El fútbol uno de los deportes más rentables del mundo ha vivido durante mucho tiempo bajo el monopolio de la FIFA y de las distintas confederaciones continentales. Sin embargo, la justicia europea va desmontando poco a poco esa dictadura tiránica que actúa por encima del bien y del mal, de las propias leyes de los países. Primero fue el famoso Caso Bosman, luego la demoledora sentencia de la Superliga o del exjugador del Real MadridLass Diarra, y, recientemente, el Caso Seraing. El terremoto legal que sacude y va a sacudir al deporte europeo ya tiene epicentro y fecha: Luxemburgo, 1 de agosto de 2025. Ese día, el TJUE dinamitó el monopolio suizo del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) y otorgó a los jueces de la UE carta blanca para abrir en canal sus laudos cuando rocen el orden público comunitario. El tema es equiparable a las más trascendentes sentencias en tema deportivo, quebrando el poder de la FIFA.
Luxemburgo enciende la mecha
La sentencia (Gran Sala, asunto C-600/23, RFC Seraing v. FIFA) es todo un “Bosman 2.0”. El TJUE reprocha al arbitraje federativo dos pecados originales: la cláusula obligatoria que encadena a clubes y deportistas al TAS y la autosuficiencia ejecutiva de la FIFA para cumplir el laudo sin pasar por ningún juez europeo. La combinación, razona el Tribunal, viola el artículo 19 TUE, el 267 TFUE y la tutela judicial efectiva del artículo 47 de la Carta. A partir de ahora, cualquier juzgado de Carabanchel o Charleroi podrá diseccionar un laudo suizo sospechoso de pisotear la competencia, los derechos de la Carta o las libertades de circulación de trabajadores y profesionales.
El fallo, y esto es lo más potente, ordena a los tribunales nacionales “desaplicar” toda norma que confiera fuerza de cosa juzgada a un laudo del TAS sin control jurisdiccional pleno en la UE, incluida la posibilidad de cuestión prejudicial. El TJUE distingue entre arbitraje comercial voluntario y arbitraje deportivo impuesto: cuando la cláusula arbitral es cláusula de adhesión y la federación puede vetar al club rebelde de sus competiciones, el mito de la “voluntariedad” se evapora. Dicho de otra manera, los laudos del TAS ya no valen como dogma infalible, sino como papel susceptible de exequátur condicional.
Réplica de la FIFA
Lausana reaccionó con el ceño fruncido. El ICAS (gobierno del TAS) ha admitido el golpe, pero recordó que la revisión se limita al “orden público de la UE”, intentando minimizar daños colaterales. No obstante, con la puerta europea abierta, el porcentaje de conflictos promete dispararse. Para las federaciones, la sentencia convierte al TAS en un Vaticano sin bula: seguirá resolviendo dopaje menor, pero perderá la última palabra en los multimillonarios litigios de mercado.
Para septiembre se espera una avalancha procesal. Clubes sancionados por incumplir el fair play financiero, atletas excluidos por rankings dudosos o agentes castigados por “influencia indebida” desempolvarán expedientes camino de los juzgados nacionales. Al menos de los últimos cinco años.
También se ha vuelto perentoria una reforma exprés: si la FIFA desea conservar la vía arbitral, deberá ofrecer un recurso judicial interno o aceptar un filtro europeo previo. Entramos en un impredecible efecto dominó: Federaciones y disciplinas que confiaban su poder sobre los practicantes y directivos al TAS, verán cómo el derecho de la competencia y las libertades comunitarias se cuelan en los vestuarios. En la era post-Swiss finish, el árbitro todavía pita, pero quien revisa el VAR se sienta en Luxemburgo. Ahora sí, los que hasta ahora han manejado el cotarro, se han ido de vacaciones y hacen como si no hubiese pasado nada.