las perspectivas de la economía mundial por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI). Los datos, en frío, son buenos e indican que la economía española crece a unos niveles muy importantes. Sin embargo, el autodenominado «gobierno de la gente» está fracasando porque esas cifras macroeconómicas no se están transfiriendo a un mayor bienestar de la ciudadanía de clase media y trabajadora, sino que el dinero está terminando en el bolsillo de los de siempre: grandes empresas, altos ejecutivos y los patrimonios de los millonarios. Todo muy progresista.
La España real es muy diferente a lo que pretende vender el aparato de propaganda de Pedro Sánchez. España es, según la macroeconomía, la cuarta potencia de la Unión Europea y está entre las 20 primeras del mundo. En cambio, eso no se nota en la vida real de las personas, en la vida que Pedro Sánchez prometió mejorar y no lo ha hecho. Más bien, está sucediendo lo contrario.
El crecimiento económico sólo lo puede ser cuando tiene una proyección directa en la realidad diaria de las clases medias y trabajadoras. Los datos oficiales, tanto españoles como europeos demuestran un escenario cruel, en el que las élites económicas, empresariales, financieras y, por qué no decirlo, políticas son las que se están llevando casi en exclusiva los beneficios de ese crecimiento que el gobierno de Sánchez pretende hacer creer que es un fenómeno que mejora la vida de las personas. Esto es falso, es la mentira más cruel que pueden decir tanto el presidente como el movimiento sanchista.
Por ejemplo, mientras se incrementan los índices de pobreza, que colocan a la España de Sánchez en los puestos más altos de la UE, las grandes empresas están aplicando estrategias agresivas de recompra de acciones. Ese dinero no repercute en los trabajadores, no crea nuevos empleos, sino que sólo sirve para enriquecer aún más a los altos directivos y a los grandes accionistas.
Se trata de una estafa financiera que infla los salarios de los directores ejecutivos, pura y simplemente. Cuando las corporaciones recompran sus propias acciones, aumentan artificialmente los precios de éstas y el valor de la compensación basada en acciones que representa aproximadamente más del 65% del salario de los directores ejecutivos.
En el lado contrario, están los datos de pobreza. Pedro Sánchez, en la última sesión de control, afirmó que «miremos donde miremos los datos invitan a la confianza y al optimismo […] España ha crecido más que la media europea».
Es, precisamente, la UE la que está poniendo negro sobre blanco la realidad de las consecuencias de las políticas ineficaces de Pedro Sánchez.
A lo largo de 2024, la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), ha publicado tres estudios en los que demuestra el crecimiento imparable de la pobreza en la España de Sánchez. Esta misma semana la UE ha dado el último golpe que, por desgracia, no será el único.
La España de Sánchez es el tercer país europeo con un mayor incremento en carencias sociales y materiales graves. Es decir, la cuarta economía de la UE es la tercera en incremento de uno de los indicadores más relevantes de pobreza.
Para entenderlo bien, Eurostat señala que las carencias materiales y sociales se refieren a la incapacidad de costear un conjunto de bienes, servicios o actividades sociales específicos que son esenciales para tener una calidad de vida adecuada. Es el caso de la capacidad de afrontar gastos imprevistos o sustituir la ropa gastada por otra nueva.
Se considera que una persona está en situación de carencias materiales y sociales graves si no puede permitirse siete o más de esos bienes, servicios o actividades sociales.
La España de Pedro Sánchez ya cuenta con más de 4 millones de personas en esta situación, es decir, cerca de un 10% de la población total del país que no puede permitirse calentar, refrigerar su casa o comer carne dos veces por semana.
Además, siempre según las cifras de Eurostat, los jóvenes se llevan la peor parte, puesto que más del 20% están sufriendo carencias severas de bienes y servicios básicos.
Lo mismo se puede decir de los datos de empleo. Mientras a Sánchez y los sanchistas se les llena la boca que se ha alcanzado un récord de cotizantes, las cifras oficiales demuestran que esa situación se ha logrado a través de la precarización y la parcelación del mal empleo que se crea en España. A todo esto hay que añadir el hecho de que no se ha implementado ningún tipo de reforma para cambiar el modelo productivo. Exceso de contratos a jornada parcial, aunque sean indefinidos, utilización del fijo discontinuo como la nueva figura de la temporalidad extrema (miles de empresas dan de baja los viernes y de alta los lunes para no pagar el fin de semana), incremento de los trabajadores pobres y del pluriempleo de supervivencia.
Esta misma semana Oxfam ha publicado un informe terrorífico que desmonta la propaganda del sanchismo. El 13,7% de las personas empleadas vive por debajo del umbral de pobreza. Al mismo tiempo, del total de personas en situación de pobreza, tres de cada diez tienen un empleo. En la España de Sánchez, más de la mitad de los hogares en pobreza laboral (55,3%) ha tenido que renunciar en el último año a servicios de salud esenciales como tratamientos dentales, gafas o seguimiento psicológico, debido a la falta de recursos.
El director de cine Rubén Buren, en una entrevista concedida a Diario16+, afirmó que para entender la situación real de la ciudadanía en la España de Sánchez no había más que ir «los sábados por la mañana al reparto de comida y se te disipan las dudas en un momento. Son malos tiempos y vienen peores. Nos hemos acostumbrado a hacer de la queja una conciencia nacional, ver los problemas de fuera y no mirar a lo de al lado. Aquí pasan cosas, hay mucha pobreza en Madrid, en mi barrio. Pero los de arriba siempre favorecen a los grandes capitales, son sus gestores».
Señor Sánchez, menos propaganda y más pan porque, ¿dónde está el dinero de ese crecimiento económico? La pregunta es retórica, porque todo el mundo lo sabe: en el bolsillo de los de siempre.