El mercado laboral de Pedro Sánchez, cementerio de empleos dignos

El turismo masivo pierde tracción como motor de empleo en verano, mientras los jóvenes sin experiencia se consolidan como el único colectivo que logra incorporarse al mercado laboral

05 de Agosto de 2025
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El paro registrado descendió en julio en solo 1.357 personas, una cifra notablemente inferior a la de veranos anteriores y que, lejos de confirmar la fortaleza del modelo turístico estacional, ha encendido todas las alarmas. Más allá del descenso global, el dato más llamativo es el incremento del desempleo en el sector servicios, que suma 2.018 personas paradas en pleno mes clave para el turismo. Un comportamiento inusual que es un claro indicio de agotamiento del modelo económico basado en el turismo de masas.

Mientras la agricultura logra reducir el paro y la construcción se mantiene estable, según las estadísticas publicadas por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), los servicios, tradicional epicentro del empleo estival, muestran por primera vez una debilidad estructural en un contexto de alta demanda turística. La única nota positiva proviene del colectivo sin empleo anterior, donde el paro baja en 3.315 personas. Este grupo, compuesto por jóvenes que buscan su primer trabajo y desempleados de larga duración, ha sido el único con una evolución claramente favorable.

Particularmente significativo es el comportamiento del desempleo juvenil. El paro entre los menores de 25 años ha descendido en 2.561 personas, mientras que entre quienes superan esa edad se incrementó en 1.204. Estos datos refuerzan la idea de que el mercado laboral estival vuelve a recostarse sobre el trabajo juvenil precario, aunque esta vez con menos vigor y más incertidumbre.

Los datos de julio reflejan un modelo agotado. Desde hace meses se observan señales de alerta en torno al turismo. España ha apostado históricamente por el sol y la playa, pero desde la pandemia ha aumentado la presión por maximizar beneficios inmediatos, a costa de trabajadores y ecosistemas locales. Muchos turistas están empezando a huir de zonas masificadas y caras, y muchos trabajadores ya no pueden permitirse vivir donde trabajan.

La apuesta heredada del desarrollismo franquista por el turismo debe dejar de ser el eje de la economía y convertirse en un complemento dentro de un modelo más competitivo, que genere empleos y salarios dignos. Además, se vuelve fundamental una reindustrialización del país y una inversión decidida en investigación e innovación para romper con la dependencia del turismo y garantizar un sistema productivo más sólido. De momento, de estas medidas que son de perogrullo, en la Moncloa sanchista sólo hay silencio. Mucha propaganda, eso sí, pero ninguna acción efectiva.

En la España de Sánchez el empleo que se crea es cada vez más precario, tal y como se comprueba en las estadísticas publicadas por el SEPE. Pese a que el número de contratos firmados ha aumentado un 4,43% respecto a julio del año pasado (67.467 contratos más), el impacto sobre el desempleo ha sido mínimo. Es más, el porcentaje de contratos indefinidos ha caído hasta el 38,39%, lo que muestra una vuelta de tuerca en la precarización del empleo, especialmente entre los más jóvenes. De hecho, la mitad de estos nuevos contratos, 32.660, los firmaron menores de 25 años, en muchos casos con condiciones laborales que apenas superan unos días de duración.

La solución al desempleo juvenil no es volver a los empleos precarios de verano. Conseguir trabajo en verano debería ser sólo una opción, no una condena. Y ese trabajo debe tener los mismos derechos y posibilidades de futuro que cualquier otro. Pero los datos no mienten: España sólo ofrece a los jóvenes contratos indefinidos que en realidad duran días.

Los datos de julio ponen así en entredicho la eficacia del turismo masivo como motor de empleo y reabren el debate sobre la sostenibilidad del actual modelo productivo. En un contexto de inflación persistente, presión sobre los precios de la vivienda en zonas turísticas y un mercado laboral que parece anclado en fórmulas de precariedad, la necesidad de repensar el modelo económico español ya no parece una cuestión ideológica, sino una urgencia práctica. El verano, tradicional motor de creación de empleo, se enfría. Y con él, las esperanzas de que el turismo siga sosteniendo el mercado laboral sin cambios profundos.

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