El día que Ayuso ordenó «matar» a la izquierda

16 de Marzo de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Ayuso Matar

El diccionario de la Real Academia de la Lengua define el verbo «matar» como «quitar la vida a un ser vivo». Por otro lado, el modo imperativo expresa mandatos, solicitudes, ruegos o deseos. Es frecuente en todas las lenguas del mundo, entre ellas las lenguas indoeuropeas donde suele realizarse mediante la raíz verbal desnuda sin morfemas de tiempo. En castellano, por su propia naturaleza, el imperativo es normalmente un modo defectivo, es decir, no presenta formas para todas las personas y números.

El imperativo de matar es «matad» y, cuando se refiere a un grupo de personas, es «matadlos» o «matadlas». Ese fue el verbo que utilizó ayer Isabel Díaz Ayuso para ordenar el comportamiento que el Grupo Parlamentario Popular de la Asamblea de Madrid debía tener durante el pleno.

Según ha publicado El País, la presidenta de la Comunidad de Madrid mandó un mensaje al chat del Grupo en el que decía «La izquierda está acabada… matadlos». Una orden que, por más que se entienda en sentido metafórico, es muy fuerte para que sea dictada por la lideresa de un partido político.

El uso del lenguaje muestra mucho de cómo es una persona y, mucho más, un político. Isabel Díaz Ayuso ha demostrado a lo largo de estos cuatro años que tiene un odio especial a todo lo que suene a progresismo o izquierda. Sólo entiende la acción de gobierno desde el sectarismo neoliberal y, por eso, sus políticas han estado orientadas a destruir lo público y dar beneficios a las clases privilegiadas con la excusa de atraer activos e inversiones.

Sujétame el cubata

Diario16 ha entrevistado en las últimas semanas a Mónica García (Más Madrid), Alejandra Jacinto (Unidas Podemos) y Juan Lobato (PSOE). A pesar de las diferencias ideológicas y políticas de los tres líderes, todos coincidieron en un aspecto de Isabel Díaz Ayuso: la soberbia.

El mensaje desvelado por El País demuestra soberbia y un complejo de superioridad derivado, supuestamente, de que ayer fue un buen día para la presidenta de la Comunidad de Madrid. En los últimos meses había temor porque el «fenómeno Ayuso» se estaba desinflando por los graves problemas de gestión que afectaban a necesidades básicas de la ciudadanía.

Sin embargo, Isabel Díaz Ayuso ayer se encontró con que los médicos y pediatras de atención primaria desconvocaban la huelga, que se sumaba al archivo por parte de la Fiscalía Europea de la denuncia por las comisiones cobradas por su hermano por la compra de mascarillas. A esto hay que sumar que la presidenta madrileña tenía previsto anunciar nuevas indemnizaciones para los afectados de las obras de la Línea 7B de Metro.

Ayuso se vino arriba y, como es incontenible, envió el mensaje que envió. Sólo le faltó poner un «sujétame el cubata» para rubricar bien la orden de «matar» a la izquierda.

Los miembros del Grupo Parlamentario Popular fueron obedientes con su lideresa. Cualquiera se opone cuando ya se ha visto cómo ha purgado a quienes se pusieron a ella. El mensaje lanzado por los diputados fue un calco de las órdenes de Ayuso. Ese fue su argumentario.

Sin embargo, en política no hay que matar a nadie, ni siquiera humillar. En plena Transición, esa época idolatrada por Isabel Díaz Ayuso, en el debate parlamentario en el que se aprobó la Ley de Reforma Política, Fernando Suárez respondió a José María Fernández de la Vega, uno de los defensores del mantenimiento del franquismo, que «hemos pensado siempre, y no desde hace unos meses, que los orígenes dramáticos del actual Estado estaban abocados desde sus momentos germinales a alumbrar una situación definitiva de concordia nacional, una situación en la que no vuelvan a dividirnos las interpretaciones de nuestro pasado, en la que no sea posible que un español llame misérrima oposición a quienes no piensan como él».

Ayuso debería aprender de quienes, desde su espacio ideológico, entendieron a la perfección que en política no hay enemigos, sino adversarios, y que ordenar a un grupo parlamentario que «maten» a quienes no piensan como ella, no es más que incitar a la violencia, al odio y, sobre todo, a incrementar la crispación, escenarios en los que Ayuso se siente más cómoda.

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