Florentino Pérez, dimisión

21 de Abril de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Florentino Pérez

A Florentino Pérez se le ha venido abajo el chiringuito, nunca mejor dicho. El millonario piadoso que quiere salvar el fútbol (mentira, solo quiere salvar su cartera y la cuenta de resultados) se las prometía muy felices en el programa de Pedrerol, donde solo le faltó brindar con champán con los tertulianos amigos para celebrar la creación de su Superliga europea, ese selecto club de ricos que deja fuera a los equipos más modestos, cargándose la esencia misma del deporte e imponiendo una injusta dictadura ultraliberal. Sin embargo, el negocio del siglo se le ha derrumbado en apenas cuarenta y ocho horas, justo el tiempo que han tardado los equipos de la Premier en darse cuenta de que sus aficionados estaban abiertamente en contra de un proyecto que atenta directamente contra la tradición, contra los valores éticos y humanos y contra la cultura del fútbol.

La noche de ayer fue sencillamente apoteósica: en apenas unos minutos, los seis clubes ingleses (United, Liverpool, Chelsea, City, Arsenal y Tottenham) comunicaban su decisión de abandonar el barco e incluso pedían perdón a sus aficionados por haberse sumado al circo del empresario español. En esa iniciativa pesó, sin duda, la movilización de los fans del Chelsea, que llegaron a detener el autobús de sus jugadores en las proximidades de Stamford Bridge para protestar contra la cacicada de Florentino. Era la rebelión de la gente, la revolución de los indignados del balompié hartos de jeques, de fútbol de pago, de sumisión al mercado chino y de nuevos ricos que lejos de salvar el deporte rey están acabando con el espíritu deportivo.

En Inglaterra no hay nada más sagrado que el fútbol. Ni siquiera la Reina Madre es tan respetada como el escudo que los gunners, los reds o los blues llevan clavado en el pecho. Cuando los hooligans leyeron en los tabloides de la mañana que el modelo de Superliga florentiniana condenaba a los equipos más modestos a las migajas de los derechos televisivos y al infierno de una intrascendente Premier convertida en Segunda División, la revolución no se hizo esperar y se echaron a la calle como los viejos mineros de Manchester que paralizaron el país en los años veinte. Qué diferencia entre una democracia secular como la inglesa y otra de baja intensidad como la española donde los ciudadanos son sistemáticamente ignorados. El movimiento insurreccional estaba en marcha y solo faltaron los dinamiteros del IRA levantando barricadas contra el nuevo imperialismo español impuesto por el nuevo Felipe II con gafas, un constructor católico y envarado con demasiadas ínfulas de grandeza, de conquista y de gloria.

En Londres ya ven a Florentino Pérez como a un invasor, un almirante castellano que con sus excavadoras como galeones bajo la bandera negra de ACS pretende acabar con las esencias de un deporte popular. La reacción ante el intento de convertir el fútbol en un Club Bilderberg para disfrute de las élites no se hizo esperar y a partir de ese momento la Superliga estaba herida de muerte. Las fichas de dominó fueron cayendo una tras otra y ya se rumorea que en las próximas horas los clubes italianos seguirán el camino de la deserción, de modo que el presidente del Real Madrid, por mucho que insista en que el guion sigue adelante, se ha quedado solo ante sus planos de batalla, como un Napoleón arrinconado por las potencias europeas temerosas del excesivo poder que estaba acaparando.

Esta vez, y sin que sirva de precedente, el rico ha claudicado ante el pobre, lo cual reconcilia con el género humano. Ante semejante derrota, solo cabe decir que el inquilino de la Casa Blanca madridista ha quedado como el hazmerreír del mundo entero. El Marca, que es El Alcázar del Real Madrid o portavocía oficial del movimiento merengón, titula “Super Ridículo” en una portada que quedará para la historia. Se ha hecho realidad el argumento de Ciudadano Kane y esa última secuencia en la que el magnate se queda solo rodeado de sus riquezas, sus recuerdos del pasado y su egoísmo elitista. El gran error del frustrado presidente de la Superliga es haber querido gobernar el mundo del fútbol como una empresa de hormigón y cemento. Un club deportivo no es una constructora que lo mide todo en términos de beneficio y toneladas de clínker.

Los balances contables son importantes, pero el magnate de la Castellana ha olvidado lo esencial: los sentimientos y la pasión de los aficionados, el romanticismo y la ilusión de un juego épico que hunde sus raíces en las culturas ancestrales como las precolombinas y la Antigua Grecia. El fútbol no es un negocio como quieren vendernos, el fútbol es patrimonio de la humanidad, una invención genial como el fuego o la rueda que supuso un paso adelante en la civilización humana. Pero el misionero del ladrillo debió saltarse la primera lección de ética en la facultad de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos: esa que dice que el dinero no lo es todo en la vida, que al rival hay que respetarlo siempre por muy modesto y pobre que sea, que ir por el mundo de ricacho arrogante que va dejando tras de sí su limosna inaceptable y humillante suele traer mala suerte. En definitiva, que uno puede ser un magnífico empresario de lo suyo y un nefasto gestor de las cosas inmateriales, como es un club deportivo.

Y llegados a este punto la gran pregunta es: ¿y ahora qué? Florentino Pérez debería presentar su dimisión irrevocable por varios motivos: por su fracaso estrepitoso que deja la imagen del club más grande de la historia a la altura del betún (todo lo que ha hecho va en contra de los valores de respeto, esfuerzo e igualdad instaurados por don Santiago Bernabéu); porque después de la traición a las estructuras y organismos internacionales las represalias de la UEFA pueden ser terribles (ya se habla de suspender al Real Madrid en competiciones oficiales y que se vayan olvidando los madridistas de ganar esta Champions porque los arbitrajes contra los blancos pueden ser canallas y criminales, así se las gastan los capos de Ceferin); y por encima de todo, y lo que es más importante, porque se ha comportado como un pijo redomado que trata al pobre como a un muerto de hambre, faltando al respeto a cientos de equipos modestos que pueblan el viejo continente y que sueñan con ganar LaOrejona algún día. La riqueza es como el agua salada, que cuanto más se bebe, más sed da, decía Schopenhauer. El patético final del Napoleón del fútbol (habrá un antes y un después tras este fiasco deportivo) es el de un sediento que no ha sabido calmar a tiempo su sed de codicia y poder.

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