Desde el año 2014, el PSOE, el partido que desde el gobierno asentó el sistema democrático y estableció los parámetros mínimos del estado del bienestar, se ha ido transformando en la versión Aliexpress del PCUS. Eso es lo que ha provocado que el Partido Socialista pase a ser el Partido Sanchista y que vean la realidad que les rodea con unas enormes antojeras. Parte de la dirigencia del PSOE tiene el convencimiento de que lo que sucede en los actos de partido es el reflejo de lo que ocurre en el mundo. Un grave error provocado por la endogamia y el sectarismo propio de las organizaciones autoritarias.
Tras el Comité Federal del pasado fin de semana, donde hubo duras críticas tanto a Sánchez como a la actual dirección del partido, la portavoz adjunta del PSOE, Enma López, no dudó en afirmar que eso es algo “minoritario”. Esto demuestra que viven totalmente ajenos a lo que sucede en España.
El desprecio hacia Pedro Sánchez ya es un hecho en más del 75% de la población con derecho a voto. Y esa es la cuestión. El Partido Sanchista hace sus análisis en función de una militancia absolutamente abducida y que ha perdido, en contra de la historia del partido, la capacidad de crítica interna, hecho que se sustenta en el régimen autoritario impuesto por Pedro Sánchez desde el 39 Congreso Federal, donde las críticas al secretario general se convierten en actos de traición y, en consecuencia, la expulsión inmediata. Nunca en toda la historia del PSOE se han abierto tantos expedientes como desde 2014 y, sobre todo, desde 2017.
Cuando no se detectan las causas de un problema, entonces es muy complicado (o prácticamente imposible) resolverlo. Eso es lo que le está pasando al Partido Sanchista. Están tan cegados por la “luz celestial” del líder supremo que no ven lo que ocurre alrededor.
En un sondeo publicado por un grupo mediático que no es sospechoso de ser parte de la supuesta “máquina del fango” ni de la denominada “caverna”, el 41,2% de los españoles cree que Sánchez debería llamar a las urnas y el 17,6% que debería dimitir y proponer a otro dirigente del PSOE para liderar el Ejecutivo. Además, si esta semana se celebraran elecciones, según la encuesta de 40db para Prisa, el Partido Sanchista sólo obtendría un 27% de los votos, acercándose peligrosamente al “resultado histórico” de Pedro Sánchez en 2016, cuando logró el récord negativo de 85 escaños. Todo ello con un Partido Popular en ascenso y con Vox disparando las previsiones (15%).
Endogamia letal
En los pasillos de Ferraz, la endogamia se ha ido asentando como un silencioso virus que debilita al partido desde sus cimientos. Lejos de ser una simple preferencia por lo conocido, este fenómeno consiste en reclutar y promover únicamente a aquellos cuadros que forman parte del círculo interno del líder supremo, cercenando de raíz la entrada de ideas nuevas y el pluralismo que deberían alimentar cualquier formación política. El resultado es evidente: una monocultura ideológica (en este caso de halagos eternos a Pedro Sánchez) donde el debate auténtico se sustituye por un eco de voces afines y donde la renovación de liderazgos queda supeditada más al juego de alianzas internas que al mérito o la visión estratégica.
Cuando los puestos de responsabilidad se distribuyen en función de la cercanía al núcleo de poder, es decir, a Pedro Sánchez, la creatividad y la actualización de agendas (tan necesarias para responder a desafíos como la corrupción, transición ecológica, la digitalización o la crisis demográfica) quedan relegadas.
Los miembros más jóvenes del PSOE han entendido que su progreso depende más de cultivar redes clientelares que de aportar soluciones. Esta dinámica no solo desmotiva a personas con talento y capacidad de análisis político centrado en la ciudadanía, sino que alienta un clientelismo radical, donde los favores se intercambian como moneda de cambio para garantizar lealtades.
A la vista de los ciudadanos, esta endogamia erosiona la representatividad. El mapa de candidatos ofrece perfiles homogéneos, frecuentemente vinculados al sanchismo y, en consecuencia, distantes de las realidades de barrios y comarcas. El creciente desinterés por la política institucional se refleja en las encuestas que recogen un desencanto crónico: una mayoría de votantes se siente “desconectada” de los aparatos partidistas y considera a sus dirigentes una “casta” al margen de las preocupaciones cotidianas. Porque, no hay que equivocarse, la “casta” también existe en el sanchismo. Esto se traduce en un respaldo a formaciones populistas que prometen “romper el sistema”, con el peligro añadido de que soluciones simplistas cobren terreno.
La endogamia también socava la rendición de cuentas. Sánchez es un experto en esquivar dar explicaciones a la ciudadanía. Por ejemplo, lleva 7 años en el poder y sólo ha convocado un debate sobre el estado de la Nación. Al designar a los encargados de supervisar comités de ética, tribunales internos y órganos de transparencia por afinidad con el líder supremo, se desvirtúa su independencia.
El Comité Federal y la nueva Ejecutiva del PSOE vuelven a demostrar que el Partido Socialista ha mutado en el Partido Sanchista. La gran mayoría de los presentes iban con la idea preconcebida (o impuesta) de dar un apoyo cerrado a Pedro Sánchez y de tratar como traidores a los críticos.
Más allá de la corrupción, la ciudadanía ve en Pedro Sánchez el mayor lastre que hay porque su bagaje en el gobierno es nefasto. No ha arreglado ninguno de los problemas reales de la ciudadanía. Es más, en algunos elementos los ha empeorado. Más allá de los grandes titulares o de tratar las estadísticas sólo sobre la base de datos absolutos, sin hacer un análisis de las cifras oficiales, las pruebas son claras: más pobreza, más desempleo estructural, menor crecimiento salarial, más precariedad y temporalidad, un sistema de protección social que no saca de la pobreza a las familias, y políticas sociales absolutamente ineficaces.
El problema está cuando la endogamia se mezcla con la egolatría. Los votos de todos los militantes del PSOE apenas aportan uno o dos escaños en el Parlamento, pero Sánchez y su tropa piensan que España es el reflejo de Ferraz. Así no se va a ningún sitio, sólo hacia un abismo porque en el PSOE no se entiende que el único camino de regeneración pasa por el “método alemán”. La ineptitud se alimenta mejor del populismo y la propaganda que de la lógica y la política con mayúsculas, aspectos estos que salieron de la sede del Partido Socialista desde el año 2014 y no volverán hasta que Sánchez deje el Falcon y se vuelva a su casa en un Peugeot, en un BYD o en un Lexus.