Leer los comunicados de Acción Exterior de la UE es llorar. Son un vago y distante remedo de una estrategia nacida en otras riberas y para otras geografías. Ahora mismo decir que se apoyará a Ucrania hasta las últimas circunstancias y pase lo que pase es un error parecido al que llevó a Roosevelt a exigir la rendición incondicional a la Alemania nazi.
Lo único que puede hacer ya Ucrania es rendirse. Y vale que lo haga cuanto antes si no quiere ver desaparecer, no ya la riqueza del país, casi ya un 50% del PIB, caído en Doneskt, sino la humana. Es obsceno ver al portavoz del Departamento de Defensa USA exigiendo vayan al combate los adolescentes de menos de veinte años como si armas o soldados pudiesen dar la victoria a Ucrania, algo esencialmente político, y que exigiría vencer a Rusia de manera existencial, lo que no va a suceder porque la gran madre rusa ya ha hablado: antes que una Ucrania atlantista, una tercera guerra mundial.
Pero estas evidencias han de completarse con algunos comentarios sobre la supuesta dirección de los intereses europeos, más allá de la cuestión ucraniana. La UE se ha puesto en manos de los halcones habituales. Polonia y los países bálticos. El error es doble. Primero cuantitativo. La suma de todos sus activos equivale a los PIB de España o Italia. Claramente insuficientes para ofrecer garantías de mínima solvencia. Y error cualitativo porque la estrategia de esos actores se fundamenta en sentimientos y no en intereses, lo que por definición les elimina del campo de la estrategia. El gran activo del bloque baltopolaco es odiar a Rusia. Pero dada su dimensión, para hacer efectivo ese odio necesita un hegemón exterior que le apoye. Hasta ahora ese papel lo han jugado los USA. ¿Qué va a pasar ahora con la administración Trump? Si los USA se retiran, el descrédito baltopolaco y por extensión de la UE va a ser mortal. Déjenme que les recuerde lo que le sucedió a Polonia en vísperas de la II Guerra Mundial. Uno de los mejores amigos políticos de Hitler, si no el mejor, fue el dictador polaco Pildsuski. El funeral de este personaje tiene el honor de haber llevado a Hitler al interior de una iglesia. Que se sepa fue la primera y única vez. Vean la foto. Tras el catafalco cubierto de flores se sienta en primer lugar el Führer y tras él toda la nomeklatura nazi. Lugar: la catedral católica de Berlin. A tono con estas complicidades, los sucesores de Pildsuski participaron en el saqueo de Munich y se quedaron con la parte más rica de Checoslovaquia, la provincia oriental de Teschen. Convencidos de que tenían el partido ganado, los nazis ofrecieron a Polonia formar con ellos una alianza antisoviética. Pero los polacos se negaron, pues, creían que sus fronteras eran seguras por garantías inamovibles de Francia e Inglaterra. Pero Francia e Inglaterra habían prometido asistencia a Polonia en caso de invasión alemana. De la URSS nadie dijo nada. De tal forma que cuando a Polonia la atacaron por el Este y por el Oeste, el trampantojo polaco se vino abajo. Item más. La dirigencia polaca instruyó a todos los oficiales de sus fuerzas armadas para que no se resistiesen ante las fuerzas soviéticas, sino que se retirasen a Hungría o Polonia. Hoy, los políticos polacos, se reconocen en Pildsuski y su legado e ignoran o fingen ignorar que para conseguir su sueño de revivir la Polonia que iba de mar a mar, Pilduski hubo de proclamarse dictador e invadir Lituania. Dije esto en una ocasión a un polaco y me contestó que toda la población lituana era polaca. Les aconsejo vivamente que si llegasen ustedes a encontrarse en Lituania se abstengan de emplear ese argumento.
Pues bien, a ese monumento a la razón estratégica queremos confiar el curso estratégico del continente. Los EEUU no ven con buenos ojos, no ya a Francia, siempre la hija díscola, sino a la fiel Alemania. La consideran demasiado cercana a Rusia, lo que les parece pecado de deslealtad o poco menos. Prefieren a los baltopolacos. Corrijo. Los prefiere Biden y casi con certeza los hiperventilados de la Rand. Lo que hayan de preferir los trumpianos nadie lo sabe. Pero ya han empezado a hablar. Steve Bannon ha dicho. “No veo por qué hemos de meter a Putin la OTAN por los ojos”. Y eso es de enorme gravedad. Porque no solo deslegitima la guerra de Ucrania, sino la propia ampliación de la OTAN.
Lo de Rutte en la OTAN es todavía peor. Ha llegado a “amenazar” a los EE. UU. con expulsarles de la OTAN si se niegan a seguir ayudando a Ucrania. Es incomprensible tanta ceguera. De hecho, el que los EE. UU. quisiera irse de la OTAN sería una noticia excelente… Si ello trajese consigo la resurrección de la Comunidad Europea de Defensa. Pero eso es soñar. Seguiremos en la noria de hacer caso a quien ha dejado ya de ser un referente tanto en producción industrial como en la estrategia. Y concluyo con una pregunta que ilustra mi perplejidad. ¿Si Rusia, como también ha dicho Bannon, no es nuestra enemiga, quién lo es? ¿Y si no tenemos enemigos: ¿para qué aumentar nuestro gasto de defensa comprando todavía más armas a los USA?