«Juro que ni abdicaré ni abandonaré España». La realidad es que Juan Carlos de Borbón abdicó y se ha marchado del país, más concretamente, ha huido por las investigaciones abiertas contra él por las autoridades de Suiza y por la Fiscalía del Tribunal Supremo. Y, lo peor de todo, es que el pueblo no sabe dónde está porque el actual Jefe del Estado ha decidido potenciar la opacidad absoluta en la que, por naturaleza, ha vivido la Casa Real.
Sin embargo, no es la primera vez que Juan Carlos de Borbón afirma una cosa y hace la contraria en una preocupante falta de verdad en su actuación que hace sospechar al pueblo de que le han mantenido durante más de 40 años envuelto en el papel de la mentira, que desde Zarzuela parecía que le ponían la Primavera de Vivaldi cuando, en realidad, la música era de Lamb of God o de Mojinos Eskozios.
En su discurso de Nochebuena del año 2011, Juan Carlos de Borbón, tuvo el valor de decirle a los españoles, españolas y todas y todos los ciudadanos que quisieron verlo que «Cuando se producen conductas irregulares, que no se ajustan a la legalidad y a la ética, es natural que la sociedad reaccione. Afortunadamente vivimos en un estado de derecho y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La justicia es igual para todos». Todo esto dicho por boca de quien creaba estructuras empresariales para supuestamente ocultar dinero a Hacienda o estar presuntamente actuando al margen de la ley porque la inviolabilidad reconocida en la Constitución lo que en realidad le reconocía era la impunidad de cara a la Justicia. A día de hoy, a Juan Carlos de Borbón no se le puede investigar por los presuntos hechos delictivos que pudo haber cometido antes de junio de 2014, fecha de la abdicación de la que dijo que no se iba a producir nunca.
En su propio discurso de coronación, ante las Cortes Franquistas, tras jurar las Leyes Fundamentales del Reino y los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional, Juan Carlos de Borbón dijo que iba a ser el rey de todos los españoles: «La Institución que personifico integra a todos los españoles, y hoy, en esta hora tan transcendental, os convoco porque a todos nos incumbe por igual el deber de servir a España. Que todos entiendan con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se basará en un efectivo consenso de concordia nacional […] El Rey quiere serlo de todos a un tiempo y de cada uno». La realidad es que, durante su reinado, Juan Carlos I se ha servido de su corona y de su cargo para servirse a sí mismo. Además, la opacidad con la que se ha blindado el Palacio de la Zarzuela es todo lo contrario a la integración que afirmó el mismo día en que los procuradores franquistas le proclamaron rey cumpliendo la voluntad de Franco. La ocultación del paradero real (ya sea Abu Dabi, ya sea el Caribe, dos lugares donde tiene grandes amigos que no dudarán en tratarle a cuerpo de rey satisfaciendo todas sus necesidades) es absolutamente lo contrario a la integración de todos los españoles.
Cuando aún había accedido a la Jefatura de Estado, en una visita oficial a la República Federal de Alemania le dijo al presidente Gustav Heinemann que su deseo era ser el rey de una república. Los hechos han demostrado que ha hecho lo contrario y, tal y como hemos publicado en Diario16, se valió de los servicios secretos para ser el hombre mejor informado de España y, gracias a esa información, ejecutar un poder oculto que la Constitución no le confiere.
El pueblo es el soberano en cualquier democracia y, tal vez, ha llegado el momento de que la institución que ocupa la Jefatura del Estado sin la legitimidad democrática del refrendo de la ciudadanía empiece a moverse en los términos de la verdad y no de la opacidad, de cumplir con lo que se dice. Para eso, un buen comienzo sería salir del búnker, dar la cara y decirle al pueblo dónde está Juan Carlos de Borbón porque, además, es el pueblo quien está pagando, entre otras cosas, todo el operativo de seguridad que le acompaña.