Pedro Sánchez no aprende del 1-O

24 de Septiembre de 2023
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Sanchez 1O

El 1 de octubre de 2016 se produjo una rebelión interna en el Partido Socialista que terminó con la destitución de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE. La causa de ese movimiento en el Comité Federal fue el intento de presentarse a una investidura tras haber obtenido los peores resultados electorales de la historia tras la restauración de la democracia en 1977: 84 escaños.

Unos meses después, Pedro Sánchez volvió tras una rebelión de la militancia iniciada por Eva Maldonado y una etapa de gestora que perdió una oportunidad de oro para adecuar el partido a la nueva realidad sociopolítica surgida tras la crisis de 2008.

El 39 Congreso Federal del PSOE fue una exaltación absoluta de Sánchez, donde se humilló con crueldad a todo aquel que hubiese apoyado a la gestora o a Susana Díaz. Pero también fue el Congreso donde se aprobaron reformas estatutarias y reglamentarias en las que Sánchez quedaba absolutamente blindado y con un poder absoluto. Además, tal y como analizamos en profundidad en Diario16, los nuevos estatutos y reglamentos sofocaban de manera preventiva cualquier oposición interna a Sánchez. Más o menos, en el PSOE se ha creado un escenario similar al de Minority Report o El Soldado de Invierno.

Sánchez no ha entendido que el PSOE no es un partido en el que se pueda imponer la fidelidad y la lealtad absoluta en base al miedo y, sobre todo, no ha comprendido que la libertad de pensamiento es una de las bases en las que se fundamenta la acción política del partido.

Fractura absoluta del PSOE

Lo que necesita Pedro Sánchez para volver a ser investido presidente, es decir, el apoyo de todo el arco independentista, tanto vasco como catalán, está fracturando al PSOE, aunque sus dirigentes quieran dar otra imagen.

Los eufemismos utilizados por Sánchez para esconder el hecho de que está dispuesto a pagar todo lo que los independentistas le pidan, aunque sea ilegal o anticonstitucional, no están colando en una mayoría de la militancia frente a quienes, desde el sectarismo sanchista más radical, los defienden sólo con el objetivo de que «el suyo» continúe en la Moncloa.

Millones de votantes socialistas de muchos territorios están absolutamente en contra de la posibilidad de que la persona en quien depositaron su confianza democrática pueda aprobar una amnistía o intente convocar un referéndum de autodeterminación de Cataluña, independientemente de si es vinculante o no. Lo mismo ocurre con decenas de miles de militantes que no alzan la voz porque, si lo hacen, pueden ser expulsados del partido, según indican los estatutos y los reglamentos aprobados en el 39 Congreso, el de la exaltación del líder supremo.

¿Transfuguismo o libertad?

Nos encontramos ante un escenario muy similar al de 2016. La diferencia es que, en los órganos internos del partido, la disidencia a Sánchez no tiene representación y que el Comité Federal se ha convertido en una reunión de colegas sin capacidad de tomar decisiones importantes.

Sin embargo, a pesar de que no hay oposición alguna, el precio a pagar para que Sánchez opte a una investidura para mantenerse en la Moncloa es mucho más alto y determinados territorios no están dispuestos a pagarlo.

El Partido Popular conoce de esta situación y está haciendo llamamientos a la rebelión de algunos diputados socialistas. Desde el gobierno se ha denunciado que son llamadas al «transfuguismo». Sin embargo, se está jugando con el lenguaje y se está insultando a todos aquellos que en 2016 continuaron votando «No» a la investidura de Mariano Rajoy.

Para los sanchistas, todos los diputados que mantuvieron el «No es No» a Rajoy son héroes. En cambio, hicieron lo mismo que el PP les está pidiendo: saltarse la disciplina de voto. ¿También son tránsfugas? ¿O es que el transfuguismo es un término que sólo se aplica a quienes votan en contra de los intereses del líder supremo?

Decenas de miles de militantes no alzan la voz porque, si lo hacen, pueden ser expulsados del partido

A lo largo de la pasada legislatura hubo diputados que votaron en contra de lo que se indicó desde el Grupo Parlamentario Socialista. Odón Elorza votó en contra del nombramiento de Enrique Arnaldo. Carmen Calvo se abstuvo en la votación de la Ley Trans. ¿Fueron tránsfugas? No. Hicieron un ejercicio de dignidad y coherencia política.

No habrá tamayazo, pero puede haber rebelión

Sánchez, a lo largo de esta semana, debería estar tranquilo porque lo que se ha dado en llamar «el tamayazo 2.0» es bastante improbable que se dé, porque es muy difícil que haya diputados socialistas que voten a favor o se abstengan para que Alberto Núñez Feijóo sea investido presidente.

Sin embargo, si Pedro Sánchez sigue adelante con las negociaciones con los partidos nacionalistas e independentistas y, sobre todo, si acepta pagar el precio que le están poniendo, porque el actual presidente del Gobierno en funciones no tiene margen de maniobra para rebajar las peticiones de esas formaciones, entonces sí que se iniciará la tormenta.

Si Felipe VI encomendara a Sánchez un nuevo debate de investidura y éste se presentara con un pacto con los independentistas y los nacionalistas en el que se incluyera la amnistía, el referéndum de autodeterminación, la condonación de la deuda de Cataluña con el Estado, la transferencia de las competencias tributarias y de Seguridad Social o el pago de la supuesta «deuda histórica», entonces el PSOE reventará y será el momento en que se produzca la rebelión.

Esa revolución, al ser imposible que se dé a través de un debate interno porque los órganos del PSOE no tienen capacidad de decisión, se dará en el Congreso de los Diputados, en plena sesión de investidura. Ese será el momento en que los escaños de los representantes de determinadas provincias no acudirán a votar o, directamente, votarán en contra.

Hay que recordar que el voto de cada diputado es libre y se deposita en conciencia, no está sujeto a ninguna dictadura parlamentaria. Los diputados socialistas que se opusieran a una investidura de Pedro Sánchez no estarían haciendo nada ilegal ni, por supuesto, estarían incumpliendo los estatutos y los reglamentos del PSOE de Pedro Sánchez.

Este escenario, tratado y analizado con fuentes socialistas, es más posible de lo que Sánchez pueda creer. Lo que está claro es que el actual secretario general del PSOE no ha aprendido de lo que le ocurrió en 2016 y quien no aprende de sus errores denota una actitud soberbia y narcisista.   

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